l camarero toma nota de las comandas del bar Txalanta (Juan Zaragueta, 4) mientras un cartel advierte a los clientes que el acceso al establecimiento se permite únicamente para ir al servicio y siempre con la obligatoriedad de vestir mascarilla y desinfectarse las manos. Es la nueva realidad que el coronavirus ha traído consigo y a la que poco a poco los guipuzcoanos van acostumbrándose, también en el ámbito más social de la vida. Tras la reactivación de la hostelería, las terrazas van tomando el pulso a las restricciones de la fase 1, después de unos primeros días complicados en los que no siempre se han cumplido las normas. Basta como dato que en Donostia, el pasado lunes, se produjeron 23 advertencias por no cumplir con las distancias de seguridad y una sanción por servir consumiciones en el interior de un local. Sin embargo, el sector defiende tanto a sus trabajadores como a los clientes.

“El primer día había algo de desconcierto, pero insistimos en que había ciertas normas que guardar por seguridad y salud, y los clientes han respondido bien. Han sido cautos”, explica Luis Cuenca desde este establecimiento de Riberas de Loiola. “Se ha acercado mucha gente a ver dónde podía tomarse su caña, pero comprenden que estamos limitados a la mitad y si está lleno lo entienden y deciden si esperan o se marchan”, completa.

Lo mismo ocurre con el estricto horario de cierre del establecimiento. “Cerramos a las 22.30 horas porque para las 23.00 toda la gente tiene que estar en su casa, pero lo entienden”, certifica Cuenca.

En el café Viena (Reyes Católicos, 5), después de dos días de trabajo, Jesús María Pérez ha recuperado la ilusión perdida tras casi dos meses de cierre. “A la gente se le ve con muchas ganas de terraza, de salir, de tomar unas cervezas. Me sorprendió gratamente, esperaba más tristeza. Para el gremio de la hostelería, después de este mazazo que nos ha caído... a mí me ha cargado las pilas”, reconoce este hostelero, que se afana en hacer entender a su clientela que no puede servir consumiciones a aquellas personas que no disponen de sitio para estar sentadas en la terraza. “Te dicen que una cañita para tomar de pie, que no van a molestar a nadie, pero hay que cumplir con lo que dictan las leyes sanitarias”, señala Pérez, que no ve con malos ojos que la policía vigile los aforos. “Me parece bien porque si no, por culpa de dos, pagamos todos, pero espero que sean comprensivos y nos vayan rectificando y educando en esta situación”, pide.

En la cafetería Garagar (Boulevard, 22), por su céntrica ubicación junto al Ayuntamiento, saben que la vigilancia policial es importante, una razón más para cumplir las normas. “Aquí siempre nos van a tener un poco controlados”, bromea Javi Díaz, que agradece la comprensión de su clientela ante esta particular situación: “Es difícil controlar el aforo y la gente a veces se toma mal que les digas que no se pueden sentar más de cuatro o cinco personas, pero hay mucha gente que agradece todo este cuidado que estamos teniendo para que no pase nada”.

A escasos metros, en el White Tara (Puerto, 2) tienen bien definidos los espacios: ocho mesas conforman la terraza, mientras que en los soportales de la plaza de la Constitución hacen fila aquellos que desean una mesa. “Estamos muy limitados, pero al menos hay trabajo”, celebra Antonio Méndez, que señala que en estos seis días de trabajo “no ha habido ningún problema” con la clientela. “Cumplimos la norma y punto. Si te viene una cuadrilla muy grande, les dices que se tienen que separar y chillar un poco y listo”, dice.

Además, subraya el civismo y la comprensión que se ha encontrado en la reapertura. “La gente está muy empática y tiene la suficiente educación como para, en el momento que ve que hay cola, decirte: Ya llevo un rato y veo que hay gente esperando. Cóbrame y que se siente otro. Si hay cola se toman el trago y no se quedan de charla”, cuenta.

En la Bodega Donostiarra (Peña y Goñi, 13) una cuadrilla de jóvenes espera el turno para poder acceder a una de las mesas de la terraza. Es uno de los cambios que ha traído la pandemia y, donde antes no podía reservarse mesa, ahora ha entrado a formar parte de lo cotidiano. “Las cuadrillas se quieren juntar y es agradable”, admite Miguel Montorio, quien no obstante, reconoce que trabajar en estas circunstancias es “estresante”. “Te cansa mucho tener que explicar continuamente a todas las personas que no les puedes servir una caña de pie. Encima son clientes de diario. ¿Cómo les dices que no? No ha habido ningún desaire, pero les fastidia”, admite. Y añade: “Se ha hablado mucho de que se abren las terrazas, pero hay que estar sentado y eso aquí no se entiende muy bien. Tienes que tirarte cinco minutos dando explicaciones”. Sin embargo, la experiencia está siendo positiva: “El público es agradecido y la aceptación ha sido buena”.

Más molesto se muestra Jon Ercibengoa, del bar Portobello (Gran Vía 12), que mientras señala la escrupulosa distancia a las que se encuentran unas mesas de otras en su terraza, lamenta que “hay mucha presión policial y de la policía de balcón”. “Intentas separar a la gente, pero hay momentos en que se forman aglomeraciones”, lamenta.

Además, denuncia que la situación es crítica para el sector. “Se ve muy oscuro porque con todo lo que hemos estado cerrados, y si ahora tenemos cerrado por dentro y solo podemos trabajar las terrazas... Ya me dirás tú qué haces en una ciudad como esta, en la que si llueve no puedes trabajar”, se queja poco optimista.

Y es que adaptarse a una situación tan nueva para todos no siempre es sencillo.

Los hosteleros agradecen la actitud de los clientes en esta situación, con la que se muestran comprensivos y respetuosos

“Insistimos en que hay ciertas normas que guardar y los clientes han respondido bien”

Txalanta

“Espero que la policía sea comprensiva y nos vayan rectificando y educando en esta situación”

Café Viena

“Hay presión policial y de la policía de balcón. Intentas separar, pero hay aglomeraciones”

Portobello

“La gente está muy empática;si hay cola se toman el trago y no se quedan de charla”

White Tara

“La gente a veces se toma mal que les digas que no se pueden sentar más de cinco personas”

Garagar

“Se ha hablado de que se abren las terrazas, pero hay que estar sentado y eso aquí no se entiende”

La Bodega Donostiarra