- Tras dos años sin verse por la pandemia, los líderes del G7 (EEUU, Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Japón) deberán afrontar a partir de hoy en Cornualles (sureste de Inglaterra), los grandes retos que les aguardan.

El primero es el de las vacunas. Con buena parte de su población ya inmunizada, los países ricos empiezan a dirigir su mirada hacia los menos desarrollados y, de hecho, Biden ha anunciando la donación de 500 millones de dosis de Pfizer.

Como segunda clave se sitúa el brexit. La fuerte presencia de países europeos en el G7 (Francia, Italia, Alemania y Reino Unido, además de la UE) hace inevitable que el problema sea uno de los principales puntos de fricción en la cumbre. Los presagios para Johnson, por ahora, no son buenos.

El clima es el tercero de los retos del G7 puesto que estamos en un año decisivo en la lucha contra el cambio climático. El regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París sobre el clima, del que salió bajo la presidencia de Trump, marca uno de los puntos donde se espera una mayor convergencia en Cornualles.

Rusia -excluida del hasta entonces G8 tras la invasión y anexión de Crimea en 2014- centrará de nuevo las miradas como adversario común. La persecución a la oposición en su aliada Bielorrusia o los ciberataques procedentes de hackers rusos son dos de las preocupaciones que el foro abordará para forjar una posición común.

Asimismo, el Gobierno de Boris Johnson se ha marcado como primer objetivo “reenergizar la acción internacional” y Biden lo subrayó al afirmar, nada más pisar suelo británico, que “Estados Unidos ha vuelto”.

La devastadora crisis que ha generado el coronavirus da signos de remisión en los países que componen el G7 y los planes para la recuperación descubren a su vez nuevos desafíos. Con el fantasma del sobrecalentamiento acechando ya a las economías que han empezado a salir del pozo, los siete líderes tratarán de concertar estrategias globales para afianzar la recuperación. Por de pronto, sus ministros de Finanzas ya acordaron la semana pasada un impuesto mínimo de sociedades global y gravar a las grandes multinacionales allá donde obtienen sus beneficios.