- Hace dos semanas, cuando la sociedad vasca comenzó a despertar a la cruda realidad, era habitual establecer paralelismos entre el COVID-19 y la gripe común, semejanzas que han acabado por diluirse conforme discurren las fechas, con su luctuoso desenlace. Basta tomar como referencia el número de fallecidos que deja en Euskadi la pandemia en los dos últimos días: 35 personas muertas, casi el mismo número de vidas que se cobró la gripe en cinco meses.

La semana se anunciaba dura y sus primeros compases así lo demuestran, con un lunes para el olvido, convertido en la jornada más funesta desde que comenzó la crisis sanitaria. La epidemia se recrudece en el País Vasco. Son 23 personas muertas en un solo día, prácticamente una a la hora, lo que eleva ya el número de fallecidos a 120, la mayor parte de ellos (70) en territorios alavés.

Aunque parece haber pasado una enternidad, en realidad, el primer positivo se registró en Araba el 29 de febrero. Es decir, en tres semanas este virus que ha paralizado la actividad de la sociedad, ha obligado a levantar fronteras y mantiene en vilo a miles de familias vascas confinadas en sus casas ha demostrado una capacidad extraordinaria de transmisión. Hasta tal punto, que son ya 2.421 contagios en Euskadi (324 más), con Bizkaia situándose por vez primera por delante de Araba, 1.032 frente a 1.009 infecciones.

Gipuzkoa se mantiene en la dinámica de contención de los días precedentes, con 55 nuevas infecciones y un total de 380 positivos, de los cuales 136 están hospitalizados y ocho en la UCI.

La sociedad en su conjunto aguarda a que la curva de afectados comience a aplanarse, pero ese escenario todavía parece situarse lejos, teniendo en cuenta que prácticamente la mitad de los 2.421 contagiados que hay en Euskadi están ingresados en algún centro hospitalario, 89 de ellos librando batalla por seguir con vida en la UCI. El mayor número de ellos (33) se encuentra ingresado en el Hospital Universitario de Araba, pero la suma de los atendidos en las unidades de cuidados intensivos de los tres centros de Bizkaia (Cruces, Basurto y Galdakao), se eleva a 45 pacientes.

Sin revestir tanta gravedad, solo en el Hospital Universitario de Donostia hay 56 pacientes en planta, 295 en Araba y otros 351 pacientes entre los tres centros vizcainos.

La creciente presión sobre el sistema sanitario ha obligado al Departamento de Salud a reorganizar Osakidetza, según explicó ayer la consejera de Salud, Nekane Murga. Sin temor a una posible saturación de los hospitales vascos, la consejera señaló en todo caso que el ingreso no es siempre la mejor opción, y los pacientes leves o en proceso de recuperación van a ser derivados a otros centros.

Así, está previsto que a partir de mañana quienes tengan sospecha de haber contraído la enfermedad, tras valoración en consulta telefónica, sean derivados a centros específicamente habilitados para ello. Por su parte, el servicio de consultas externas y hospital de día de Oncología Médica de la OSI Donostialdea se traslada, desde ayer, al edificio de Onkologikoa. Los pacientes serán atendidos por los mismos profesionales.

Como decía ayer la consejera de Salud, todavía "hace falta tiempo para salir de la situación de gravedad y excepcionalidad". La clave para frenar un brote es reducir el ritmo al que crecen los casos. Es lo que está consiguiendo China, donde las infecciones dejaron de crecer exponencialmente a mediados de febrero, cuando la cuarentena y las medidas de distanciamiento hicieron efecto.

Algo que en Euskadi todavía está por ver. En el Estado, el porcentaje de enfermos hospitalizados por coronavirus que se encuentran en unidades de cuidados intensivos (UCI) se reduce progresivamente, del 15 % a algo menos del 13%, un pequeño freno que da "cierta esperanza de que el problema se va conteniendo". Al menos así lo quiso ver ayer, con todas las cautelas, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.