ntiendo a los periodistas y su afán por ofrecer ya lo último. Los de televisión o radio, añaden, además, un plus de entusiasmo, elevando un poco el tono, hablando más rápido de lo habitual, con expresiones que reclamen la atención del espectador que los oye, pero no escucha. Al estilo Ferreras, que imitan ahora los pipiolos precarios de todas las cadenas. Desde la UVI, a la cabecera del enfermo, rodeado de tubos, mostrándolo aturdido. En la puerta de urgencias, con trasiego de ambulancias, o mejor todavía, en la morgue, para trasladar al espectador el dramatismo del momento y el llanto de sus familiares, entre los que puede haber alguno que se preste a contar sus impresiones, deseoso de hacer carrera en Telecinco. Toda la casquería posible. No comparto el estilo. Y en el plató, un grupo de Expertos de la Señorita Pepis que, salvo contadas excepciones, hablan con tan sobrada ligereza como mínimos conocimientos, que diría Unamuno. Según el diccionario de la RAE, experto es una persona práctica o experimentada en algo, o especializada o con grandes conocimientos en una materia. Y entre estos, hay un colega que hace bolos por los platós y lo presentan indistintamente como epidemiólogo, virólogo, médico y microbiólogo, sin que él lo desmienta, aunque realmente sea catedrático jubilado de anatomía patológica de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza. Que tampoco es moco de pavo, advierto, aunque pelín alejado del tema en boga. Habitualmente, estos versados de relleno -a veces alguno sale bueno- llevan la lección sin preparar. Si en el grupo hay un entendido de verdad, le dejan que exponga sus ideas el primero. Luego todo consiste en ir asintiendo en la línea de lo que ha dicho, añadiendo, con semblante serio y preocupado, todo tipo de vaguedades y expresiones de sentido común que lo mismo podría decirlas la maquilladora o el cámara. Y acuérdese de comprar producto local.