- Manuela Pérez y su equipo han vivido "situaciones excepcionales" en sus desplazamientos a tantos domicilios, donde han tenido que atender a una población desconcertada por la irrupción del COVID-19. "Quizá nosotras podamos estar más sensibilizadas por lo que hemos vivido, pero la responsabilidad a partir de ahora es de todos", advierte la jefa de Servicio de Hospitalización a Domicilio de la OSI Donostialdea.

¿Qué sensación deja esta aparente calma tras dos meses frenéticos?

-Estamos aprovechando para tomar algo de aire y descansar tras responder a un reto increíble para todas las profesionales. En la medida que se va recuperando la normalidad, la situación vivida nos ha dejando un poso, y hemos abierto un periodo de reflexión para ver qué aspectos se pueden mejorar.

Describa esa situación vivida...

-Lo peor ha sido la falta de certidumbre, no conocer bien la enfermedad ni la capacidad de expansión que tenía el virus. Es algo que nos ha exigido adaptarnos de forma muy rápida, dando respuesta a un volumen muy elevado de pacientes. Ha sido necesario reestructurar los recursos humanos y materiales, aplicando un nuevo modelo de trabajo que ha resultado muy duro para los profesionales. Conforme han pasado los meses, hemos estudiado, leído y compartido conocimientos. Sí me gustaría dejar claro que todo ha sido posible gracias el trabajo en equipo. Hemos aprendido los unos a los otros, compartiendo conocimientos. Ha sido algo fundamental.

¿El personal sanitario acusa el desgaste después de esta dura prueba?

-Sí, hemos trabajado muchísimas horas. Hemos dedicado las vacaciones a dar respuesta a la pandemia, invirtiendo mucho más tiempo del habitual: fines de semana, festivos€ ha habido muchísimo trabajo a un ritmo tremendo.

¿Cómo se ha vivido esa incertidumbre en tantos hogares?

-Los protocolos han sido muy exigentes. Atender a los pacientes COVID en sus domicilios, en condiciones tan diferentes a las habituales, ha requerido un enorme esfuerzo de adaptación, con los Equipos de Protección Individual (EPIs) ante cualquier sospecha de enfermedad. Ha sido necesario un entrenamiento previo. Hemos vivido situaciones excepcionales, pertrechadas con la bata, gafas€ Acudíamos de dos en dos, apoyándonos unas a otras, y creo que al final entre todas hemos sido capaces de manejar la situación. La verdad es que la incertidumbre y rapidez con la que hemos tenido que incorporar tantos cambios ha traído consigo un estrés enorme. Hemos tenido momentos de mucho volumen de pacientes, pero creo que hemos respondido con mucha dignidad, tanto a nivel organizativo, de dirección como a pie de calle.

¿Los pacientes atendidos eran los derivados del hospital, o el grueso principal ha sido asistido directamente en sus domicilios?

-Hemos atendido ambos casos, aunque principalmente se ha seguido la convalecencia de pacientes por COVID-19 que habían estado previamente hospitalizados. Con respecto a los que nos llamaban desde sus domicilios por presentar síntomas, nos poníamos el equipo de protección para confirmar la sospecha.

Habla de un gran volumen de trabajo estos dos meses. ¿Cuál ha sido el momento más crítico?

-El incremento de pacientes, tanto en planta como en la UCI, ha sido incesante. En marzo atendimos en sus hogares a 55 personas y a otras 70 en abril. Hemos dado respuesta telefónica a quienes no presentaban un cuadro grave, pero ha habido todo tipo de casuísticas. Tres tuvieron que ingresar en el hospital de nuevo. A otros les hemos atendido en sus casas realizando controles analíticos, clínicos o dispensándoles antibióticos intravenosos. También ha habido pacientes que tenían necesidades paliativas y murieron en casa junto a nosotras.

Situaciones duras, y una cantidad ingente de pacientes con cuadros clínicos de diversa gravedad€

-Sí, a grandes rasgos, el hospital ha podido responder a la presión sanitaria, y eso nos ha permitido seguir la convalecencia de cada uno de los pacientes cuando abandonaban el centro. Nos hemos encargado de las enfermedades de base más complejas, pero en esa labor de seguimiento también ha sido muy importante la participación de Atención Primaria con los casos más leves.

¿Cómo reaccionaban los pacientes cuando recibían su visita con esos trajes tan aparatosos?

-Les avisábamos de la indumentaria que íbamos a llevar. Siempre les decíamos que íbamos a entrar como astronautas, para que se hicieran la idea y no se asustaran. Ha sido una situación extraña para todos. Vestirse de un modo tan aparatoso en el rellano de la escalera, ante la curiosidad de los vecinos, no es fácil. Les insistíamos en que no se preocuparan, que vestirse con ese traje era necesario, tal y como establecía el protocolo. Pese a todo, la población se ha mantenido bastante tranquila y ha sido consciente de que el confinamiento era necesario, así como los aislamientos en casa con pacientes que habían dado positivo. La concienciación de los familiares ha sido crucial. Ha sido necesario que tomaran muchas medidas de precaución: habilitar una habitación específicamente para el paciente, usar un baño, mascarilla y protección en las zonas comunes del hogar, limpiar la ropa€ Hemos desempeñado una labor pedagógica al respecto con las medidas de protección que debía cumplir la persona cuidadora.

¿La población ha sido responsable?

-Sí, la gente se lo ha tomado en serio. Ha sido consciente de que estamos ante una enfermedad muy contagiosa, y que hacen falta buenas dosis de reponsabilidad individual para no contagiar al resto de la familia.

Fue necesario habilitar el Hotel María Cristina como hospital temporal para pacientes que no tenían un hogar que se acomodara a los estándares sanitarios. ¿Han visitado domicilios que no ofrecían las condiciones adecuadas?

-Los hogares que hemos visitado han llevado las medidas de higiene y aislamiento a rajatabla. Sí es verdad que ha podido haber domicilios en los que residen muchas personas y que no ofrecían las dimensiones adecuadas, por lo que ha sido necesario derivarles. Pero en las casas se han respetado las medidas escrupulosamente.

¿Los contagios del personal sanitario han condicionado la labor de la unidad?

-Estar expuesto al virus siempre causa un plus de estrés, pero la analítica a la que nos han sometido a las profesionales revela que el resultado es negativo en la mayor parte de casos. Las medidas de protección han funcionado. En concreto, en nuestra unidad no ha habido ningún contagio. Somos veinte enfermeras, trece médicos y una administrativa. Ninguna ha dado positivo.

¿Han dedicado mucho tiempo a cada paciente?

-El tiempo siempre es variable en función de la atención. Sí es cierto que entre que preparas el material, lo subes al coche, vas al domicilio, te vistes y entras a la casa, pasa del orden de una hora u hora y media. Hemos tenido que programar mucho las visitas, intentando hacer consultas telefónicas cuando era posible porque de otro modo no habríamos llegado a todo.

Habla en todo momento en pasado. ¿Ahora no están atendiendo pacientes COVID-19?

-Sí, pero muy pocos. En este momento el virus circula poco, aunque no sabemos la evolución que va a tener a partir de ahora una vez que se van relajando las medidas de contención.

El virus circula poco, pero las personas comienzan a hacerlo cada vez con más frecuencia€ ¿Qué escenario vislumbra?

-Bueno, sabemos algo más de la enfermedad, pero no deja de ser una realidad que muestra una extraordinaria capacidad de transmisión. La población no debe olvidar que mantener la distancia, usar la mascarilla y lavarse las manos sigue siendo fundamental.

¿Le parece adecuado cubrirse la boca en espacios públicos?

-Siempre es aconsejable hacerlo cuando no se puede garantizar esa distancia de dos metros, algo que ocurre con tantas aglomeraciones. El uso está más que recomendado. En el hospital la llevamos todas, otra cosa es que vayas al monte y no te cruces con nadie. En la medida que comienza a aumentar la movilidad, hace falta vigilar los nuevos casos.

A ese respecto, se ha creado el equipo de las mal llamadas "rastreadoras", gestoras que cobran especial relevancia a partir de ahora para detectar los nuevos casos€

-Sin duda. Conocer cuanto antes un contagio y localizar a las personas con las que se ha relacionado evita pequeños brotes, y con ello males mayores. En todo caso, no sabemos lo que va pasar, hace falta seguir día a día, una práctica común en la atención a los pacientes paliativos.

Es, precisamente, una de las lecciones de esta pandemia: aprender a gestionar la incertidumbre€

-Sí. En ese sentido estamos ahora en un buen momento para reflexionar y analizar aquellos aspectos en los que se puede incidir.

¿En qué aspectos se puede mejorar?

-Todavía es pronto para decirlo. Cada uno estamos reflexionado en nuestro ámbito, para posteriormente ponerlo en común entre todos los profesionales del hospital. Hace falta ir mejorando, pero todavía no ha dado tiempo de formar ese equipo multidisciplinar.

Usted ha visto de cerca las consecuencias de la pandemia, pero hay un sector de la población que parece demostrar que no tiene mayor conciencia, como si la epidemia no fuera con ella. ¿Es necesario recalcar que el virus sigue ahí, a las puertas del verano?

-Sin duda. No hay que olvidar que han sido las restricciones de la movilidad las que han evitado que el virus no se expanda, pero el coronavirus no se ha ido. Ahora, en la medida que salgamos a la calle, cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de poner de nuestra parte para evitar la transmisión. Veremos cómo gestiona la sociedad todo ello. Es algo que tendremos que ir comprobando sobre la marcha, en la medida que vayamos recuperando la nueva normalidad.

Estamos acostumbrados a una relación social muy cercana. ¿Hace falta cambiar temporalmente de mentalidad?

-Ahora mismo es necesario modificar esos hábitos porque si no, tarde o temprano, tendremos un nuevo rebrote. Es verdad que tenemos que ir abriéndonos a los demás, pero con seguridad, tanto individual como colectiva. Quizá nosotras podamos estar más sensibilizadas por lo que hemos vivido, pero la responsabilidad es de todos. Solo hace falta que entre todos mostremos un poquito de generosidad e inteligencia. Resolver esta situación no depende solo del sistema sanitario. Depende de todos, y la comunidad tiene que entenderlo. El individualismo ha hecha mucha mella en la sociedad, y hace falta recuperar ese espíritu colectivo.

"Les avisábamos de la indumentaria que íbamos a llevar, de que íbamos a entrar como astronautas, para que no se asustaran"

"Resolver esta situación no depende solo del sistema sanitario. Depende de todos, y la comunidad tiene que entenderlo"

"Lo peor ha sido la falta de certidumbre, no conocer bien la enfermedad ni la capacidad de expansión que tenía el virus"

"Conforme han pasado los meses, hemos estudiado, leído y compartido conocimientos. El trabajo en equipo ha sido fundamental"