- Pedro Sánchez fue ayer al teatro. Concretamente, al Liceu de Barcelona, donde se arrancó con los versos del poeta catalán Miquel Martí i Pol en Ara mateix (Ahora mismo), un poema emblemático para el mundo independentista. Hasta tres veces pronunció el presidente español I som on, on som (Y estamos donde estamos), sin captar el sentido de la lírica ni mencionar cómo concluye esta obra, cuando se dice Tot està per fer i tot és possible (Todo está por hacer y todo es posible). Esta pieza no habla de poner los pies en el suelo, de pragmatismo, sino de la reivindicación de una identidad común. Palabras icónicas para el soberanismo que el líder socialista obvió en sus 27 minutos de discurso, en una conferencia organizada para explicar con pompa y boato las razones de los indultos que el Consejo de Ministros otorgará hoy a los nueve presos del procés encarcelados, una decisión que el secesionismo, que aboga por la amnistía y el derecho de autodeterminación, le recordó que no soluciona el conflicto catalán. El acto sirvió igualmente para contraprogramar la sesión del Consejo de Europa que exige en su informe la liberación de los reclusos, el fin de las euroórdenes y la retirada de las causas contra los altos cargos. Un soberano sopapo al proceder de los poderes del Estado.

A la medida de gracia Sánchez une en su oferta “dar paso a un nuevo proyecto de país”, que no detalló, una “nueva España” que no concibe sin Catalunya al frente. Pero, antes, como prólogo de la mesa de diálogo en ciernes, unos indultos que, a su juicio, son “necesarios” para la convivencia y que “cambiarán la historia sumando a millones de personas para la reconciliación”. Ante unos 300 representantes de la sociedad civil catalana pero con la ausencia de Pere Aragonès y de su Govern, la agenda del “reencuentro” propuesta por Sánchez responde a las siguientes causas: “Primera, porque ha concluido la vía judicial con una sentencia firme del Tribunal Supremo a los líderes del procés, consecuencia de los acontecimientos de septiembre y octubre de 2017. En segundo lugar, porque el Gobierno está obligado a tramitar y dar respuesta a las peticiones de gracia formuladas desde diversos ámbitos de la sociedad civil, sin poder sustraerse a la cuestión ni al debate social. Y tercero, porque el paisaje que nos ha dejado la pandemia nos ha transformado, nos ha hecho tomar conciencia viva de lo que es verdaderamente importante, que es la vida, y en particular la vida compartida, vivida en común. Nos ha recordado hasta qué punto nos necesitamos unos a otros. Lo único que queda por hacer es recomenzar”. Sorprendentemente, el coronavirus como argumento.

Las razones de “justicia, equidad y utilidad pública” que esgrime Moncloa en sus informes no podrán ser rebatidas por el Supremo. Sánchez, en su afán pedagógico ante el acoso de una derecha que prevé judicializar el asunto, insistió en la necesidad de afrontar el problema pensando en el “espíritu constitucional de concordia”. Y añadió: “Lo vamos a hacer con corazón” mediante “una figura necesaria en determinados momentos que no cuestiona ni revoca la sentencia firme condenatoria”, sino que se trata de otro plano que corresponde al Ejecutivo. Por ello, pidió que incluso quienes no la comparten, reconozcan “su plena legalidad y su absoluta constitucionalidad”, en clara alusión al PP. “La decisión no les afecta solo a estas nueve personas, sino que se dirige al conjunto de la sociedad catalana y española, de ahí la clara utilidad pública de esta medida”, reiteró. Y apostilló que es un mensaje también “para miles de personas que les apoyaron, les apoyan y se siente solidarias con su destino, y para quienes discreparon de su conducta pero que creen ya suficiente el castigo que recibieron”. “Con este acto sacamos materialmente de la cárcel a nueve personas, pero sumamos simbólicamente a millones y millones de personas para la convivencia”, proclamó Sánchez sin una mención a los exiliados y represaliados, ni a los aspectos técnicos de los indultos. Tampoco a la presión europea que, según el soberanismo y como dice Carles Puigdemont, ha llevado al Estado a ejercer el “autoindulto”.

Aunque el líder del PSOE admitió que quienes aspiran a la independencia no van a cambiar sus ideales, sí confió en que comprendan que no hay caminos fuera de la ley y se atengan al pacto constitucional. En este sentido, asumió que haya personas en contra de la medida y cuyos argumentos comprende, pero reivindicó los de quienes la defienden y donde “pesan más las expectativas de futuro que los agravios del pasado”. “Lo único que queda por hacer es recomenzar”, retomar el diálogo político, “encontrar nuevas respuestas”, aventuró el jefe del Ejecutivo español, más allá de un posible coste electoral. “No podemos empezar de cero, pero sí empezar de nuevo. Hay camino. Mañana podemos cambiar la vida de nueve personas. Y espero también que empecemos a cambiar la historia de todos y de todas”, zanjó Sánchez una intervención donde hizo una cerrada defensa de la Constitución y la unidad de España, apelando a que la unión más poderosa es la que se basa en “el respeto, el sentimiento y el afecto”.

“No esperamos que los que defienden la independencia abandonen sus ideales, pero sí que comprendan que no hay caminos fuera de la ley”

“Con este acto sacamos de la cárcel materialmente a nueve personas, pero sumamos simbólicamente a millones y millones para la convivencia”

Presidente del Gobierno español