- México acude mañana a las urnas en las elecciones más grandes de su historia, con más de 20.000 puestos de elección popular en juego. También están siendo unas de las más violentas, con 724 agresiones o delitos contra políticos durante la precampaña y la campaña electoral. “Sin duda, en términos globales, esta elección será la más violenta desde el año 2000”, apunta Rubén Salazar, director de la consultora Etellekt, que ha documentado estos ataques, que incluyen el asesinato de 88 políticos -de los 35 eran aspirantes o candidatos-, 99 servidores públicos sin militancia, 10 colaboradores y 34 familiares de políticos.

“Hay un número nunca antes visto de candidatos que han perdido la vida”, denuncia en una entrevista con Efe Lía Limón, la candidata de la oposición a la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México -la capital azteca está dividida en 16 delegaciones-. La política de la alianza Va por México ha denunciado violencia política de género por parte de su rival del gobernante Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y su equipo, y por ello ha recibido protección.

Este proceso electoral está siendo especialmente violento para las mujeres, con 21 candidatas asesinadas de una cifra total de 35. Asimismo, más de 100 aspirantes cuentan con “denuncias, procesamientos, investigaciones y/o sentencias por delitos relacionados con violencia sexual, violencia familiar o por ser deudores de pensión alimenticia”, según denuncia la Observatoría Ciudadana Todas MX.

Pero esta violencia no es exclusiva del periodo electoral y se enmarca en un contexto en el que diez mujeres son asesinadas cada día. El movimiento feminista, muy combativo en los últimos años, acusa al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, de pasividad ante los altos índices de violencia de género que vive el país azteca. En este sentido, la Observatoría apunta que los partidos y candidatos utilizan la agenda de las mujeres y el discurso feminista como “bandera electoral”, pero que carecen de propuestas “claras, viables y sustantivas” e incumplen pactos y compromisos adquiridos en la materia.

Esta elección llega también tras dos años en los que la violencia generalizada ha alcanzado sus cotas más altas, con casi 70 mil asesinatos entre 2019 y 2020. Es por ello que Limón considera que la violencia política es parte de una tendencia general de inseguridad. “En todas las colonias, en todas las calles, la gente expresa estar harta de la inseguridad, vivir con miedo y en malas condiciones, por eso es un tema prioritario que atender”, señala la candidata.

En este contexto, el presidente López Obrador ha instado a la población a salir a votar “sin miedo” y ha insistido en que existen condiciones para llevar a cabo los comicios intermedios de mañana, en los que los mexicanos están llamados a las urnas. A nivel federal, en estas elecciones intermedias se eligen los 500 miembros de la Cámara de Diputados (300 legisladores son elegidos por voto directo y otros 200, por representación proporcional). Además, están en juego 15 de los 32 estados (incluido Ciudad de México) y más de 1.900 alcaldías locales, entre otros cargos. Por su parte, el presidente mexicano no se juega el cargo, pero sí su gobernabilidad.

Cuando López Obrador llegó al poder hace tres años, su partido, Morena, se hizo con una mayoría absoluta de 256 diputados, un resultado que le ha permitido no tener que negociar con la oposición para sacar adelante sus proyectos. El bloque oficialista no cuenta, en cambio, con una mayoría calificada (dos terceras partes o al menos 334 diputados) para reformas de mayor calado. En esta ocasión, Morena parte como favorito en las encuestas, aunque podría no lograr la mayoría absoluta ni calificada, por lo que necesitará tejer acuerdos con partidos aliados para gobernar.

Una de las peculiaridades de esta campaña es la alianza que han formado los tres partidos tradicionales de México para concurrir a las elecciones: el histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante 70 años, el derechista Partido de Acción Nacional (PAN) de los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón, y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), antigua formación de López Obrador que abandonó para formar Morena. La coalición opositora ha sido bautizada como Va por México y su objetivo es evitar el triunfo del partido gobernante en estas elecciones intermedias bajo el argumento de que el presidente mexicano es un “peligro” para el país.

La alianza acusa a López Obrador de “autoritarismo”, de anular la división y el equilibrio de poderes y de descalificar a los órganos independientes como el Instituto Nacional Electoral. Sin embargo, su imagen de partidos tradicionales y ligados a la corrupción juega en su contra. Ya durante el mandato de Enrique Peña Nieto, el PRI tuvo el apoyo del PAN y el PRD para aprobar las grandes reformas de su mandato gracias a un acuerdo llamado Pacto por México. Pero la corrupción marcó su sexenio y terminó perjudicando a las tres formaciones. López Obrador llegó al poder después con un discurso contra la corrupción y la desigualdad endémica del país, y con una imagen alejada de los partidos tradicionales.

“Esto generó una visión de que entre los tres no había ninguna diferencia. El electorado se polarizó entre el apoyo a López Obrador o más de lo mismo”, explica la politóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Martha Singer. Y mañana, en la elección de la Cámara de Diputados, el mandatario volverá a estar en el centro, aunque esta vez con una pandemia de fondo, que México está padeciendo con especial crudeza y donde la vacunación avanza lentamente.