donostia - El Consistorio donostiarra redobla su solidaridad con el pueblo palestino, con el que ha trabado contacto estos días de la mano de la ONG Sodepaz. Atrás queda Cisjordania, donde la vida sigue en las escuelas, en las calles, en los comercios, "en un día a día bullicioso entroncado en una diversidad de población que tiene en común un pasado, un presente y probablemente un futuro amurallado y segregado y discriminado", sostiene la concejala de Cooperación, Duñike Agirrezabalaga (PSE).

Conocer in situ los proyectos impulsados desde el Ayuntamiento da una visión de la dimensión de las carencias de justicia social y violación de Derechos Humanos que se producen. Prácticas "dirigidas desde una acción política que solo pretende vaciar un territorio de los habitantes que durante siglos han vivido allí, bajo diferentes regímenes políticos". El apoyo institucional del Consistorio pretende minimizar estas carencias. Ve necesario "contribuir a que una cultura de diálogo y convivencia pueda ser posible, ante las posturas extremistas que se imponen".

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y solo queda ganar tiempo para que ese día nunca llegue. Así lo entiende la concejala jeltzale Jaione Hervas. "Ver la situación en primera persona de este país me revuelve. Son muchas sensaciones complejas de comprender. Me cuesta entender los diferentes estatus de persona a los que se ha llegado con la ocupación, pero quizá lo más impactante es la contención y la resistencia como forma de lucha frente al que quiere hacerte perder la dignidad".

genocidio silencioso La concejala de EH Bildu Reyes Carrere denuncia "un Israel maquiavélico que está realizando un genocidio silencioso mientras la comunidad internacional mira hacia otro lado". Los verdaderos habitantes de esta tierra están siendo expulsados de sus casas. "Tienen prohibida la libre movilidad, separando familias, provocando continuas y dramáticas fracturas sociales, detenciones arbitrarias que paralizan a la población, con el robo de propiedades y casas, del agua, y todo ello bajo una presión social y vital continua y diaria".

Israel, sostiene Carrere, "vulnera los derechos humanos mediante la violencia militar, y fundamentalmente mediante la violencia silenciosa. La presencia militar en tantos puntos, las detenciones, torturas que controlan a la población palestina tienen como objetivo principal el desalojo y la explosión de su país".

La edil abertzale entiende que la violencia simbólica que soportan es la que más impresiona. "Continuamente Israel invade, roba y expulsa a través de los colonos sus casas y tierras generando situaciones de auténtico miedo e impotencia de la población". Poco a poco, de manera agonizante, están minando la moral de miles, millones de palestinos que sólo desean vivir en paz en la tierra de sus antepasados.

No obstante, reflexiona la concejala de EH Bildu, entre todo este conflicto intentan construir un futuro. "Es admirable el nivel de organización y solidaridad que ha surgido entre los hombres y mujeres que habitan este país lleno de olivos".

La concejala de Elkarrekin Podemos Aitzole Araneta resalta el esfuerzo de "un pueblo que lucha con toda su dignidad contra el apartheid individual, colectivo, territorial, económico y cultural frente a la colonización israelí. Destaca de Palestina su lucha por su propia emancipación de una sociedad androcéntrica. "Haciendo un repaso, la mayoría de nuestras interlocutoras han sido mujeres. Mujeres poderosas, como Budour Hassan, que nos explicaba los diferentes estatus legales con los que el sistema de apartheid opera".

Palestina, dice Araneta, es una tierra de contrastes: de la amabilidad de sus gentes al sufrimiento de su población, de la escasez de agua y de sus infraestructuras al derroche culinario, del grito a la libertad de este pueblo a la opresión de las diferentes, del culto a la religión y las costumbres a los móviles hiperconectados de última generación. "Si algo me ha hecho sentir este viaje a Palestina son estos contrastes".

Destaca la labor de las abogadas de Addammeer, "que nos contaban historias terribles de niños de hasta seis años interrogados en instalaciones militares; la de Dina, que nos explicaba la evolución de la colonización israelí hasta convertir Palestina en una "piel de leopardo"; la de la cooperativa de la Unión de Mujeres de Palestina, que han conseguido que en el parlamento haya una presencia mínima de un 20% de mujeres. En el viaje también he percibido el siguiente contraste: por un lado, sentir muy fuerte el clamor de toda una sociedad por vivir como quiere, y por otro, ver cuestionado mi ser mujer porque un palestino me vio orinando de pie. Palestina es, definitivamente, una tierra de contrastes". - J. Napal