Naiara y Nicole son mujeres 4.0, un buen exponente de una revolución que combina técnicas avanzadas de organización familiar y decisiones encaminadas a la optimización de los recursos para el cuidado y la educación de sus hijos e hijas. Profesionales cualificadas en sus trabajos, ambas han replanteado su vida con la llegada de la maternidad y se han acogido a diferentes medidas de conciliación laboral y familiar, pero lo han hecho desde la corresponsabilidad y el empoderamiento, sin renunciar a su carrera profesional.

Si algo tienen claro, es que el 8-M sigue siendo una fecha señalada para reivindicar el reparto de tareas en los cuidados de sus pequeños y pequeñas y que no se puede retroceder en ese camino. Ingeniera una y profesional en marketing de punto de venta otra, están convencidas de la importancia de dar ejemplo a sus pequeños para que interioricen desde su infancia la igualdad entre hombres y mujeres. Sus parejas, Jon y Josu, tienen un papel activo en ello.

Ingeniera en Azpeitia

El puzzle familiar

Naiara es como un reloj. Hemos quedado con ella para hacer las fotos a las 7.45 horas en la puerta del colegio al que lleva sus hijas, en Errezil. Y allí está, como los clavos. Su día empieza temprano. Se levanta a diario a las 6.00 horas y prepara la comida para que la pequeña Naia, que en abril hará dos años, coma en la haurreskola. No tiene mucho tiempo. “Cinco minutos son muchos a estas horas”, reconoce: dos besos a Maialen y Naia, sus angelitos, y al trabajo. Es ingeniera en una empresa de Azpeitia. Su plan de vida le llevó a mudarse de Bidania-Goiatz a Errezil, el pueblo de su pareja, Josu. De ahí a su trabajo no tiene ni diez minutos en coche.

Su trabajo es que las piezas del puzzle encajen y en su organización familiar los cabos están bien atados. Apuró las 16 semanas que le tocaban de maternidad cuando nació su hija mayor, Maialen, en abril de 2017, y sumó a ello la lactancia, las vacaciones y las horas acumuladas. En septiembre se reincorporó al trabajo con cinco horas a la semana, una reducción del 34% que mantiene.

“Al principio me dije que empezaría con la reducción y vería sobre la marcha”, reconoce, pero ahora está convencida de seguir. Una desgracia familiar, la repentina pérdida de su madre, cuando su hija aún tenía tres meses, le hizo verlo más claro.

Para cuando ella sale de trabajar a las 13.15, su pareja, que trabaja de jornada partida (de 8.00 a 12.30 horas y de 14.00 a 17.30), ya ha recogido a la mayor y la lleva a comer al caserío familiar, donde la pareja apenas cruza impresiones. Naiara se sienta en la mesa a las 13.30 y Josu entra de nuevo al trabajo media hora después. “Nos arreglamos muy bien”, dice. “Y si necesitamos cualquier cosa puntual, Josu se puede amoldar” en el trabajo, añade.

Naiara no cree que esté rechazando a su carrera profesional al reducir su jornada laboral: “No siento para nada eso”. Se considera valorada en su empresa y sabe que un día sus pequeñas se harán mayores y volverá a la jornada completa. Pero el cuidado de sus hijas es una “responsabilidad” compartida en la que ella asume su cuota a día de hoy.

Naiara lleva ya diez años en su empresa. “Yo antes era de las que decía que después de ser madre seguiría normal en el trabajo… Empecé allí de prácticas y al principio quieres demostrar, meterte y aprender”, asegura. Embarazada, trabajó “sin descanso, ocho horas diarias, hasta el último día”. Fue cogerse la baja y dar a luz al día siguiente. Maialen tenía prisa. “Hasta entonces, le daba más importancia al trabajo, pero luego cambian las prioridades”, admite.

En su opinión, “aunque ya se ha hecho un gran trabajo en favor de los derechos de las mujeres, hay que seguir trabajando para que las mujeren alcancemos el lugar que nos corresponde en la sociedad”.

Profesional de marketing

Mejor que en Australia

Nicole Rodger, australiana casada con un guipuzcoano, es la encarnación de la planificación. Y nos dice que su pareja, Jon, también lo es. Decidió mudarse de Sydney a Beasain, donde vivió dos años. Un cambio “enorme”, reconoce. Pero fue una decisión muy medida. Hoy viven en Donostia y su primer hijo, Aritz, tiene cinco meses de vida. Nicole es una mujer convencida de la “igualdad” entre hombres y mujeres, “trabajar en equipo” y “compartir la crianza de los hijos”. El 8-M es para ella una cita ineludible en ese camino.

Tiene 35 años y las cosas muy claras. Lo primero que hizo cuando apostó por su “amor con un vasco” fue planificar su futuro, ¿Euskadi o Australia? Y luego, tras la decisión, se lanzó a aprender castellano de forma intensiva para poder trabajar aquí. En Australia ya se dedicaba al marketing. Consiguió empleo en una empresa de Donostia, en lo suyo, y el lunes, 8-M, empezará una excedencia. “Creo que es un buen día para empezarla”, asegura.

Nicole tenía claro que quería estar con su pequeño Aritz “los seis primeros meses a tiempo completo, exclusivamente. Para mí es importante. Por suerte, me ha ido muy bien la lactancia y quería asegurarme que para los primeros seis meses, por el bien de Aritz, estuviésemos juntos y no tener ningún problema con la lactancia”, explica.

Pero el permiso de maternidad, las vacaciones, la lactancia y las horas acumuladas solo le daban para cinco meses, así que ha decidido coger un mes de excedencia y volver después de Semana Santa con media jornada, de 8.30 a 13.00 horas.

“Siempre he creído que aquí tenemos derechos y bastante permisos, porque yo tengo la opción de reducir la jornada, simplemente porque quiero cuidar a mi hijo. Hasta una excedencia, sin perder mi puesto de trabajo durante un año. Y también la reducción de jornada hasta que los niños tengan doce años.

“Sinceramente, tenemos más permisos y derechos aquí, en Euskadi, que en Australia, tanto de maternidad como de paternidad. Y luego aquí hay mucho apoyo familiar”, añade, algo que las enormes distancias de Australia hacen más complicado. Allí, asegura, conciliar es más difícil, y son más las mujeres que dejan su trabajo para ser madres.

Aún así, afirma que “he tenido un buen ejemplo de mi madre; siempre ha sido muy buena trabajadora, y ha tenido que reinventarse muchas veces en su carrera profesional. Cuando teníamos cinco o seis años, estudiaba un máster y me ha enseñado siempre, que yo, siendo mujer, con dedicación y con pasión, puedo conseguir lo que quiera, sin desventaja por ser mujer. Por eso he creído mucho en la igualdad”, señala.

Nicole asegura que quieren servir de “ejemplo” para el pequeño Aritz, educarle en “valores” y que interiorice que “una mujer es igual que un hombre. Por eso, cuando yo me reincorpore al trabajo, mi marido va a estar con Aritz los dos meses que le quedan de permiso. Él va a ser el padre principal durante un mes. Ahora pienso en mi hermano, que tiene tres hijos en Australia y ha estado solo dos semanas con cada uno. La diferencia es terrible, tanto en la relación con su hijo como en el apoyo a la mujer y la madre”, lamenta.