an estado en el punto de mira desde que estallara la crisis del COVID-19 y sienten que, pese a que se han dejado la piel durante las últimas semanas, su labor ha sido muy cuestionada e incluso se les ha responsabilizado del drama que se ha vivido en las residencias de ancianos. Sin embargo, se niegan a asumir este mensaje. Por ello, ahora que los contagios comienzan a descender considerablemente, Lierni Santamaria y Ainara Azcue, las directoras de las residencias Otezuri de Zumaia y Petra Lekuona de Oiar-tzun, respectivamente, alzan la voz para poner en valor el duro trabajo que han desarrollado cada día de las últimas semanas. “Ha sido brutal. Piensa que los residentes día a día leen la prensa, ven el telediario, y el mensaje hacia las residencias ha sido tan devastador y tan negativo que ha llevado a que lo hayan vivido mal”, explica Azcue, que añade: “Hemos echado el resto para conseguir trasladar a los familiares, a las que les estaba llegando ese mismo mensaje, que estábamos bien, que no teníamos nada que ocultar”.

Santamaria comparte este mensaje: “Piensa que hay personas aisladas en sus habitaciones, con la tele como único entretenimiento y pusieran el canal que pusieran escuchaban la misma noticia y además el subtítulo permanente era brutal. Y al mismo tiempo no podían recibir visitas de familias. Ha sido muy duro”.

El factor suerte

Desde comienzos de marzo, la amenaza del COVID ha estado presente, lo que ha provocado que el trabajo en las residencias haya sido muy intenso. Su situación frente al virus no ha podido ser más diversa: mientras el centro oiartzuarra no ha registrado ni un solo contagio, la residencia de Zumaia ha sufrido 31 contagios y diez fallecimientos, si bien desde el pasado martes no hay ningún caso activo en el centro. Sus directoras no se explican el por qué, cuando ambos centros, que son gestionados por Matia Fundazioa, han aplicado las mismas medidas de seguridad y protocolos.

“El factor suerte ha estado ahí”, asumen ambas, aunque creen que también hay otros factores, como la propia estructura arquitectónica de los edificios o los municipios donde se encuentran. “En Otezuri muchas de las trabajadoras son de Zarautz, donde desde el principio ha habido muchos casos”, señala Santamaria.

Con casos o sin ellos, a lo largo de las últimas semanas ambas han vivido momentos muy duros en sus centros. “Además de ese momento en el que eres consciente de que hay personas infectadas, un momento muy difícil es cuando hay que hacer un traslado al hospital de la Cruz Roja o el Hospital Donostia y tienes que hacerlo con la persona mayor en soledad, transmitiendo a la familia que no se le puede acompañar”, cuenta la directora de Otezuri, que rescata uno de los momentos más complicados de la pandemia: “Nos va a marcar mucho la historia de un matrimonio que llevaba 40 años casado y más de diez en el centro, que se tienen que despedir virtualmente, sin poder darse un beso, porque uno de ellos se contagia y tiene que salir del centro y finalmente, además, fallece”, comparte.

En Petra Lekuona no han sufrido el coronavirus en sus carnes, pero sus daños colaterales han dejado también momentos complicados en el centro. “En este tiempo hemos tenido dos fallecimientos. Uno lo pudimos prever y conseguimos que la familia viniera a despedirse, pero el segundo nos cogió por sorpresa y tener que recibir a esa familia que acaba de perder a su madre con una mascarilla y con el termómetro en la mano, sin poder reconfortarle con un abrazo... Fue terrible. Me quedo con que el equipo se volcó para conseguir hacer del tanatorio el lugar más personalizado y acogedor del mundo”, recuerda.

Quizás han sido los momentos más complejos de la pandemia, por el enorme componente emocional que conllevan, pero el trabajo diario también ha estado rodeado de una enorme complejidad. “Los protocolos se iban cambiando sobre la marcha y nosotros nos íbamos adaptando y aprendiendo. A veces se dan situaciones confusas, porque hoy tienes que hacer una cosa y mañana otra, pero siempre desde el querer proteger a los usuarios y trabajadores”, reflexiona Santamaria.

Por su parte, Azcue pone en valor la suerte de pertenecer a una empresa como Matia Fundazioa. “Los equipos de expertos se han centrado en elaborar los protocolos y eso te da la tranquilidad de poder centrarte en la atención”.

La propia evolución de la enfermedad también ha obligado a adaptarse. “Hubo una mañana en el que Otezuri no tenía gente -trabajadoras- y hubo que pedir auxilio. Sin pensárselo dos veces, varias personas se montaron en su coche y Lierni se las encontró en la puerta”, recuerda Azcue, agradeciendo la buena disposición de las trabajadoras.

La tensión por la escasez de equipos de protección individual (EPI) también ha llegado a las residencias, aunque sus responsables insisten en que “en ningún momento se ha trabajado sin protección”. “A nadie le pilla por sorpresa que los EPI han sido escasos, pero a nivel mundial. Hemos tenido material según las instituciones lo han podido adquirir. ¿Que nos hubiera gustado tener más, hacer un uso ideal? Pero no hemos podido, ni nosotros ni otros. Hemos hecho el uso más responsable posible de los EPI que teníamos”, asevera Santamaria.

“Hemos tenido EPI desde el primer día y se nos ha ido garantizando el abastecimiento, aunque igual no de la manera ideal. Ha habido momentos en los que partes de los EPI como las batas las hemos tenido que hacer caseras, y hemos tenido a personas de Matia Fundazioa preparando esas batas para que no nos faltaran a la hora de trabajar”, completa Azcue.

Apertura de puertas

Tras la tensión de las últimas semanas, la situación ahora parece estabilizarse. Las dos residencias se encuentran en este momento libres de contagios y desde la dirección estiman que es el momento de dar pasos adelante para regresar a la normalidad. “Hay residentes que están al día de lo que pasa y se les ha tenido que decir que todavía no pueden salir a la calle. No sabemos por qué una persona mayor de 65 años, capaz de respetar todas las normas, no puede salir. Hay que darle una vuelta, porque todos hemos aceptado estar confinados, pero en este momento también hay que valorar los derechos fundamentales de todos nosotros”, se queja Azcue, que añade: “Hemos estado priorizando la seguridad ante todo, pero en nuestros centros están viviendo personas que están en su hogar, al igual que las personas que viven en sus domicilios. Y manteniendo todas las medidas de seguridad y todas las recomendaciones, es necesario que puedan salir, al igual que hace el resto de la gente. Ahora estamos en una burbuja, pero esta no es nuestra realidad. No queremos centros residenciales hospitalarios, porque esta es su casa y no podemos estar todo el día blindados”.

La director de Petra Lekuona insiste en que las residencias no deben ser el lugar en el que recibir cuidados sanitarios. “Nos chirría mucho cuando escuchamos eso de atención sanitaria. Nosotros no curamos, nosotros cuidamos; la atención sanitaria se da en los hospitales. En nuestro trabajo, obviamente hay una parte de cuidados sanitarios, pero no es lo mismo convertir las residencias en hospitales o mantener una atención sanitaria como puede tener una persona en su domicilio a través de atención primaria o atención domiciliaria”, apunta.

Santamaria es de la misma opinión. “Hay que relajar las medidas y, sobre todo, abrir las puertas a las familias. Es algo prioritario, porque ahora mismo ofrecemos un cuidado emocional, pero nosotros no podemos dar lo que da un hijo o una hija”, expone.

Mientras esto sucede, no quieren dejar pasar la oportunidad para agradecer el esfuerzo realizado por todas sus trabajadoras, así como por la comprensión y el cariño que han recibido de las familias de los residentes. “Me queda claro que en Otezuri -con 31 infectados y diez fallecidos- la realidad no ha sido la que hubiésemos querido vivir, pero el contacto con las familias nos ha enseñado que están con nosotros. Nos han animado y nos han mimado muchísimo. Y las trabajadoras, que muchas han renunciado a sus familias por precaución, para reducir riesgos de contagios, han tenido un valor terrible que hay que reconocer”, apunta Santamaria sin poder contener las lágrimas.

“Se merecen el reconocimiento máximo por esa profesionalidad y por estar apoyando a las personas mayores que viven con nosotros y a esas familias que en estos momentos no pueden cuidar de sus seres queridos y se han convertido en sus brazos, sus labios y su todo”, remarca Azcue.

Unos brazos, unos labios y un cariño que continuarán brindando a los residentes como lo han venido haciendo desde hace muchos años.

Amaia Azcue y Lierni Santamaria remarcan el papel que han tenido las auxiliares para sobrellevar unas semanas “terribles”

Con los casos de contagios en claro descenso, las residencias piden reabrir las puertas a las familias y dar libertad a los residentes

“No queremos centros residenciales hospitalarios, porque esta es su casa”

“Recibir a esa familia que acaba de perder a su madre sin poder abrazarla es terrible”

Directora de Petra Lekuona (Oiartzun)

“Hay que relajar las medidas y abrir las puertas a las familias. Es algo prioritario”

“Un matrimonio tuvo que despedirse virtualmente, sin poder darse un beso, y uno de ellos falleció”

Directora de Otezuri (Zumaia)