- El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, responsabilizó ayer a la Iglesia católica de las protestas que se están llevando a cabo en el país tras el triunfo electoral, que la oposición atribuye a un fraude, el pasado 9 de agosto. El mandatario desde hace 26 años acusa a la institución religiosa de seguir las órdenes de Polonia y Lituania, dos bastiones católicos en una región mayoritariamente ortodoxa. Estos dos países no reconocen la legitimidad de Lukashenko.

Tadeusz Kondrusiewicz, jefe de la Iglesia católica bielorrusa desde 2007, comentó lo siguiente: “Nosotros debemos ejercer un papel de mediador y pacificador entre el pueblo y las autoridades. Existe el riesgo de que el país se vea abocado a una guerra civil”.

Obsesionado con prevenir una revolución a la ucraniana en su país, Lukashenko no quiere que se repitan en Minsk las imágenes de las barricadas de Kiev, donde en 2013 los sacerdotes tomaron claramente partido a favor de los manifestantes que apoyaron el golpe de estado contra el recién elegido Gobierno prorruso.

Las autoridades aprovecharon que el arzobispo bielorruso Kondriusewicz viajó a Polonia para “oficiar” un servicio eclesiástico, tal y como aseguró él mismo, para incluirle en una “lista negra” elaborada conjuntamente con Rusia, país aliado de Bielorrusia, e impedirle el regreso.

Según Lukashenko, Kondriusewicz recibió “misiones concretas” de Polonia durante su estancia en el país vecino. “A nosotros no nos importa si es el jefe de los católicos, ortodoxos o musulmanes. Debe cumplir la ley. Y si tú te metes en política y arrastras contigo a los fieles católicos, tienes doble responsabilidad”, señaló. Además, Minsk abrió una investigación contra el arzobispo de Minsk y Moguiliov por la sospecha de que ostenta otra ciudadanía que no es la bielorrusa, en clara alusión a la polaca.

Para combatir al bloque europeista, Minsk estrecha sus relaciones con Moscú. El primer ministro de Rusia, Mijail Mishustin, viajará hoy a la capital de Bielorrusia para reunirse con altos cargos del Gobierno.

El pasado domingo, el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homónimo bielorruso acordaron en una conversación telefónica que se reunirán “en las próximas semanas”. Sergei Lavrov, ministro de Exteriores de Rusia, comentó que el encuentro de los dos mandatarios confirma la disposición “mutua” de continuar desarrollando “unas relaciones equitativas y de beneficio mutuo”.