Después de semanas e incluso meses de penosa singladura, el paso fronterizo de Irun se convierte estos días en el último escollo a salvar por cientos de migrantes que están a las puertas de conseguir su ansiado objetivo. Son 1.600 los que han llegado a Euskadi desde mediados de junio, y cada semana, según las estimaciones, lo seguirá haciendo un centenar más hasta la recta final del verano, cuando está previsto que cesen los flujos migratorios actuales. Acarician con los dedos de la mano un sueño que se remonta en el tiempo, y son capaces de cualquier cosa cuando están a punto de hacerlo. Suscita todo ello un ansia que está siendo aprovechado por personas y mafias que ven en las fronteras un suculento negocio.

Estos mugalaris de los nuevos tiempos son contrabandistas de personas que han encontrado su propio nicho de mercado. “Ayer mismo se metieron dos subsaharianos en el coche, pero les dije que se bajaran, que no me la iba a jugar”. Son palabras de un taxista consultado ayer por este periódico en la parada de la Estación del Norte de Donostia.

Desde hace una semana los subsaharianos han desaparecido de esta zona que venía siendo estratégica para continuar su travesía hacia el norte tras llegar a la ciudad en autobús.

“Les hemos visto muchas veces. Aguardaban en grupos de tres o cuatro hasta que venía una tercera persona que ofrecía el dinero, pero que nunca se montaba en el taxi”. La Policía Nacional ha detenido en Gipuzkoa a seis personas de origen subsahariano acusadas de integrar una red de tráfico de migrantes en una operación que, con el apresamiento de otra persona en Madrid, da por desmantelada la organización.

Este operativo, tal y como confesaban ayer a este periódico los taxistas consultados, ha borrado del mapa a los migrantes que hasta ahora se concentraban en los aledaños de la estación del norte. Pero el flujo no cesa, ni el control policial.

Según testigos presenciales, el sábado por la noche decenas de migrantes transitaban por la calle Urbieta y la Avenida de Donostia, levantando su mano para parar a un vehículo que les llevara hacia Baiona. “Es algo que no había visto nunca. Me tocó el turno de noche y me sorprendió muchísimo”, confiesa un profesional del transporte. La Policía Nacional ha redoblado la vigilancia y los agentes han mostrado en más de una ocasión su placa para interrogar a taxistas a los que acaban de ver manteniendo conversaciones con personas de origen subsahariano. “Hay personas que reclaman el servicio de transporte incluso durante el día. Parece que ha llegado un momento en el que les da igual y se dejan guiar por redes que se aprovechan de ellos y han creado un negocio organizado del que no queremos participar. No queremos buscarnos problemas”, confesaban varios conductores junto a la estación de autobuses.

Taxis a Baiona

La Policía Nacional cifra en unas 300 las personas que han sido víctimas de la organización delictiva cuya sede central se encontraba en Donostia, aunque también tenía ramificaciones en Bilbao. Una vez en suelo vasco, les gestionaban un billete de tren hacia Francia. El autocar y el transporte ferroviario, según la Policía Nacional, son los medios más utilizados, pero las investigaciones también se centran en los taxistas. Las investigaciones han identificado a uno de ellos que los trasladaba en un coche para cinco personas a cambio de 150 euros. Según ha podido saber este periódico, cámaras de seguridad de la estación de tren de Baiona han grabado hasta en diez ocasiones a un mismo taxista de Pasaia trasladando a migrantes hasta la capital labortana.

Los profesionales consultados ayer dicen que no quieren saber nada. Hay integrantes de estas redes delictivas que han ido tanteando a diferentes profesionales del transporte para que faciliten los tránsitos hacia Baiona, destino estratégico para continuar con su viaje hacia el norte. “El transporte para un cliente desde Donostia cuesta 120 euros, pero si te tienes por un buen profesional, creo que nadie debería participar de este negocio. Yo como taxista no tengo por qué estar pidiendo papeles a nadie, ni jugarme el pellejo con la gendarmería. Si te pillan, te llevan a la comisaría de Biarritz y te tienen durante tres horas. Lo sabemos porque a algún compañero le ha pasado. Si es una sola vez no ocurre nada, pero como reincidas la has liado”, informan los profesionales.

Durante estos días todo vale para cruzar la frontera. Los propios taxistas reconocen que esos traslados son habituales desde hace años, pero nunca habían conocido la frecuencia actual. Es un negocio que conviene contextualizar, nada equiparable a las organizaciones dedicadas a la trata de seres humanos que operan en el norte de Marruecos, pilotando pateras que llegan a cuadruplicar su capacidad.

El paso fronterizo de Irun es un negocio, aunque muchos migrantes lo intentan a pie, a la carrera, aprovechando los descuidos policiales para salvar el puente de Santiago y continuar su singladura hacia Francia, Bélgica o Alemania. “El grueso de las personas a las que atendemos lo intentan a la brava”, confiesan entidades sociales consultadas. Y una vez que lo consiguen, no hay tiempo que perder.

De hecho, una de los subsaharianos que el lunes se concentró a las puertas del Ayuntamiento de Donostia es un joven que había conseguido pasar la frontera y que, “por su mala cabeza y entretenerse más tiempo de lo debido en Hendaia”, fue localizado por la policía y mandado de vuelta.

Este joven, y cientos de ellos, volverán a intentarlo. Los subsaharianos que llegan estos días a Gipuzkoa rondan todos la veintena, muchos con cuerpos de atleta. Hay que atesorar unas condiciones físicas extraordinarias para sortear el sinfín de penalidades que comienzan en el noroeste de África y cuyo principal desafío se sitúa en el paso del Estrecho.

Pasar a Francia no es fácil en un contexto en el que el país galo, en reacción a la serie de atentados de noviembre de 2015, ha convertido en derecho común algunas iniciativas que se aprobaron como extraordinarias por aquel entonces. La ley terrorista que sustituyó al estado de excepción ha dado paso a un “todo vale, en el que se juega con las leyes y los derechos”, según denuncian a este periódico desde SOS Racismo en Irun.

El espacio Schengen, área que comprende a 26 países europeos que abolieron los controles fronterizos, debería funcionar en términos migratorios como un solo país, algo que no ocurre en el día a día. “Se está aprovechando ese estado de excepción en respuesta a la amenaza yihadista para seguir vulnerando la ley europea. Se establecen controles en los peajes de Hendaia y Biarritz, y a las personas de origen subsahariano que son interceptadas las meten en una furgoneta y las abandonan a su suerte”. A partir de ahí, cruzar la frontera se convierte en una obsesión. Lo siguen intentando una y otra vez. Nada ni nadie puede frenar a quien huye de la miseria.