pacible y soleada jornada de reflexión en Barcelona. Un paseo por el centro sirve para constatar tres realidades por el covid: la falta de turistas, el cierre del comercio no esencial los fines de semana y una hostelería a poco gas. Frente a la Rambla, hacia Plaza Catalunya, un quiosquero cuenta que el negocio se ha resentido por la ausencia del turismo. El Barça es un gran motor para la venta de souvenirs y sin turistas no hay compras, explica. También el teletrabajo ha afectado a la venta de prensa. "Esto es una pena", concluye. Un vistazo a una librería próxima ofrece en cambio una afluencia animada. Desde hace escasos días, las tiendas de libros son consideradas equipamiento cultural esencial, y pueden mantener la actividad el fin de semana. En las primeras estanterías, nada más entrar, Felipe VI y Carles Puigdemont se hacen extraña compañía entre los ensayos destacados. El libro del monarca, escrito por José Antonio Zarzalejos, lleva por subtítulo Un rey en la adversidad. El del expresident, del periodista Xevi Xirgo, se subtitula La lucha en el exilio, y es el segundo tomo de las vivencias de Puigdemont desde que tomó las riendas de la Generalitat. Adversidad y lucha, sustantivos curiosamente próximos en una correlación de fuerzas completamente asimétrica. Las condiciones adversas del jefe del Estado (fruto en buena parte de una mayor exigencia democrática) retratan el infortunio dentro de la fortuna, siempre por tanto relativo. La lucha de Puigdemont, como casi todo en política, también es discutible. Se puede debatir largo y tendido sobre sus resultados, aunque bastante menos sobre los costes que le supone. Se entienda legítima o no, parece que todo el mundo esté de acuerdo en la existencia misma de tal lucha, por cierto, pacífica, frente al Estado. Y eso de momento parece conservar un tirón. Carles Puigdemont sigue teniendo presencia destacada en los carteles electorales aunque ya no se presente. Así como Oriol Junqueras también ha tenido un importante protagonismo durante la campaña de ERC.

El confinamiento perimetral, que desde el lunes ha pasado a ser comarcal en Catalunya, hace que muchos barceloneses busquen en la zona de la playa una vía de escape y de relax. Por el centro, entre tantas señales de la pandemia, la campaña electoral, discreta desde hace muchos años en cuanto a su cartelería, parece haber encogido en importancia, a pesar de lo que se dilucida. Algunos carteles en la vía pública nos recuerdan que hoy es día de elecciones y de quinielas sobre la gobernabilidad. Dadas las circunstancias sanitarias (mucho más graves que en los comicios del pasado julio en la CAV y en Galicia), queda comprobar cómo afectarán a la participación y a los resultados y si desmienten a las encuestas previas. No descarten del todo una repetición electoral. Desde que Rajoy y Sánchez repitieron las generales, todas las convocatorias son susceptibles de segundas partes, y más en Catalunya, con un tablero que complica el asunto. Pero por más que pueda darse un bloqueo, el vértigo y las presiones por llegar a un acuerdo serán enormes, en una situación de excepcionalidad sanitaria.

La célebre muñeca rusa puede servir de metáfora para descomponer los resultados que se den esta noche. La primera pieza de esta matrioshka catalana será la fuerza que obtenga más escaños (que puede no corresponderse con la fuerza más votada). Pero ese triunfo quedará hueco si el primer partido no tiene la capacidad de sumar con otros para un acuerdo de gobierno. Así que la segunda pieza de la matrioshka será la suma de las posibles alianzas. Muy distintas si la primera fuerza es el PSC, ERC o Junts per Catalunya. También será importante, del lado independentista, saber quién se lleva el gato al agua en su particular lucha por la hegemonía, si Esquerra o Junts.

La tercera pieza de la matrioshka comparará el porcentaje de voto independentista versus el no independentista. La cuarta figura será la derivada que estos comicios tengan en el devenir de Sánchez, Casado, Iglesias y Arrimadas. Es muy posible que el primero salga reforzado, o como mínimo, más que airoso. Pablo Casado tiene otro test para salvar los muebles. A Pablo Iglesias le queda la esperanza de que los comuns sean relevantes para una suma de izquierdas, pero los números que presenten confirmarán seguramente que en política es más difícil mantenerse que llegar, una regla que puede hacerse muy dolorosa para Ciudadanos. Por último, la quinta pieza de esta matrioshka catalana, la más diminuta, esconde un valor a escrutar: el porcentaje de voto republicano y monárquico en Catalunya. Monárquicos y republicanos harán sus sumas y restas dependiendo de si incorporan a los votantes del PSC en un bloque u otro.

Será una noche electoral apasionante. Los próximos días requerirán de una lectura inteligente de las distintas piezas del resultado sin perder de vista el conjunto. De una visión lúcida dependerá gran parte del potencial de la próxima legislatura catalana, con consecuencias sobre la española.