- La exdirigente de ETA Marixol Iparragirre se sentó ayer por séptima vez en el banquillo de la Audiencia Nacional desde que Francia la entregara en 2019 por doce procedimientos y volvió a apelar al “diálogo” para no “dejar la puerta abierta a que se repita una situación similar”. En esta ocasión ha sido juzgada por la colocación en 1987 de una bomba trampa en la puerta de un bar de Eskoriatza que no causó víctimas.

La acusada, que ya ha sido condenada en firme a 122 años de cárcel por otra causa, utilizó su derecho a la última palabra para negar ante el tribunal su participación en los hechos y pedir su absolución. “Si negamos el contenido político de lo ocurrido, dejamos la puerta abierta a que se repita una situación similar”, dijo.