- Tras 40 años de recorrido profesional, Max Pérez se ha despedido ya de sus compañeros celadores del Hospital Donostia, que celebra estas semanas su 60º aniversario. Técnicamente se encuentra todavía de vacaciones, pero al agotarlas disfrutará de una merecida jubilación tras cuatro décadas de trabajo en las que ha acabado como jefe de celadores.

“El hospital ha progresado de la mano del avance social”, asegura Pérez, que advierte grandes modificaciones desde que él comenzara su andadura profesional. Quizás la más evidente es la llegada de la mujer al estamento de celador, un puesto antes reservado para hombres, según reconoce el propio Pérez. “Prácticamente no había mujeres, éramos todos hombres. De hecho, antes se solicitaba que vinieran hombres, porque tenían más fuerza”, recuerda.

Afortunadamente, aquellos años quedaron atrás y cada vez son más las mujeres que ejercen de celadoras. Aunque el trabajo no ha cambiado tanto, los avances técnicos y los medios de los que se dispone hoy en día han facilitado mucho la tarea. “ El material para movilizar a la gente, por ejemplo, ha mejorado mucho”, admite.

Pero además, la percepción social de los celadores también ha evolucionado con el paso de los años. “Ha habido un avance tanto cultural como social. Antes la gente casi no tenía estudios y ahora en cambio, prácticamente no hay diferencias, más allá de las técnicas, entre unos estamentos y otros”, dice Pérez.

No solo el personal ha cambiado; también la relación con el paciente ha evolucionado. “Se ha cambiado mucho, pero también por la exigencia del paciente. No era lo mismo una persona hace 40 años, que podía estar sin protestar en una cama en un pasillo como sucedía, a ahora, que el nivel de exigencia es mucho mayor”, dice.

El destino ha querido que Max Pérez se despida de su andadura profesional en un año en el que la pandemia ha marcado la realidad sanitaria. Sin embargo, este profesional intenta “desdramatizar” la situación. Recuerda que en el pasado también hubo épocas “muy complicadas”, como cuando el sida golpeaba con fuerza en Gipuzkoa, o el Hospital Donostia se convertía en el hospital de referencia de Euskadi en la crisis del ébola. También años con gran incidencia de la gripe. “Ha sido un año duro, pero no lo recuerdo como algo terrible”, asevera Pérez, que relativiza: “Es una situación difícil que los que trabajamos allí tenemos que afrontar con los medios adecuados”.

Reconoce que se han producido momentos “jodidos”, relacionados con que se trataba de una enfermedad nueva y desconocida, por lo que había mucho “miedo”, especialmente entre la gente. Sin embargo, recuerda que “tenemos buenos profesionales que saben lo que tienen que hacer”, por lo que no le cabe duda que antes o después, la normalidad se recuperará.