erbia es y fue desde la Edad Media el país más importante y violento de los Balcanes. A estos atributos hay que añadir últimamente que es también uno de los más balcánicos… en el peor sentido de la palabra.

Y es que desde las guerras de Milosevic a finales del siglo pasado el país se ha enredado en una espiral de abusos institucionales, intrigas bizantinas y violencias mafiosas sazonada por las desinformaciones e informaciones sesgadas de una prensa tan poco veraz como rara vez independiente.

Actualmente, la situación tiene de doble protagonista al presidente de la República, Alejandro Vucic. Este se ha enzarzado en una guerra de acusaciones y contraacusaciones con su ministro de Defensa, Nebojsa Stefanovic; ambos se reprochan mutuamente infinidad de delitos y manipulaciones subversivas. Según el presidente, Stefanovic coopera con potencias extranjeras y hasta proyectaba asesinarle, además de una serie de prevaricaciones cometidas durante su mandato como ministro de Interior en la legislatura pasada.

Stefanovic, por su parte asegura tener pruebas de las vinculaciones de Vucic y su familia con organizaciones mafiosas, narcotraficantes y criminales. Naturalmente, hasta la fecha ni el uno ni el otro han aportado pruebas concretas de sus acusaciones ni la Prensa, abrumadoramente próxima al presidente, tampoco.

El aspecto más tétrico de este tsunami de denuncias lo protagoniza Veliko Belviuk, cabecilla de un grupo de seguidores del club de fútbol Partizan de Belgrado que se auto nominan “los jenízaros”. Según los relatos periodísticos, el grupo es una sádica banda de asesinos que descuartiza vivas a sus víctimas, chantajea, secuestra y trafica con drogas. Todo esto, concebido y manipulado por Belviuk, que no ha sido cogido nunca por las fuerzas de seguridad,

Todo esto es vox populi; todo el mundo lo sabe, pero nadie sabe nada concreto ni hace denuncia alguna. Sin embargo, lo que es evidente es que una delincuencia tan brutal (“bestial” en boca de Vucic) y continuada no podría subsistir tanto tiempo y tan impunemente sin la cooperación más o menos pasiva de la policía.

En esto está todo el mundo de acuerdo, incluso Stefanovic y Vucic… pero con la diferencia de que cada uno de ellos dice que el otro fue el socio y protector de Belviuk y los jenízaros.

Dialéctica y modales balcánicos…