- Voz familiar para los oyentes de la radio pública vasca, constata que la pandemia “ha atravesado” el primer año de una legislatura novedosa por ser la primera con un Gobierno de coalición”, dentro de un panorama de bloques de partidos “más progresistas o de izquierdas”, y de formaciones de derechas “que se visibilizaron muy claramente en la fotografía de Colón”.

¿A la derecha se le han fundido los plomos por sobrecarga de tensión en estos meses o eso está por ver?

-La oposición tiene que poner límites al Gobierno, desde la colaboración, el control y la contestación. El equilibrio entre todo nos daría una oposición responsable, que atiende más a los intereses de la ciudadanía que a los suyos propios. Pero la oposición necesita hacerse oír, porque si no confrontas ante el Gobierno, corres el riesgo de que la única voz que se escuche es la del Ejecutivo. En ese juego entre responsabilidad y notoriedad, ha emerigido una oposición muy confrontativa, que parece que ha buscado más la polarización y crispación que la colaboración. Está clarísimo que Vox, sobre todo hasta la moción de censura, ha marcado la agenda y la manera de hacer oposición. Pablo Casado asumió el ritmo y la forma que marcaba Vox. Si se analiza la actividad legislativa del Congreso, en lo concreto ha sido una crispación más verbal que en cuanto a medidas.

La pandemia ha llevado a una suerte de keynesianismo en Europa. ¿Eso ha podido generar nervios en la derecha, que ha visto sus recetas un tanto arrinconadas?

-Seguramente la posición de la Unión Europea y los acuerdos sociales entre sindicatos y patronal sí contribuyen al descoloque de la oposición. Este cambio de paradigma con la pandemia ha dejado a la oposición en una dificultad para ubicarse. Se ha visto claramente cuando Pablo Casado ha ido a Bruselas a reunirse con las instituciones europeas intentando boicotear de alguna manera la acción del Gobierno. La oposición no había entendido que estábamos en otro escenario, no de sucesión de elecciones, sino de entrada en una legislatura de largo recorrido, sin alternativa al Gobierno de coalición, lo que se visibilizó muy bien en la moción de censura. Parece que, ahora ya sí, Casado ha entendido que la oposición responsable posiblemente le pueda dar mayor rédito. Ya se verá, pero tiene mucho tiempo para poder probar.

¿Y a partir de este momento, qué puede pasar?

-Vamos a ver, tiene que pasar las elecciones catalanas, y está el debate de la situación de la monarquía, que es otro de los frentes. El PP ha intentado coger temas sobre los que podía marcar una oposición, cuando la política pública estaba muy consensuada a nivel internacional, y por las decisiones de la Unión Europea. Los comicios catalanes van a ser un momento para que cada partido vuelva a definirse y busque su espacio, y se va a vivir un momento de tensión, además de cómo se solucione la pandemia, y la situación de la monarquía, un eje que hasta ahora concentraba acuerdos y que se ha erigido como un tema de división.

Al papel tradicional del PNV se suma la nueva disposición de Bildu.

-Bildu está haciendo la lectura del largo recorrido. Trasladar la imagen de una formación capaz de materializar en propuestas concretas su presencia en el Congreso. En el final de la anterior legislatura ya se vio este cambio de rumbo. Algo que puede alterar este nuevo rol es la tramitación del nuevo Estatuto vasco, otro momento en el que las piezas se tendrán que ubicar. El Gobierno de coalición convivirá con esos dos procesos y la oposición los aprovechará para debilitarlo, pues son las cuestiones identitarias las que dividen a la sociedad. Las de políticas públicas concentran bastantes acuerdos y consensos.

“Los comicios catalanes van a ser un momento para que cada partido vuelva a definirse y busque su espacio”