uien pase por la plaza Blas de Otero de Donostia, justo frente a la cafetería de Tabakalera, podrá dejar por escrito su testimonio, una idea, una reflexión sobre la muerte. La invitación es clara, lo señala el título de la actividad: Antes de morirme quiero... Un proyecto comunitario que invita a reflexionar sobre la propia mortalidad y lo que más nos importa antes de morir.

Bidegin, Servicio de Apoyo al Duelo y Enfermedad Grave Avanzada, ha organizado de forma conjunta con el Ayuntamiento de Donostia (el área de Salud municipal y Donostia Lagunkoia) esta actividad que se integra en el I Festival Dando Vida a la Muerte, que se desarrolla a nivel estatal y que en Euskadi se completa con propuestas en distintos municipios, incluyendo conferencias telemáticas.

Hasta el día 7 cualquiera puede pararse y escribir esa palabra, esa idea, al ir al trabajo o a la vuelta de la compra. Lo que le venga a la mente.

Izaskun Andonegi, presidenta de Bidegin, lo explica: “Esta proyecto es una invitación a la reflexión sobre nuestro propio sentido vital y en estos tiempos que corren, recoger el sentir y la expresión de lo que vive la ciudadanía es un termómetro emocional”.

Esta invitación que hace Bidegin a la reflexión ha sido secundada por personas de distintas edades y con vivencias diferentes. Es el caso de una amona, de 90 años, que acudió a la cita en compañía de su nieta, que le quiso dejar un mensaje escrito con tiza y cariño: “gozatu!” (¡Disfruta!).

Porque ese Antes de Morirme Quiero... lo que evidencia, lo constata Txema Ormazabal, de Bidegin, es que “lo que nos importa, sobre todo, es el amor, aunque la palabra parece que hoy en día esté fuera de uso”.

Así lo rubrica la palabra, casi una despedida, que una persona que se halla “en proceso de morir” ha querido dejar a modo de testimonio. Unas pocas letras y mucho mensaje: “Agradecer”. “Esa persona sabrá a quién o qué quiere agradecer, pero es lo que quiere transmitir”.

Los mensajes son de todo tipo. Hay quien se propone antes de dejar este mundo aprender a ser menos duro consigo mismo y quien desea “que mis hijos siempre se acuerden de mí con amor”. Los hay más prosaicos, como quien antes de morir quiere hacerse un tatuaje, pero también quien desea despedirse habiendo logrado la “certeza de haber aprovechado el tiempo”.

Y es que, apunta Ormazabal, no se pone límites a lo que se quiere expresar. “La gente quiere expresar sus sentimientos, necesita hablar sobre lo que siente en relación con la muerte”. “Muchas veces pensamos que si hablamos de nuestro difunto damos pena o, al contrario, quienes nos rodean para no entristecernos no nos hablan de ellos. Los difuntos se van y no hablamos de ellos”.

Resulta evidente, por la respuesta obtenida (ayer se tuvo que colocar otro panel porque en los instalados ya no había espacio), que esa necesidad de reflexionar, de compartir sentimientos sobre la muerte existe, a cualquier edad, en distintos momentos de la vida. Ese testimonio vital puede ser humano o casi divino. Recuerda Ormazabal el caso de un joven, enfermo de ELA, que en un documental expresaba que su deseo antes de morir era uno sencillo y para él complejo: tener relaciones sexuales.

“Dejamos muchas cosas para después porque vivimos corriendo y la muerte llega cuando tiene que llegar”. La que propone Bidegin es una vía de expresar eso que se queda en nuestros cajones vitales.

La idea de sacar de estos cajones esas ideas, esos sentimientos, fue promovida por Candy Chang en Nueva Orleans en 2011, cuando preparó una pared totalmente negra para que n la misma se estamparan reflexiones diversas, dando inicio a una propuesta que ha dado la vuelta al mundo.

El sábado se dará por cerrada esta actividad con la celebración, online, de encuentros entre grupos de 12 a 15 personas para poder reflexionar y compartir esas reflexiones entre las 17.00 y las 19.00 horas.

“Nos importa la muerte, a todos, vamos a hacerle un poco de caso”, concluye Ormazabal”.

“Dejamos muchas cosas para después y olvidamos que la muerte llega cuando tiene que llegar”

Miembro de Bidegin