MOSCÚ - Después de Siria y Libia, ahora le toca el turno al Cáucaso. Rusia y Turquía de nuevo han elegido bandos opuestos en un conflicto regional por el control del enclave de Nagorno Karabaj. Moscú tiene una base militar en Armenia y Ankara es el principal aliado de Azerbaiyán. “Es inadmisible que Nagorno Karabaj y las regiones adyacentes, que son territorio azerbaiyano, estén todavía ocupadas, pese a todas las resoluciones aprobadas”, dijo el pasado jueves Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, ante la Asamblea General de la ONU. Tres días después estallaron los combates en Nagorno Karabaj, territorio habitado por armenios y cuya capital, Stepanakert, fue alcanzada por los proyectiles azerbaiyanos, lo que ha encendido todas las alarmas sobre el estallido de un conflicto a gran escala en el Cáucaso Sur.

El Cáucaso es el patio trasero por excelencia del Kremlin desde que Moscú lograra imponerse en el siglo XIX al Imperio otomano, pero en sus renovadas ansias de expansión regional Turquía nunca ha perdido de vista la región, encajada entre los mares Negro y Caspio. Puede que Nagorno Karabaj no sea más que un puñado de tierra, pero su importancia es vital para la supervivencia de ambos países en conflicto y, por lo tanto, para sus principales patrocinadores.

Mientras el presidente ruso, Vladímir Putin, solo entró en escena al hablar por teléfono con el líder armenio, Nikol Pashinián, el lunes Erdogan volvió a la carga al proclamar que “ha llegado la hora” de poner fin a la ocupación “armenia”. “Erdogan es consecuente con su gran idea, que es que Turquía tenga influencia en todos los territorios del antiguo Imperio otomano”, comentó Fiódor Lukiánov, experto ruso en relaciones internacionales. Es decir, agregó, Erdogan quiere que “Oriente Medio, el norte de África, los Balcanes y, por supuesto, el Cáucaso Sur sean parte de su esfera de influencia, donde Ankara debe tener intereses privilegiados”. En los últimos años Turquía también ha invertido grandes cantidades de dinero en repúblicas del Cáucaso Norte ruso con mayoría musulmana, como Chechenia, y en países de Asia Central como Kazajistán, a lo que hay que sumar su apoyo a los tártaros de Crimea en el mar Negro.

Ankara tuvo hace cinco años la oportunidad de normalizar las relaciones con Ereván en el centenario del genocidio armenio cometido por los otomanos (1915), pero optó por no reconocer el crimen en el que murieron 1,5 millones de personas. “El papel de Turquía ha sido totalmente destructivo, ya que instiga el conflicto y obstruye el arreglo”, señaló Vadím Mujánov, experto en problemas del Cáucaso de la Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú. En una demostración de que las heridas de la historia aún supuran, el presidente armenio, Armén Sarkisián, aludió el lunes al genocidio al participar por videoconferencia en un acto organizado por la OTAN, bloque al que pertenece Turquía. “Hace 105 años el Imperio otomano cometió el genocidio armenio. No podemos permitir en ningún caso que ese genocidio se repita”, dijo.

La seguridad rusa en su flanco sur depende en gran medida de la estabilidad en el Cáucaso, hogar de tres países: Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Nada más estallar las hostilidades, el Kremlin destacó que Rusia mantiene relaciones de amistad con ambos países enfrentados, pero la realidad es que solo Armenia es miembro de la postsoviética Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que opera como la OTAN en caso de agresión exterior. Además, el Kremlin reforzó su presencia militar en la zona al prorrogar hasta 2044 la permanencia de su base militar en Armenia, país que comparte 350 kilómetros de frontera con Turquía y 46 kilómetros con Irán. “Importantísimo factor de disuasión”, lo llamó el embajador armenio en Rusia, Vardán Toganián. Putin, quien no olvida que fue el conflicto en el Karabaj el que abrió en 1988 la caja de Pandora del separatismo en la antigua Unión Soviética, no dudó en recurrir en 2008 al uso de la fuerza para defender a otra república separatista, la georgiana y prorrusa Osetia del Sur.

Dicha intervención y el posterior reconocimiento por Moscú de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia hicieron imposible que la OTAN abriera una base militar en Georgia. Recientemente, el ministro de Exteriores armenio, Zohrab Mnatsakanián, aseguró que Armenia es “parte de Europa”, pero que Moscú y Ereván tienen “una relación de aliados”. En cambio, denunció, Turquía es un “exportador de inestabilidad y agresividad para todo su vecindario”. “La política de apaciguamiento de Turquía ha demostrado hoy sus limitaciones”, alertó.

El Cáucaso Sur es una región clave para la seguridad energética de Europa, que recibe suministros de gas del Caspio a través de territorio de Azerbaiyán y Georgia. Un agravamiento del conflicto obligaría a suspender el bombeo, lo que impediría el tránsito fuera del territorio ruso, una de las estrategias de Bruselas para reducir su dependencia de los hidrocarburos rusos. Tampoco se puede ignorar el papel de Irán, donde vive una numerosa minoría azerbaiyana, que algunas fuentes cifran en unos 20 millones de habitantes. Por ese motivo, Teherán mantiene una relación de socio con Armenia, uno de los pocos balones de oxígeno para la economía nacional debido al embargo turco. Aunque se vio obligado a negociar con Ankara un alto el fuego en Siria, Teherán no ve con buenos ojos un incremento de la influencia turca en el Cáucaso, ya que teme que acabe provocando una sublevación entre la minoría azerbaiyana en el norte del país persa.

El Kremlin llama a Turquía a no “echar leña en el fuego”. Rusia hizo un llamamiento ayer a la comunidad internacional y especialmente a Turquía a evitar declaraciones que propicien la escalada del conflicto. El portavoz presidencial ruso llamó a todos los países y “especialmente a nuestros socios como Turquía” a hacer todo para convencer a las partes enfrentadas a cesar el fuego. Por otro lado, el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, dejó claro su apoyo a Azerbaiyán a la vista de los últimos sucesos bélicos, al tiempo que confió en que se liberen los territorios azeríes que considera “ocupados”.