Puri Alonso, oriunda de Zumarraga y afincada en Beasain desde 1973, se puso al volante de un autobús en 1981 en una empresa familiar hasta que en 1989 fichó por Pesa para prestar servicio en la zona de Goierri. Volvió a la empresa de la familia y el 30 mayo 1994 pasó a ser conductora de Lurraldebus. De ahí que esta pionera sea la encargada de recoger este miércoles el reconocimiento a todas las mujeres conductoras de esta compañía que se concede en el marco de los premios Guztiok Mugituz que otorga el departamento de Movilidad y Ordenación del Territorio de la Diputación Foral de Gipuzkoa y que se entregará esta tarde en el Aquarium donostiarra.

Con tantos años tras el volante no es extraño que Puri Alonso acumule cientos de anécdotas y, asegura, pocas malas. Y es que, reconoce, aunque le tocaron tiempos duros ha sido muy feliz y siempre ha sentido el apoyo y el cariño "de compañeros y viajeros y viajeras".

Ya jubilada, tras un paso por las taquillas de Euskotren en la estación de Anoeta, Donostia, donde afirma que se aburría mucho más que tras el volante que tuvo que abandonar a causa de una operación de espalda, cuando recuerda aquellos años en los que apenas había mujeres conductoras a Puri Alonso se le nota el orgullo y la satisfacción porque, no lo duda, su profesión le ha aportado muchos buenos momentos.

Recuerda cómo en 1980 tuvo que sacarse primero el carnet de camión, paso previo para obtener el de autobús. Así empezó a rodar. Transporte escolar, servicios discrecionales, viajes por Europa€ A bordo de vehículos que poco o nada tienen que ver con los actuales en cuanto a comodidad de conducción y prestaciones y con solo un par de mujeres colegas de profesión, también en empresas familiares. Otros tiempos en los que "no te cogía nadie para conducir siendo mujer. Era un mundo de hombres y había mucha expectación".

En sus distintos trabajos le ha tocado completar rutas dispares. En 1994 comenzó a trabajar con Lurraldebus en Azpeitia y se encargó de realizar los servicios de transbordo cuando por las obras se interrumpían los servicios ferroviarios. En uno de estos servicios fue cuando, en el alto de Itziar, tuvo que mandar a un viajero ebrio que escupía y molestaba al resto a la calle. "Fueron a ayudarme pero les dije que me apañaba. Y se bajó. Nunca más he tenido que mandar a nadie fuera, aunque sí avisar, a muchos".

Sin ducha

Para Puri Alonso Lurraldebus incorporó un módulo prefabricado con ducha que inicialmente colocó en las cocheras de Landeta y que le acompañó en algunos de sus cambios de destino. Las instalaciones comunes no estaban dispuestas para que fueran usadas por mujeres. Para entrar a Lurraldebus se presentó a unas oposiciones en las que era la única mujer. "Aquella vez me acompañó mi hijo, porque aquello era un mundo", recuerda

Pero antes, Alonso recorrió Europa con los autobuses familiares y, evoca, le pasó de casi todo. "Cuando el papa Juan Pablo II vino a Azpeitia llevé a las monjas de clausura de Lazkao al convento de Azkoitia. Les hizo mucha gracia que fuera mujer y me pidieron que les diera una vuelta por el pueblo. Al día siguiente me tocaron las monjas de clausura de Tolosa y también les hizo ilusión verme. Me dijeron que me aceptaban si quería ser monja y cuando les dije que estaba casada y con dos hijos me dijeron que lo importante era la vocación", evoca riéndose. Pero su servicio les resultó tan grato que al despedirse le entregaron un sobre con un talón con el precio del viaje y un billete de 2.000 pesetas de propina. "Aquello era una barbaridad en 1982, se fue en la compra de la comida de la familia de toda una semana. Todavía me acuerdo de ellas, cantando con su mantita azul", añade.

Otra anécdota también de tintes religiosos. "Cuando a monseñor Suquía le hicieron cardenal fui a Italia de conductora de refuerzo. Al volver me confundí y cogí la entrada de Génova. El guía me asustó porque me dijo que era un laberinto. En el peaje yo no sé cómo les hice entender que no me movería si no me dejaban girar y conseguí que me quitaran los pivotes y dar la vuelta entre aplausos de los viajeros".

"Me siento privilegiada porque en todos los sitios a los que he ido me han querido, me han ayudado y me han respetado. He tenido excelentes compañeros", asegura Alonso, que comenzó en autobuses con embrague mecánico, con motores delanteros "que sacaban un ruido terrible, que no podían cuesta arriba y cuesta abajo tenías que andar con cuidado. Eran tiempos difíciles pero que te motivaban. El compañerismo era grande", apostilla esta mujer que recuerda los tiempos en los que se llegaba a trabajar con tiempo de sobra para hablar con los colegas.

Antes de entrar en Lurraldebus, empresa en la que se jubiló en 2016 tras 15 años en las taquillas, le tocó limpiar el autobús por dentro y por fuera, vaciar ceniceros y recoger lo que los viajeros echaban. "De cómo era todo cuando empecé a cuando me jubilé, con unos autobuses que se conducen de maravilla, hay un abismo", afirma esta mujer que asegura que siempre "iba con una sonrisa. Todos me saludaban, pero yo no esperaba, saludaba antes".

Entre sus recuerdos uno que atesora con especial cariño. Se remonta a hace muchos años, cuando realizaba servicios discrecionales. "Llevaba a los chavales de Gureak. Me guardaban los bombones y los caramelos que les daban las amonas y mes los daban. Llegaba el Carnaval y les hacía unos gorros de papel. Siempre sonrientes y cariñosos. Lo que lloré cuando tuve que dejar ese servicio que hice ocho años. Todavía si les veo se acuerdan de mi, saben mi nombre". Se emociona Puri Alonso al recordar esos viajes.

Emoción a veces y orgullo, en otros momentos de la conversación, como cuando cuenta que al llegar el primer autobús articulado a su unidad de Lurraldebus nadie se atrevía a estrenarlo. Entre bromas los compañeros dijeron que había "una que destacaba", la única mujer, y que se lo dieran a ella. No se amedrentó, se subió, lo probó y le encantó.

Hoy en día, a esta pionera le toca a veces montar en el autobús que conduce una de auqellas niñas hace más de tres décadas llevaba al colegio y que, durante un breve espacio de tiempo, fue su compañera. Alonso abrió caminos que quiere que sean cada vez más transitados por mujeres.

"Solo tengo historias buenas, aunque no niego que al principio no me pusieran zancadillas. Al ver que eras mujer se quedaban esperando a que metieras la pata, pero todas esas cosas te hacían más fuertes. Me quedo con cómo lloraron mis compañeros cuando dejé de conducir y con el cariño de los viajeros", concluye.