on la fecha reservada antes de que el COVID-19 hiciera acto de presencia trastocando el día a día de todo el mundo, Juan Terol y Jota Martínez siguieron adelante con su boda en el Ayuntamiento de Donostia, aunque con algunos cambios sobre el guion previsto: será en tres fases, como el proceso de llegada a la nueva normalidad.

La primera fase tuvo lugar ayer a la noche con la concejala de Elkarrekin Podemos, Aitzole Araneta, como maestra de ceremonias. Una veintena de invitados acompañaron a la pareja en la Casa Consistorial. Con las mascarillas como obligado complemento del look de bodas, el reducido grupo fue también el encargado de organizar la fiesta sorpresa con la que consiguieron que el día fuera incluso más especial.

Eso ocurrió ayer. Pero con el COVID-19 presente en nuestras vidas, la organización de esta boda se ha tenido que adaptar a las circunstancias. “En diciembre llamamos al Ayuntamiento para pedir fecha. El 19 de junio, a las 20.00 horas, era de las pocas opciones que quedaban este mes y la cogimos”, explica Juan Terol.

La realización de los trámites en el Registro Civil les llevó a las puertas del estado de alarma. A partir de ese momento, reinó el desconcierto. “Ya no sabíamos si se tendría que retrasar, paralizar o lo que iba a pasar. Durante este tiempo nuestra duda ha sido ver semana a semana cuántas personas podrían ir. Todo sobre la marcha”, añade Terol. Lo que tuvieron claro en todo momento es que seguirían adelante con la boda: “Siempre hemos pensado que la haríamos como se pudiera, con los invitados que se pudieran”.

Un mes antes de la boda ya asumieron que los invitados que debían de llegar de fuera de Euskadi, un buen grupo, no podrían asistir. “Tenemos invitados que no hemos sabido si podrían venir hasta el último momento, como los de Navarra”, apunta. La familia de Jota Martínez no estará en la boda. Martínez es colombiano y parte de su gente sigue en su país, a donde todavía no saben cuándo podrán viajar, como era la intención de la pareja.

“En estos tiempos de tanta preocupación pensamos que para nuestro entorno que nos casáramos sería una alegría”, subraya Terol. Lo que no sabían muy bien es cómo organizar esta singular boda. Hace unas fechas les comunicaron que el Ayuntamiento admitía hasta 60 personas en su enorme salón de plenos, manteniendo las distancias oportunas. Pero finalmente pensaron entonces invitar a sus amigos donostiarras y mantener la cifra de 20 invitados, porque abrir el abanico haría imposible que todos pudieran luego acudir a la fiesta sorpresa. A lo que sí se vieron obligados es a cancelar la reserva en el restaurante donde, si todo hubiera ido según lo previsto, se habría celebrado la cena posterior. Por unas pocas horas no se han podido desplazar hasta Donostia todas las personas invitadas a la boda. El saber esa fecha fue lo único que les hizo albergar dudas. “Barajamos la posibilidad de retrasar la boda. Pero luego vimos que había algunas realidades, gente que incluso ha perdido el trabajo, que hacía que la situación fuera excepcional, y decidimos dejar las cosas como estaban”, explica Terol.

La selección de los invitados no ha sido sencilla. Lo primero es la familia, y con la de Terol ya casi se cubría el cupo. “También vendrán los amigos más cercanos”, afirma este donostiarra que ha querido poner un toque de humor a la situación. “No tenemos mascarillas fashion, solo las de 0,96 euros, no se nos ocurrió comprarnos unas más monas. Todavía no sabemos si llevaremos las camisas por dentro y por fuera, pero sí que iremos elegantes aunque sin corbata”, aseguraba el novio horas antes de la ceremonia.

Así se desarrolló la fase 1. La fase 2 llegará en septiembre. Para entonces han dejado Juan y Jota la comida en el restaurante previsto. “Será la reboda. Dejaremos algo para entonces, lo de las alianzas o nos inventaremos algo. Habrá una especie de ceremonia teatralizada, no sabemos muy bien qué. Lo que sí haremos es proyectar el vídeo de la boda”, apunta Terol.

Allí esperan que estén todos los invitados que hubieran querido que acudieran en la fase 1 de su boda y que el COVID-19 ha mantenido lejos. Porque tampoco podrán llevar a cabo el viaje previsto. “Teníamos reservado un viaje a Colombia en agosto, pero no podrá ser porque cierra sus fronteras hasta el día 31. Nos iremos a París, ni tan mal”, asegura Terol.

Pese a que todo ha resultado complicado lo que tienen claro es que la “ilusión” no la han perdido en ningún momento, aunque reconocen que la ausencia de muchos amigos y de la familia de Jota Martínez ha hecho que quizá no hayan vivido los momentos previos a la boda “con esa emoción, esos nervios” que se acostumbran a tener. Pero el amor lo puede todo, hasta esperar a una tercera fase de la boda. Esa ya en Colombia cuando se pueda. De momento, el lunes toca trabajar.

La familia de Jota Martínez, natural de Colombia, no pudo asistir a la boda, y la pareja no sabe cuándo podrá viajar al país sudamericano