s viernes. Toca examen de consejeros autonómicos de Sanidad en el Ministerio para cambiar de fases. Los examinandos se concentran en el pasillo del aula en pequeños grupos, nerviosos, preguntándose cómo lo llevan. La mayoría va bien. Han asistido a las clases teóricas, las prácticas y a esos seminarios a modo de reuniones de coordinación y ahora presentan un buen trabajo. El andaluz, desde que suspendió el parcial de listeriosis, ha mejorado mucho, pero, como a otros, le quedarán un par de parciales. La vasca va a por nota. Las malas lenguas insinúan trato de favor. El gallego le copia.

Está en juego el confinamiento y lo que conlleva en lo social y económico.

Parece que el valenciano ha renunciado a la convocatoria por sentido de responsabilidad y prudencia. Es un tipo raro. En una esquina del pasillo, el madrileño. Casi nadie le conoce. Apenas asiste a clase y se la pasa whatsappeando. No le salen bien los ejercicios de autoevaluación, ni con los apuntes delante. Incluso haciendo trampas en la contabilidad, se le multiplican los casos. Argumenta que le tienen manía los comunistas y bolivarianos. En la otra esquina, la catalana, gesticulando. Es como el madrileño, pero con lazo amarillo y diciendo ummmm antes de cada parrafada. En su laboratorio se han equivocado y no son válidos más de 3.300 positivos y ha perdido 535 muertos. Los resta del total y arreglat, nen. Lo malo es que le han pillado. Echa la culpa al centralismo de Madrid y ha impugnado unas cuantas preguntas por razones lingüísticas, a ver si cuela, porque el error del laboratorio es de nomenclatura. Los clasificaron como "no concluyentes" -pacientes con síntomas, pero negativos- en lugar de "no detectables" -negativos-. Con lo fácil que es usar la terminología clásica de positivo, dudoso y negativo. Ya digo, un tema idiomático.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, del vertedero de Zaldibar, ni de comprar producto local, de nuestros baserritarras. Doctor en Veterinaria