- El apellido pesa, pero él siempre ha querido labrarse su propio camino lejos del foco mediático. Hermano del periodista y euskaltzale fallecido Rikardo Arregi y del exconsejero Joseba Arregi, Mikel ha dedicado gran parte de su vida a la política municipal detrás de las siglas de EAJ-PNV y se ha esmerado en ejercitar la herrigintza. Como a muchos, la pandemia le ha hecho reflexionar y, cansado ya física y psicológicamente, el andoaindarra ha puesto punto final a su andadura en el Ayuntamiento de su pueblo, aunque asegura que continuará defendiendo activamente los valores de la fraternidad, la convivencia y el diálogo.

Se embarcó en la política municipal en el año 1991, permaneció hasta 2007 y regresó en 2019. ¿Por qué ha decidido dejarlo ahora definitivamente?

-Volví en 2019 porque me vinieron a buscar, pero ya les dije que me parecía que era una persona mayor y una cara demasiado conocida. Nunca he sabido decir que no, y me incorporé a las listas. Sin embargo, la pandemia y el confinamiento me han hecho reflexionar, y he visto que no tengo las fuerzas suficientes para continuar con una labor de este tipo.

¿Qué le ha motivado para dedicar tantos años al municipalismo?

-Soy salsero de nacimiento y he vivido la política desde la cuna. Siempre digo que en mi casa la mesa ha sido muy importante y es donde se ha hablado de todo. Tuve un padre muy político, que estaba vinculado a la religión, y una madre muy religiosa, a la que tocó estar cerca de la política. Con esos valores crecimos mis cuatro hermanos y yo. Siempre he participado en lo que se llama herrigintza, contribuyendo en las iniciativas que surgían en el pueblo y he sido presidente de la ikastola. Empecé en política de manera singular: en una cena intentaba convencer a una persona para que se presentara, y al final terminaron convenciéndome a mí.

¿Por qué le ha interesado la política municipal?

-En realidad, lo que me ha interesado ha sido la herrigintza, porque es la manera en la que consigo que la política municipal tenga sentido. Fue muy natural en mí dar el paso para entrar en el Ayuntamiento. Soy andoaindarra y, como decía mi difunto hermano en el último artículo que le publicaron once días antes de fallecer en 1969 en accidente de tráfico, estoy muy orgulloso de ser de Andoain y por Andoain hago lo que haga falta.

Se dice que la política municipal es la más complicada por el roce diario con los vecinos y vecinas sobre cuyos asuntos se toman decisiones. ¿Está de acuerdo?

-No les quitaré la razón a los que dicen que es la más complicada, pero añadiría que es la más elemental y básica, y algo que cualquier político debería experimentar. Siempre he defendido que todo político debería ser primero concejal en su propio pueblo.

¿Le ha costado diferenciar su labor política y su faceta personal?

-Es difícil, pero ha sido posible gracias a una familia que me ha apoyado y me ha sustentado. Nunca podré agradecer lo suficiente a mi familia, que me ha estado apoyando en los momentos fáciles y en los difíciles. Si no tienes el apoyo de los tuyos, estás abocado a fracasar.

Siempre ha tratado de tender puentes entre diferentes.

-En cierto momento de mi vida he tratado de buscar la transversalidad, pero tuve la suerte de conocer un movimiento basado en la fraternidad, el tercer pilar de la Revolución Francesa, que siempre olvidamos. Descubrí un nuevo mundo, que fundamentalmente se basa en el diálogo, desde la diversidad y la unidad suficiente para buscar el bien común. Eso es lo que en esta última etapa me ha motivado, y estoy dedicando mis días a la reconciliación y la convivencia.

Andoain, como otros pueblos, se ha visto manchado por el estigma de la violencia. Como andoaindarra, ¿cómo lo ha vivido?

-Hemos padecido el sufrimiento de ETA directamente. No es solo el estigma; los socialistas de Andoain han sufrido la persecución y en el día a día la actitud de personas que no condenaban la violencia.

Usted también ha sufrido la violencia en primera persona. En 2002 un artefacto de fabricación casera explotó en los bajos de su vehículo. ¿Ha pasado página? ¿Alguien le ha pedido perdón?

-Hubo reacciones de todo tipo; quien no me saludaba y empezó a saludarme, y gente que cruzaba la acera cuando me veía. El miedo es libre. Durante una época tuve que vivir con protección las 24 horas del día, aunque no fue por decisión propia. Seguí hacia delante por el apoyo de mi familia y para defender la convivencia.

¿Cómo ha sido su relación con sus compañeros socialistas?

-Siempre intenté acercarme a los que más sufrían, que eran los socialistas, porque vivían en Andoain y tenían aquí su sede. Los miembros del PP venían a las reuniones o plenos y después se iban. Tras el asesinato de Joseba Pagazaurtundua, tuve la osadía de ir a la Casa del Pueblo junto a dos buenos amigos. Le di un abrazo a su viuda y hubo una persona que quiso echarme, pero su jefe le dijo que no, que yo allí siempre era bienvenido. Esos gestos tienen mucho significado y yo siempre los he buscado; he tratado de tener gestos para mejorar la convivencia en nuestro pueblo. Todos los años participo en los homenajes del PSE-EE a Pagazaurtundua y a José Luis López de Lacalle. Creo que esa visibilidad es más importante que otros actos más pomposos.

¿Y su relación con la izquierda abertzale?

-Ya en mi primera legislatura le dije a un concejal de HB que lo que nos diferenciaba no era solo el uso o no de la violencia, sino que su modelo de sociedad y el mío no se parecían en nada. Lo sigo defendiendo, pero creo que todo eso se puede salvar en pro del bien común. He intentado tender puentes, y acercar esos dos mundos. He luchado por ello, aunque creo que es en lo que menos apoyo he conseguido.

Han pasado nueve años desde que ETA anunció el fin de la violencia. ¿Cómo ha cambiado la convivencia en Andoain?

-Hoy en día, en general, la política está normalizada, pero la convivencia todavía no. Los procesos son lentos, pero ahí está la importancia de los que participamos en ellos. Requiere tiempo y agallas. Para que la convivencia se normalice hace falta primero la reconciliación con uno mismo, después de la persona con la propia sociedad, y por último, de la sociedad consigo misma.

Forma parte del foro Elkarbizi de Buruntzaldea, que busca la restauración del daño causado. ¿Cómo está siendo la experiencia?

-Sigue siendo positiva. Es una dinámica que echó a andar para buscar una salida a la convivencia y el objetivo primordial era la reinserción de los presos en la sociedad. Un grupo de gente, fundamentalmente del mundo abertzale, nos dimos cuenta de que como ciudadanos debíamos participar en esos procesos.

También está comprometido con el Movimiento Político por la Unidad.

-En él estamos políticos de diferentes formaciones, miembros de sindicatos o funcionarios. Su base fundamental es reflexionar sobre la política y la aplicación de la fraternidad y el diálogo, tanto en el ámbito personal como en la política. Es lo que me motiva y en el Ayuntamiento de Andoain se me ha pedido que siga participando en la Comisión de Convivencia.

A diferencia suya, que se ha mantenido fiel a sus siglas políticas, su hermano Joseba ha ido distanciándose cada vez más de ellas. ¿Ha afectado a su relación personal?

-Sigue siendo abertzale a su manera, pero no hablaré yo de sus convicciones políticas. En pensamiento y políticamente me unen muchas cosas a él, pero debo discrepar en ciertas otras. No obstante, creo que la diversidad es buena. Lo que es malo es la uniformidad; si hay diversidad, puede haber unión.

¿Nunca ha sentido la tentación o ha tenido la propuesta de dar el salto a otras instituciones, como el Parlamento o las Juntas Generales?

-No lo he intentado, pero tampoco me lo han posibilitado. En 2003, cuando fui cabeza de lista del PNV de Andoain, gané las elecciones pero no pude ser alcalde por un pacto entre el PSE-EE y el PP. Hubo ciertas negociaciones, pero no se dieron las condiciones.

¿Qué siente cuando oye que todos los políticos son iguales o que todos los políticos roban?

-Siempre he defendido a los políticos. La mayoría son honrados y les cuesta dinero de su bolsillo estar en política. En mi caso, trabajaba en el mundo audiovisual y, cuando me liberé para trabajar en el Ayuntamiento de Andoain en 2003, pasé a cobrar menos de la mitad de lo que ganaba en la vida privada.

¿Qué es lo mejor que le ha dado la política? ¿Y lo peor?

-Lo mejor ha sido tener la suerte de poder dedicarme al pueblo de Andoain. Doy las gracias al resto de compañeros, técnicos y trabajadores por habérmelo posibilitado, y pido perdón a quienes con mis dichos o hechos haya podido hacer daño. Intentaré recordar siempre lo mejor y están siendo más los que se acercan para agradecerme o felicitarme.

"La política municipal es

la más básica. Siempre he defendido que todo político debería ser primero concejal en su propio pueblo"

"Siempre intenté acercarme a los que más sufrían, que eran los socialistas, porque vivían en Andoain y tenían aquí su sede"