Trabajar en la era covid no resulta sencillo para nadie, pero menos aún para quienes cada día acompañan o comparten tarea con colectivos como las personas con problemas de salud mental o personas con discapacidad, que también se han tenido que adaptar a una situación que les resulta complicada, extraña, que les descoloca. Como a todos.

Desde marzo organismos, asociaciones o grupos empresariales como Atzegi, Agifes o Gureak han tenido que maniobrar con rapidez para dar respuesta a las necesidades de sus usuarios, a la par que se garantiza su seguridad o, al menos, se tratan de minimizar al máximo los efectos que los contagios por coronavirus pueden conllevar en sus servicios.

Pese a todos los cambios y las alteraciones, los profesionales que trabajan con estos colectivos coinciden en destacar que, en términos generales, su respuesta ante los cambios ha sido buena. La de los profesionales, excelente.

Quien más y quien menos cuentan con una hoja de ruta para ir retomando el ritmo normal de su día a día, aunque requiere un proceso de desescalada. Sobre cómo se han vivido estos meses en Agifes, los talleres ocupacionales de Gureak y los pisos de Atzegi ha hablado NOTICIAS DE GIPUZKOA con sus representantes.

"La segunda ola provocó más alteraciones"

a gerente de Agifes, Asociación Guipuzcoana de Familiares y Personas con Problemas de Salud Mental, Ruth Encinas, recuerda aquellos primeros días, cuando se ordenó el cierre de los centros a los que acuden 84 personas, a las que hay que sumar otras 50 que participan en el club social. Agifes dispone, además, de pisos de baja supervisión en los que están alojadas otras 53 personas.

Ante la paralización de los centros, el primer movimiento consistió en la "reorganización interna" de educadores y psicólogos "para hacer llamadas diarias". Durante el confinamiento el trabajo de los profesionales de Agifes cambió. Algunos tuvieron que acudir a los pisos "para hacer más supervisión", tomando en cuenta que del total de usuarios de los pisos "solo diez requieren supervisión continua y diaria". Había que vigilar para "que no entrara el covid en las viviendas".

"El resto del personal nos dedicamos a hacer llamadas diarias a los hogares, tanto si viven solos como en familia, para plantearles rutinas diarias y saber cómo estaban. Quienes viven solos habitualmente comen en nuestros centros y les hicimos llegar la comida con un servicio de catering, para que al menos hicieran una comida completa al día", explica Encinas.

El teletrabajo se prolongó hasta junio, cuando los centros pudieron volver a abrir sus puertas. Durante ese tiempo la comunicación con la Diputación de Gipuzkoa, titular de las viviendas que gestiona Agifes, fue constante y diaria para tener información sobre la situación de los usuarios.

También se vieron afectados otros programas, como el de Apoyo Psicosocial Comunitario, que contempla una o dos visitas por semana de los educadores a la vivienda de la persona usuaria del servicio. Este programa, que atiende a 45 personas, pasó a realizarse mediante llamada telefónica o vídeoconferencia diaria.

Llegó la nueva normalidad y sus limitaciones. "Tuvimos que activar protocolos muy estrictos, sectorizando centros y haciendo grupos burbuja para que, si entraba el virus, afectara al menor número posible de personas", subraya Encinas.

"Nosotros basamos el modelo de intervención en el empoderamiento de los usuarios, en potenciar su autonomía y realizar muchas salidas. Ese modelo de intervención ha cambiado drásticamente y hemos tenido que pasar a hacer cuidado y prevención, ante todo, recordando a los usuarios cómo ponerse la mascarilla, el lavado de manos , toma de temperatura€ Hemos cambiado horarios y organizado más grupos para las comidas", abunda Encinas.

Con el paso del tiempo, reconoce, "hemos ido relajándonos respecto a la presión del contagio". Los datos no han sido malos para Agifes. De sus profesionales, solo dos han dado positivo en covid, sin afección en "sus compañeros y usuarios", y tres usuarias, "todas en el último mes y medio". Solo en un caso se tuvo que acudir al confinamiento de una veintena de personas, entre profesionales y usuarios.

"Los protocolos están funcionando. Lo más complicado hubiera sido el contagio de algún usuario de las viviendas tuteladas y eso no se ha dado", apunta la gerente de Agifes que, por el contrario, reconoce que "organizativamente está siendo un caos". "A diario falta algún profesional porque tiene que hacerse pruebas, es contacto estrecho o se tiene que aislar y hay que aplicar el plan B, C y D".

A los usuarios las medias les afectan en su "movimiento diario" y varían según la persona. "En la primera ola no detectamos mayores recaídas. Sí algunas aisladas y familias recargadas, pero no hubo una incidencia en más ingresos o complicaciones en la patología en sí". Pero en la segunda ola sí se están detectando más alteraciones. "Como en la sociedad en general, comprobamos que esto va para largo, que no recuperaremos nuestra vida anterior enseguida, y eso afecta. En los trastornos mentales más severos estamos observando la necesidad de más ajustes de medicación, de más coordinación psiquiátrica".

Pero, además, Agifes está recibiendo más llamadas externas de personas "con trastornos del estado de ánimo: ansiedad, depresión etc., que se van agudizando. Hay más trabajo en este sentido. En algunos casos depresiones y ansiedades hacen que la persona tenga muchas dificultades en su día a día. Estas consultas han crecido de octubre a aquí", informa.

Los profesionales también se resienten. "En la primera ola había pánico al contagio. No había guantes, ni mascarillas. Cuando ya nos acostumbramos a trabajar de una forma diferente, está pasando que hay más bajas no relacionadas con el covid, sino con el estrés laboral, ansiedad, cansancio€ En la atención diaria tenemos que estar mucho más alerta y llevamos muchos meses así, sin poder hacer el trabajo como queremos hacerlo y eso acaba agotando", reconoce Encinas. "El covid no nos está afectando tanto directamente, pero esta nueva normalidad nos está llevando al límite y eso se nota en unas profesiones más que en otras", concluye Encinas.

"Nos ha sorprendido la adaptación de los usuarios"

n el servicio de vivienda de Atzegi y en todos los servicios en general de este organismo, la irrupción del covid generó una situación "muy difícil", como explica su responsable, Patxi Izulain. "Un viernes a la tarde nos anunciaron que los centros de día y los servicios ocupacionales se cerraban el lunes. Todas las personas que viven con nosotros acuden a diario o bien a centros de empleo, talleres ocupacionales o centros de día. Nosotros no tenemos cobertura de personal para las horas de atención diurna y ese fin de semana tuvimos que reorganizar todo el servicio".

Izulain recuerda que, en aquel momento, "todas las personas que lo pudieron hacer, porque tenían apoyo familiar suficiente, acudieron a sus domicilios, pero casi la mitad del servicio, 124 personas de 246, se quedaron con nosotros y tuvimos que hacer una reagrupación, y de cada dos viviendas hicimos una". Este movimiento obligó también a "reorganizar al personal, reagrupándolo para dar cobertura las 24 horas".

Esa situación se mantuvo hasta el inicio de la desescalada. A partir de ese momento, y de forma paulatina, fueron regresando "primero los de empleo, después los de ocupacional y de forma paralela los de centros de día. Fueron volviendo de forma escalonada, no todas las personas a la vez". También, poco a poco, fueron regresando a las viviendas las personas que estaban en los domicilios familiares, un proceso que comenzó a finales de mayo y se prolongó todo junio.

Dar servicio 24 horas no ha sido sencillo, y más con los cambios añadidos. "Nosotros solemos tener un periodo vacacional, por ejemplo en Semana Santa. Al personal se le dio la opción de trabajar en Semana Santa y el 85% de la plantilla aceptó". De momento, los centros ocupacionales y de empleo siguen sin tener activada la jornada completa, por lo que "los usuarios van a las viviendas a comer", hecho que ha obligado al refuerzo de personal de forma común con Gureak, que suministra la comida y brinda "unas horas de apoyo".

"Estamos en general sorprendidos de forma positiva de cómo se ha dado la adaptación de los usuarios a estos cambios, en particular cómo llevaron los inicios del confinamiento sin apenas poder salir, ni poder ir a tomar algo. La adaptación ha sido muy positiva", abunda Izulain. Pese a todo, el tiempo pasa y se "nota cansancio acumulado" y una "menor tolerancia a la frustración y mayor irascibilidad, pero nos ha pasado a todos".

El aumento de las horas de convivencia en los pisos no ha tenido efectos negativos. Es más, apunta Izulain, se dieron "menos incidencias que en situación normal". "Creo que responde a la toma de conciencia de la situación. Las personas con discapacidad han tenido que vivir con mayores dificultades y su adaptación ha sido más fácil".

El servicio de vivienda de Atzegi, recuerda Izulain, no es "de 365 días" y se dan "tres cortes anuales", aunque se faciliten servicios de atención a casi la mitad de los usuarios que no cuentan con el apoyo familiar suficiente para esos periodos. Por ello, las medidas que están en vigor, de momento, funcionarán hasta el inicio de las vacaciones de Navidad, a partir del 23 de diciembre.

Izulain solo tiene palabras de alabanza para los profesionales que prestan sus servicios en las viviendas de Atzegi. "La respuesta de los trabajadores, sobre todo en el primer periodo de marzo a junio, fue ejemplar. El personal ha sido felicitado por nuestra propia junta directiva, porque facilitó mucho este cambio organizativo. Gracias a ellos hemos podido salir al paso de la situación".

A que sucediera así ha contribuido también que ni hubiera "incidencia de casos positivos hasta verano". "Desde septiembre hemos empezado a tener casos y entonces surgió el nerviosismo y la incertidumbre. Pero, como a todos, nos ha tocado aprender y ahora lo llevamos mejor porque todo está más claro y el funcionamiento está más sistematizado".

"Cuando el bicho entra en las viviendas se siente miedo y nerviosismo. Es lógico hasta que se fijan los pasos a dar. La incertidumbre no ayuda en esto", concluye Izulain.

"Hemos aprendido a ser más fuertes para reaccionar en un futuro"

l covid, como a todos, nos vino de golpe. Los usuarios se tuvieron que ir a casa y los trabajadores también porque no se podía prestar el servicio. Después de ese primer choque, vimos que teníamos que reaccionar y tras la tercera semana un grupo de profesionales nos reunimos y decidimos retomar el contactos con los usuarios para que no se desenganchara del servicio", explica Toni Heredia, técnico de empleo de Gureak. Así se hizo, y se retomó el contacto por teléfono.

Además, también se realizó una tarea de seguimiento para prestarles apoyo en la nueva situación. Así se pudo ir recopilando la información necesaria para dar un servicio no presencial, algo que era nuevo en Gureak. "Pasada esa fase 0 diseñamos un plan de desescalada, que tenía como objetivo que en julio las personas usuarias pudieran volver al servicio si así lo deseaban", recuerda.

El plan estaba concebido para que se desarrollara de forma progresiva, conscientes de que las más de 800 personas usuarias no podrían regresar al unísono. "Teníamos que hacer una adaptación importante de los espacios para que la vuelta se hiciera en cumplimiento de todas las medidas de seguridad necesarias".

Para ello el primer paso fue la reconfiguración de los espacios, para después diseñar un modelo de atención no presencial para las personas que no se incorporasen a los servicios. Se planteó una propuesta telemática, con sesiones online dos o tres días a la semana.

En julio, respetando los aforos, se reiniciaron los servicios, pero con flexibilidad: "Reordenando la oferta, con nuevas formas de atender a las personas, cambiando horarios e individualizando la atención". Un ejemplo. En la oferta ocupacional Gureak cuenta con el programa Zabala, que consta de actividades a desarrollar a través de retos para trabajar la autonomía de las personas. "Siempre habíamos usado el formato presencial, que es el más adecuado, y tuvimos que adaptar para hacerlo online". La flexibilidad también alcanzó a las personas que se quedaron en casa y que tuvieron que adaptarse a esta realidad.

Este desbarajuste de la normalidad afectó de forma diferente a cada persona. "Inicialmente reaccionaron de una forma que valoramos como positiva. Teníamos miedo a que esta situación trastocara el trabajo realizado con estas personas durante años, pero reaccionaron mejor de lo que imaginábamos", asegura Heredia, que subraya que la atención telemática recibió también una buena valoración de las personas usuarias y las familias, de las que Gureak recibió un "gran apoyo y comprensión".

Los trabajadores también tuvieron que readaptarse a una compleja realidad. "Los profesionales han tenido que dar una atención totalmente diferente. Hemos tenido que modificar nuestra oferta, no solo en lo que es la atención no presencial. La atención presencial ha tenido que ser más adaptada, más individualizada, y eso nos ha obligado a movernos a todos", explica Heredia. "La adaptación de los profesionales ha permitido que el servicio se mantuviera dentro de los rangos de calidad que veníamos ofreciendo", abunda.

Prolongar las medidas excepcionales en el tiempo requiere de "un esfuerzo mayor". Durante este periodo Gureak ha ido tomando medidas para "llevar mejor esta nueva normalidad, con cambios de horarios, reducción de la jornada€".

De cara a enero Gureak prevé ampliar todos los horarios y "poner en marcha de forma presencial todos los programas que en el servicio ocupacional se realizaban antes del COVID-19, incluso el servicio de comedor". Pese a todo, "habrá que trabajar con ratios más pequeños y garantizar las medidas de seguridad, lo que nos obligará a funcionar de forma distinta" concluye Heredia, que destaca que el trabajo en común con la Diputación ha contribuido a que el servicio haya podido desarrollarse y adaptarse de forma adecuada. "El trabajo en red con otros agentes ha sido fundamental y hemos aprendido a ser más fuertes para reaccionar ante lo que nos venga a futuro", apostilla.