- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, insistió el martes en continuar con su estrategia represiva contra las manifestaciones antirracistas, que calificó de “terrorismo doméstico”. No obstante, el lugar escogido para ratificar las actuaciones policiales de su Ejecutivo, Kenosha, es incendiario para el movimiento que quiere aplacar el mandatario, ya que se trata de la ciudad donde, el 23 de agosto, un agente blanco disparó siete veces por la espalda al afroamericano Jacob Blake, al que hace cuatro días la Policía le retiró las esposas que le ataban a la camilla del hospital. Cabe recordar que cuatro de las balas alcanzaron a Blake, a plena luz del día y mientras intentaba mediar entre dos mujeres que estaban peleando.

“Estamos aquí para mostrar nuestro apoyo a Kenosha y Wisconsin”, aseguró Trump durante un encuentro con autoridades locales, legisladores y empresarios, entre otros asistentes, que encabezó después de recorrer los lugares afectados por las revueltas, en las que han muerto dos manifestantes. El candidato demócrata a las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, Joe Biden anunció que también visitará Kenosha este domingo.

Trump defendió el envío de tropas de la Guardia Nacional y agentes federales a Kenosha. “No estaríamos aquí sin nuestras fuerzas de orden público”, afirmó el mandatario. Desde su punto de vista, hace solo unos días los residentes de esa ciudad pasaron por el infierno, pero ahora, insistió: “Me siento muy seguro”. Asimismo, se enorgulleció de que, tras el envío de tropas a Chicago, hubo “más de 1.000 arrestos” en el primer mes.

El presidente aseguró que los “políticos imprudentes de extrema izquierda continúan impulsando el destructivo mensaje de que nuestra nación y las fuerzas del orden son opresivas o racistas”. “Lanzarán cualquier palabra que se les ocurra. En realidad, deberíamos mostrar un apoyo mucho mayor a nuestros cuerpos policiales”, sentenció el político.

Ante la pregunta de si considera que existe un racismo sistémico, Trump aseguró no creer eso y defendió el “trabajo increíble” de la Policía. En un intento por rebajarle tensión al asunto, el presidente sugirió que en ocasiones se trata de “algunas manzanas podridas”. El candidato republicano, que antes de viajar a Kenosha empleó adjetivos como “tonto” y “estúpido” para referirse al alcalde, no se reunió con la familia de Blake, y, al ser consultado al respecto, afirmó: “Me siento muy mal por cualquiera que pase por su situación”.

En todo caso, volvió a justificarlos: “Los policías están bajo una tremenda presión” y pese a tener quince años de experiencia y un historial impecable, de repente, tienen “un cuarto de segundo” para tomar una decisión.

Por su parte, el fiscal general, William Barr, deslizó la hipótesis de que detrás de las protestas en Kenosha hay “instigadores violentos” que proceden de estados como California y Washington, así como de la ciudad de Chicago, también sacudida por movilizaciones. En opinión de Barr, “la violencia que estalló poco después del tiroteo policial no es una respuesta legítima”.

El de Blake se convierte en un nuevo episodio de brutalidad policial contra los afroamericanos en Estados Unidos, después de los recientes asesinatos de George Floyd y Breonna Taylor.

Floyd murió en Mineápolis (Minesota) el pasado 25 de mayo, después de que un policía blanco le presionó el cuello con su rodilla a pesar de sus constantes advertencias sobre que no podía respirar. El asesinato desató una serie de protestas en contra de la brutalidad policial y el racismo en las que también se recordó a Taylor.

El pasado 13 de marzo, Taylor, sanitaria de 26 años, fue asesinada tras recibir ocho tiros cuando la Policía de Louisville llevaba a cabo un allanamiento sin aviso previo en su apartamento durante una investigación antidrogas, en la que no encontraron estupefacientes.