- José Félix Martí-Massó fue jefe de Neurología en una unidad que estrenó en solitario y donde trabajó desde 1975 hasta 2017, más de cuatro décadas de las que hace un balance muy positivo, "con una actividad profesional muy gozosa y satisfactoria, con mucho trabajo y pocos disgustos". En el hospital, que cumple su 60º aniversario, ha podido desarrollar su labor "asistencial, docente e investigadora".

Martí-Massó llegó cuando "se jerarquizó el hospital y se creó un departamento de Medicina Interna". Fue el primer neurólogo en este departamento, en el que había profesionales de otras ramas. Se realizaban sesiones clínicas comunes por las mañanas, que todavía recuerda "con cariño" con sus compañeros de entonces.

En aquel hospital las camas eran el principal problema. "Había habitaciones con cuatro camas, incluso con cinco, y sin baño que tenían que compartir un chaval de 16 años con una meningitis, una persona que estaba falleciendo por una hemorragia cerebral y un enfermo con deterioro cognitivo. Era muy duro y se solucionó en parte cuando nos trasladaron al Materno infantil", recuerda el galeno.

Muchos años de trabajo y grandes avances. "Los cambios para nosotros han sido graduales. En lo personal, entré solo y luego empecé a formar residentes. Se contrató como neuróloga a mi mujer, ya éramos dos y comenzamos a tener residentes. Hoy en Neurología hay alrededor de 30 personas", señala,

Entre las mejoras fundamentales a destacar se refiere a la creación de la Unidad del Ictus y la generación de unidades especializadas como la de Párkinson, deterioro cognitivo, epilepsia...

Otro momento clave es cuando en 1979 "pasamos a ser responsables de la unidad docente de Medicina de la UPV/EHU y se creó una fundación para la investigación". Un avance "importantísimo" fue la llegada del escáner, en torno al año 1978. "El primer escáner llegó a la Policlínica, pero pronto tuvimos uno propio", recuerda. Con el escáner y la resonancia cambió "la actividad asistencial de la neurología".

Pero hay avances que van de la mano de los cambios en la sociedad. "Antes teníamos los 65 años como límite para utilizar el tratamiento anticoagulante, algo que hoy no nos parecería ético", constata. "La sociedad se dio cuenta de que el paciente tenía que tener un papel más activo y hoy se les informa de las posibilidades que tienen, de tal modo que tienen que hacerse responsables de algunas decisiones de carácter terapéutico o de otro tipo", explica.

Respecto al COVID, señala que ha sido "un palo en muchos sentidos". Por una parte "por la incertidumbre que ha generado" y el "cierto aislamiento social" que ha provocado. El principal temor es si "el hospital se puede saturar e inundar de camas covid", reflexiona, aunque hay otra tema que preocupa a este profesional, el hecho de que "han empeorado ciertos aspectos de la medicina".

Un ejemplo. "Llama la madre de un chaval de 20 años diciendo que tiene fiebre. Le atiende una enfermera por teléfono, le hacen la PCR y, al final, tiene unas anginas. En vez de explorarle y darle antibióticos, se pasa por un proceso largo que hace peor el acto médico".

Martí-Massó pone otro ejemplo. "Se dice que ha bajado la prevalencia del ictus. No es verdad, lo que pasa es que los ictus no van al hospital por miedo, como ocurre con pacientes con determinados cánceres", señala.

"Ese empeoramiento de la asistencia en general por el COVID me preocupa, porque cuando yo les pregunto a los neurólogos del servicio me dicen que han hecho mucha actividad por teléfono. Pese al agobio general, estaban con menos trabajo porque los enfermos no acudían al hospital como antes", concluye.