- No fue un anuncio nuevo, pero sí que viene siendo recurrente. En su baño de masas en la plaza de toros de Valencia, frente a la plana mayor de los dirigentes populares y con ánimos renovados en una exhibición de fortaleza tras un prolongado tránsito por el desierto, el presidente del PP, Pablo Casado, volvió a tirar de mensaje recentralizador para ganarse a su público. Anunció que si alcanza la presidencia del Gobierno español no le temblará el pulso en activar la vuelta de la gestión de las prisiones, un traspaso incluido en el Estatuto de hace 42 años y recién estrenado en Euskadi, y una advertencia lanzada también a Catalunya.

El aviso a navegantes de Casado se quedó diluido entre los múltiples mensajes lanzados ayer en Valencia. No en vano, era un gran día para el líder del PP, que exhibió músculo junto a sus barones territoriales. Y es que mirando de refilón a la situación catalana pero con el rabillo del ojo a Euskadi, avanzó que tomará "todas las medidas necesarias para que cumplan su pena de cárcel" -en referencia a los responsables del procés soberanista catalán- y recuperará "la competencia sobre las prisiones en Catalunya y País Vasco". No en vano, el traspaso de la gestión de las prisiones en suelo vasco -las cárceles de Basauri, Zaballa y Martutene- ha generado ampollas en los partidos de la derecha española, ante la hipótesis que mantienen de que los presos de ETA obtengan beneficios extra, aún y cuando el Gobierno Vasco ha negado por activa esos supuestos tratos de favor. Casado no hizo más que verbalizar esa actitud de desconfianza compartida también con Ciudadanos o Vox.

De la misma forma, Casado se comprometió a impulsar un nuevo modelo de financiación autonómico para otorgar "financiación justa de los servicios públicos y no a la carta de los nacionalistas", que a su juicio tan solo buscan "ordeñar la Hacienda a cambio de mantener el socialismo en el poder", lanzado un dardo en dirección hacia Moncloa y los acuerdos que sustentan a Sánchez en el poder. Asimismo, defendió la necesidad de establecer un nuevo modelo que insufle fondos a las comunidades autonómicas similar a lo que pide la Comunitat Valenciana "para garantizar su futuro". No fue una referencia baladí, porque además de estar presente en Valencia, esa comunidad precisamente es una de las más beligerantes frente al Cupo vasco. Es el caso del presidente de esa comunidad, el socialista Ximo Puig, quien no ha dudado en censurar en numerosas ocasiones la "discriminación" que supone.

Además, el dirigente popular realizó una férrea defensa de la Corona, una institución poco querida en Euskadi y Catalunya, donde tiene su menor cuota de aceptación en el conjunto del Estado. Aseguró que su posible llegada a Moncloa supondrá la implantación de facto de una ley de símbolos "para acabar con la quema de banderas y las humillaciones al rey", al tiempo que hará lo propio para la defensa del español mediante una ley de lengua para garantizar su presencia en toda la enseñanza, los espacios públicos y toda la Administración. "Menos prometer defender a nuestro idioma fuera de España y más garantizar que se pueda hablar y enseñar dentro", remarcó. El proceso recentralizador que ansía llevar a cabo Casado se fundamentará también en cerrar las falsas embajadas en el exterior de algunas nacionalidades históricas del Estado, perseguir el adoctrinamiento educativo, aprobar una Ley de Concordia que dejará sin efecto la normativas actuales sobre Memoria Histórica -narrando de manera apropiada el periodo de la Transición- y crear un Museo Nacional de Historia de España en Madrid al lado de El Prado y del Reina Sofía, en el actual Palacio del Ministerio de Agricultura, que pasará a los edificios de Nuevos Ministerios. "Las naciones más importantes del mundo están orgullosas de su historia, y nosotros lo estamos más aún", enfatizó.

Espoleado por los suyos y con un escenario repleto de simpatizantes -3.000 de ellos no pudieron acceder al recinto-, Casado se reafirmó en la vuelta a las esencias más puras del PP. Con la presidenta madrileña Ayuso de nuevo en el redil, algunas apariciones estelares como la del inesperado expresidente valenciano Francisco Camps -que diez años después volvía a un acto del PP en la plaza de toros de la ciudad del Turia- y con las filas bien prietas para tratar de asaltar La Moncloa, el presidente del PP se presentó como la "única alternativa para España" que puede acabar con el "trienio negro" de Sánchez, una alternativa de "esperanza" frente a los "despropósitos" del Gobierno español de coalición entre socialistas y Unidas Podemos.

Un retorno al PP más clásico, al más apegado a las raíces de la derecha española. Para ello, Casado llamó a la vuelta al partido "de todos los liberales y los conservadores", además de unir al proyecto a todos aquellos "socialdemócratas defraudados por el sanchismo".

Es más, emplazó a la unión de los que se sitúan "a la derecha del PSOE" para construir una formación ganadora para las elecciones de a dos años vista. "Aquí estamos otra vez con la cabeza alta, las manos blancas, los bolsillos limpios y el corazón enamorado de España", proclamó.

"Queremos una financiación justa, y no un modelo a la carta de los nacionalistas"

Presidente del PP