lguna vez he citado la publicación The Conversation, rigor académico, oficio periodístico. He leído un artículo de un grupo de microbiólogos, entre los que hay veterinarias y boticarias, que comienzan con la definición que de los virus hacía, con más humor que rigor, Peter Medawar, Nobel de Medicina en 1960: "Un conjunto de malas noticias envueltas en proteína". Genialidad que refleja perfectamente la percepción que tenemos de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 en estos días de confinamiento.

Los coronavirus humanos se conocen desde hace muchos años, casi siempre relacionados con afecciones respiratorias leves. En el año 2002 apareció en China el primero letal para los humanos, el SARS-CoV, nombre que proviene de "síndrome respiratorio agudo severo", con una tasa de mortalidad del 10%. Desapareció en la primavera de 2004 y desde entonces no ha causado más problemas. El segundo, el MERS-CoV, "síndrome respiratorio de Oriente Medio", apareció en Arabia Saudí en 2012, con una tasa de mortalidad del 30%, muy alta, pero lejos de la observada para el virus del ébola (50%) y el virus de la rabia (95%). Al actual, SARS Cov-2, lo relacionan con algún tipo de murciélago, pero esos mamíferos estaban hibernando en China en diciembre de 2019, cuando se informó de los primeros casos en humanos. Igual apareció antes, pero tardaron en comunicarlo. Ya lo hemos comentado. Cosas de los chinos.

El coeficiente de infección R es el número promedio de personas a las que cada infectado contagia, oscila entre 2 y 6,5, similar a la gripe, pero mucho menos que la viruela o el sarampión, que presentan R de 6 y 15 en promedio y, por tanto, su progresión es necesariamente exponencial, dependiendo de la gravedad de la sintomatología del enfermo y de sus relaciones sociales. Mañana nos referiremos a su tasa de letalidad. Ah, no es distanciamiento social sino físico.

No nos olvidemos de Joaquín y Alberto, ni de comprar producto local.

Doctor en Veterinaria