- La búsqueda se mantuvo durante semanas. Las familias se aferraban a un clavo ardiendo y tuvo que pasar más de mes y medio hasta que se celebró un funeral multitudinario por los diez tripulantes del Carreira. El 1 de marzo de 1996 unas 3.000 personas asistieron al acto en la vieja lonja de Pasaia, el único lugar que podía albergar tanto dolor. Pero al drama de la desaparición, se le sumaron nuevos problemas. Sin cuerpos, sin rastro, cómo se podía certificar que los diez tripulantes del Carreira habían fallecido. Llegaba el momento de la burocracia, los procedimientos y de chocarse contra una pared para reclamar las indemnizaciones.

Tejedor recuerda bien aquel proceso. Fue quien removió Roma con Santiago para desatascar la situación. “Teníamos una póliza particular para cada tripulante y cuando ocurrió este siniestro nos encontramos con varias cosas, entre otras, que a la persona no se le reconoce que ha muerto y que el que tiene que pagar la póliza no paga, porque no sabe si ha muerto”.

Una tortura psicóloga y angustia añadida para familias con hijos, hipotecas y una falta enorme por la pérdida de un ser querido, recuerda Tejedor. “El seguro nos decía que estaban dispuestos a pagar a las familias mañana mismo, pero que la ley no se lo permitía. Recuerdo que Román Sudupe era diputado general y me llamó y le expliqué; me dijo: vienes y voy a hablar con Antton Marquet (fallecido en 2019), el diputado de Hacienda; y al final, conseguimos que esas pólizas se pagaran. Y becas para los hijos, algo que no se había logrado antes”.

“Hubo una ola de solidaridad”, reconoce Tejedor. “Me acuerdo que hasta de la cofradía de Villajoyosa (Alicante) nos enviaron una cantidad que tenían asignada por siniestro. Recibí muchos agradecimientos e incluso me envió una carta personal Manuel Fraga (presidente de la Xunta de Galicia entre 1990 y 2005), porque Carreira es un pueblo gallego y el patrón era de allí”.

Ya con el Marero, hundido el diciembre de 1998, lo conseguido en los despachos para aliviar estas situaciones “fue la guinda del pastel”, admite Tejedor. “Fue en las fiestas navideñas, y ahí sí conseguí algo que fue un hito en la historia de la jurisprudencia española: se cambió la ley en el Congreso de los Diputados para reconocer a estas personas desaparecidas, no solo en el mar: en la posguerra, por ejemplo, mucha gente moría y no se sabía dónde estaba”.