s la época del año donde más trabajo se amontona. Grupos que trabajan fin de semana sí y fin de semana también durante los meses de junio, julio, agosto e incluso septiembre, recorriendo con su música las fiestas de la geografía vasca. Sin embargo, la pandemia lo ha dinamitado todo y orquestas y charangas se ven abocadas a sobrevivir a un verano que cerrará en blanco con desiguales consecuencias para unos y para otros, pero que todos viven sumidos en la "tristeza".

Paco Flores es uno de los cuatro integrantes de la orquesta Tsunami y el único del grupo que se dedica profesionalmente a la música, por lo que la pandemia ha traído consecuencias nefastas para su economía. "Me dedico a esto y no me dejan trabajar. Gracias a que mi pareja lo hace y por ella podemos ir sobreviviendo, pero en algún momento tendrán que tomar medidas para que podamos trabajar", expone.

En un año "normal", su grupo actúa en unos "30 o 40 bolos", la mayoría de ellos verbenas estivales, aunque también son contratados por hogares de jubilados y casas de cultura, donde llevan a cabo actuaciones de menor tamaño. En febrero ofrecieron su última función y desde entonces no han vuelto a subirse al escenario. "Parece que el sector de la cultura y la música es lo que menos interesa que arranque", lamenta este músico, que considera que "con la voluntad de las instituciones" podrían encontrarse fórmulas para retomar la actividad con seguridad. "Pero nadie mueve un dedo", añade, mientras recuerda que esta situación no afecta únicamente a quienes se suben al escenario, sino también a todo el personal que se dedica al sonido, las luces o los montajes.

Advierte que "las grandes orquestas, que requieren grandes montajes, están desapareciendo porque necesitan mucha inversión en material, en pagar a músicos", y mientras tanto, las ayudas económicas siguen sin llegar. "En mayo el Gobierno Vasco lanzó ayudas para gente del sector. Yo hice la solicitud porque reunía todos los requisitos, pero todavía no sabemos nada. De momento no he recibido ni un euro". Tampoco han recibido ningún tipo de indemnización por las actuaciones contratadas que han sido suspendidas, ni siquiera un compromiso para retrasarlas en el tiempo.

Por todo ello, augura un futuro "muy negro". "No parece que esto vaya a ir a mejor, no hay ningún atisbo de que esto pueda cambiar", dice pesimista.

De 40 bolos a ninguno

Una afición nada rentable

Otras que se han visto afectadas por esta situación son las charangas. En la mayoría de casos, están integradas por músicos amateur que aprovechan la época estival para ingresar un plus de dinero. Aunque su situación no es tan crítica como la de Flores -por el simple hecho de que tienen otra profesión-, viven con la misma desazón la situación provocada por la pandemia.

Jon Otxoa es integrante de la tolosarra Txaranga Kalean, que cuenta que "ya en el confinamiento el verano lo dábamos por perdido; de cara a septiembre u octubre a ver cómo va aconteciendo el tema", expone.

En su caso, cierran entre 30 y 40 bolos entre junio y septiembre, una cifra que según reconoce el propio Otxoa "no es ni la mínima parte de lo que tocan otras charangas". Este año tendrán que conformarse con algunas actuaciones sueltas en septiembre que ni siquiera saben si seguirán en pie cuando llegue la fecha.

En junio, pudieron quitarse una pequeña espina organizando un concierto en streaming por las redes sociales, aunque este músico reconoce que "no es lo mismo". "Solíamos tocar todos los años y era uno de los fines de semana que más a gusto lo hacíamos. Este año queríamos ofrecer al pueblo nuestra música, porque sabemos que a la gente le gusta y se nos ocurrió hacer un streaming. Hablé con el Ayuntamiento, nos dejaron un local e hicimos un directo por Instagram aproximadamente a la hora que solemos tocar en la calle. Fue una pequeña parodia, nos vestimos de escopeteros... Ha sido la única manera en la que hemos podido hacer algo. Tuvo buena acogida pero fue triste", recuerda.

También han sido tentados para alguna despedida de soltero, pero no quieren disgustos: "¿Me puedes asegurar que después de cuatro cubatas se va a mantener la distancia de seguridad?", plantea. "Una charanga ya sabemos lo que es, cómo mueve a la gente, detrás de una charanga no va la gente ordenada, a metro y medio, con una mascarilla... Es algo inviable", asume. "Y el año que viene a ver qué pasa, porque va a haber bolos contados", vaticina.

La situación es deprimente: "Tenemos mucha tristeza y es algo generalizado entre todos los músicos, porque disfrutamos con lo que hacemos y nos gusta que la gente disfrute con nosotros". Sin embargo, confía en que las charangas puedan volver a animar las calles: "Es un sector con mucha vocación y el que es charanguero con 20 lo sigue siendo con 50. Si no hay continuidad -en las actuaciones- la gene se puede desilusionar, pero no creo que esto vaya a llevarnos a la disolución", afirma.

El COVID-19 también ha sacudido con fuerza las rutinas de Jaixkipe Txaranga, de Lezo. Tras un intenso invierno, en el que habían "ensayado mucho y sacado muchas canciones nuevas", estalló el confinamiento, que obligó a sus 14 integrantes a suspender los ensayos. "Tocábamos en la musika eskola de Lezo y como se ha cerrado, cada uno ha estado ensayando en su casa y cuando nos juntemos ya veremos cómo sonará", cuenta Iñigo Izulain.

Este músico recuerda las semanas de encierro entre risas: "Se puso de moda lo del Skype pero imagínate a 14 tíos cada uno con su instrumento y su conexión... era una locura". Lo que sí decidieron fue grabar un vídeo para amenizar la cuarentena a sus vecinos. "Hicimos una canción, cada uno tocaba su parte y luego unimos los vídeos y lo dejamos en las redes para animar un poco a la gente".

Ahora, viven una travesía por el desierto con resignación: "Nos da bastante pena porque a nosotros lo que nos gusta es tocar y que la gente lo pase bien con nosotros, pero tampoco es un momento de celebrar nada".

Asegura que la afección económica ha quedado en un segundo plano, aunque reconoce que el agujero es importante. "Depende del verano, pero calcula que todos los fines de semana tenemos actuaciones. Es un extra importante, porque se puede llegar a sacar bastante dinero, como un sueldo entero. Hemos pasado de eso a nada, pero nosotros no lo hacemos por eso. El dinero es una ayuda, pero lo que nos gusta es tocar y pasarlo bien", asevera.

Cree que la gente les "echa de menos" por el ambiente que dan a las fiestas populares, por lo que auguran que volverán "con más fuerza". "La gente está ensayando cada uno por su cuenta, algo que antes no hacíamos, así que nos ayudará", sentencia.

A sus 54 años, Ángel Florindo lleva 35 años en las calles, casi tantos como la Txaranga Tximeleta de Donostia, con cuatro décadas a sus espaldas animando las fiestas. "Nunca habíamos vivido algo así", reconoce el músico.

El próximo día 11 celebrarán su primera actuación en muchos meses, gracias al Ayuntamiento de Donostia, que les ha contratado para animar las calles de la ciudad en las no fiestas de Semana Grande de este año. "Haremos todo lo posible para que haya buen ambiente dentro de las medidas de seguridad", afirma y asegura que tiene "mono de salir a la calle y dar alegría a la gente". Para ello llevan semanas ensayando todos los miércoles y es que, tal y como afirma Florindo, "el morro tiene que estar al 100%".

Tienen callo en proporcionar ambiente. Son asiduos a muchas fiestas populares, también fuera del territorio, ya que cada año viajan a Navarra y Catalunya para dinamizar eventos. "Es triste porque siempre hemos estado en la calle animando a la gente y que no se vea nada es muy frustrante", dice este músico, que no sabe qué deparará el futuro: "No sabemos qué va a pasar con las tamborradas ni el carnaval. Hay que ir día a día, a ver cómo evoluciona la pandemia".

Efectivamente, será el coronavirus el que marque el ritmo. Mientras, Euskadi aguardará que sus calles vuelvan a llenarse de música.

"En algún momento tendrán que tomar medidas para que podamos trabajar"

Orquesta Tsunami

"Ha sido un verano en blanco y el año que viene a ver qué pasa, porque va a haber bolos contados"

Txaranga Kalean

"Nos da pena porque nos gusta que la gente lo pase bien, pero tampoco es momento de celebrar"

Jaixkipe

"No sabemos qué va a pasar con las tamborradas ni el carnaval. Hay que ir día a día"

Tximeletak