- Las imágenes de olas gigantes que acaban por inundar las calles de la Parte Vieja donostiarra y destrozan las vidrieras de La Perla o que entran hasta el interior de los establecimientos zarauztarras son cada vez más habituales cada invierno. El centro pasaitarra Azti lidera una iniciativa transfronteriza que trate no solo de alertar de la posible llegada de los temporales, sino que ofrezca fórmulas para contrarrestar sus efectos.

¿Cómo nace un proyecto de esta envergadura?

-Surge de una colaboración histórica entre técnicos pero también administraciones, que son los usuarios finales de lo que desarrollamos, de la zona transfronteriza. En Marlit buscamos poner conocimiento científico y desarrollar herramientas para mejorar la adaptación a los efectos del cambio climático y, en particular, en los impactos de los eventos extremos como son los temporales y el oleaje en invierno.

Trabajan, en primer lugar, en saber detectar a tiempo la llegada de un temporal extremo.

-Entre las soluciones que proponemos está la de mejorar los sistemas de alerta, que en Euskadi ejecuta la Agencia Meteorológica de Euskalmet. Ellos dan predicciones del impacto que tienen esos temporales a través de semáforos -verde, amarillo y rojo- que se definen por una serie de factores con el conocimiento de eventos pasados y lo que nos indican los modelos de predicción. Se tiene en cuenta no solo el estado del mar y las olas que van a venir, también el nivel medio de la superficie de agua que tendremos. Es decir, si va a haber mareas vivas o muertas, a qué hora va a llegar el pico del temporal, algo que es muy importante, y si va a coincidir con marea alta o baja. Además de otros factores como una baja presión que haga subir el nivel del mar o el empuje del viento. Sumamos todo y programamos el impacto de las olas tanto en playas como en infraestructuras antropogénicas en ciudades de costa, lo que permite prevenir inundaciones o daños en instalaciones, como hemos visto muchas veces en La Perla de Donostia o en los bares en el paseo marítimo de Zarautz. Hay que tener en cuenta que es un problema que a futuro va a ser más grande. Con la subida del nivel medio del mar, que a final de año es entre medio metro y un metro más, las probabilidades de que coincidan las mareas vivas con la marea alta y un temporal con olas importantes es mayor y los riesgos aumentan mucho. El impacto de un mismo temporal será mucho más grande en el futuro. Por eso hay que pensar no solo en sistemas de alerta, también en medidas de adaptación.

¿Cómo por ejemplo?

-En muchos sitios podremos defendernos subiendo la cota de los diques y de los paseos o construyendo infraestructuras duras como puede ser un dique sumergido que hace romper la ola antes, y en otros implantando medidas basadas en la naturaleza que consisten en volver a darle un papel predominante en los lugares donde sea posible. La naturaleza nos enseña mucho al respecto. No hay que olvidar que las playas son la defensa natural más eficaz contra los temporales. El problema es que cuando construimos un paseo marítimo, quitamos la reserva de arena quitándole el proceso natural de defensa.

En los últimos años se ha visto que Euskadi es una zona cada vez más propicia para los temporales.

-Exactamente. Con acudir a las hemerotecas se puede apreciar cómo siempre ha habido temporales, pero hay una tendencia, que seguimos estudiando, y es que es muy posible que aumenten su fuerza y sean cada vez más probables. El periodo de retorno trata de contestar a cada cuántos años nos llega un temporal de esas características. Todos los inviernos tenemos alguno pero hay otros que catalogizamos como los que aparecen cada diez años y los que lo hacen cada cien. Hay indicios de que estos temporales extremos aumenten su frecuencia, por lo que la toma de decisión es cada vez más importante. Cuando se habla de emergencia climática, hay una sensación de que es un problema para el futuro lejano, pero ya podemos ser testigos de que hay eventos que dañan nuestra costa.

Están desarrollando unos novedosos sistemas de vigilancia para recabar toda la información. ¿En qué consiste?

-El tema de vigilancia no es algo del todo nuevo porque venimos de una trayectoria de proyectos anteriores que nos han permitido desarrollar un sistema de videometría como es la Red guipuzcoana de videometría. Hay varias aplicaciones de gestión de playas, pero una de ellas es monotorizar y vigilar el rebase de las olas por encima de un paseo o un dique. Eso nos da datos objetivos y cuantitativos del impacto calibrando los modelos de prevención. Disponemos desde hace diez años en Zarautz de un sistema de monitoreo, pero bajo el marco de Marlit hemos implementando nuevas estaciones en el Paseo de Salamanca de Donostia y en el puerto de Bermeo. Gracias a ellas podemos poner números a los impactos y al comportamiento de las playas.

La subida del nivel del mar es un problema global e imagino que también lo tienen en cuenta.

-Sí, de hecho una de las principales novedades con respecto a proyectos anteriores es que trabajamos bajo el marco POCTEFA (Programa Europeo de Cooperación Territorial) en el que también están socios catalanes. Allí, lo hemos visto con el temporal Gloria, no son ajenos a ello, aunque sí que es cierto que no son de las mismas características y carecen de mareas. Es una ocasión de poner en común tecnología y conocimiento para abordar el problema conjuntamente.

Hay incontables ejemplos de cómo se ha construido arrebatando espacio a la naturaleza. ¿El mejor aliado de los temporales ha sido el propio ser humano?

-Sí. La Ley de Costas es un punto clave, pero está claro que al desarrollar toda una serie de infraestructuras cerca del mar, con el cambio climático y la tendencia actual, nuestra vulnerabilidad aumenta. No obstante, también tuvimos nuestras motivaciones. No es casualidad que gran parte de la población viva cerca del mar. ¿Podría ser falta de previsión? Es fácil a toro pasado decirlo. Hace 50 años no había tanto conocimiento sobre lo que nos venía encima.