Hace una semana que la primera potencia mundial se tambalea. El detonante fue la muerte de un afroamericano bajo la rodilla de un policía de Mineápolis. Tenía 46 años y se llamaba George Floyd. La policía le detuvo como sospechoso de pagar con un billete falso de 20 dólares en un supermercado. Sus gritos mientras agonizaba han quedado en los oídos de todos los que le escucharon. La escena, grabada por un transeúnte, era tan escalofriante como habitual en EE.UU. Es ya larga la lista de afroamericanos muertos por la violencia policial. Floyd no era Martin Luther King, pero la reacción a su muerte ha hecho recordar 'al hombre que tenía un sueño'.

¿Por qué la población de EE.UU. ha reaccionado con la muerte de Floyd como con la de King?

A este acto de barbarie se suma una situación económica sin precedentes forzada no por causas del mercado sino por una pandemia.

Hay estudios que apuntan a un paro del 20% tras una situación de cuarentena 'a la americana' que si bien se cubrían frente al virus por un lado, se destapaban por el otro. El resultado lleva al país hacia los dos millones de infectados y más de 106.000 fallecidos.

Al crimen policial, el paro y la pandemia le faltaba el cuarto elemento de esa 'tormenta perfecta'. Y Donald Trump se ha puesto manos a la obra con un tuit en el que, como había habido saqueos, justificaba disparar a los manifestantes.

La vertiente política que busca a una ideología o a un personaje que represente todo el desastre era fácil de encontrar en EE.UU. Trump, que basó su 'éxito' en acabar con el paro en un país con sus zonas industriales deprimidas, acude ahora a las elecciones con una tasa de desempleo inimaginable en la primera economía mundial. Y además, con su personalidad estrafalaria, vehemente y a veces macarra, se presenta voluntario para aglutinar la ira producida por todos los errores, propios y ajenos, (policiales, sanitarios, económicos y políticos) que han hecho estallar la crisis.

¿HASTA DONDE IRÁN LAS PROTESTAS?

Según los manuales de agitación, las protestas no deberían ir más allá de una demostración de ira, tanto por la muerte de Floyd como por la situación del país. A este movimiento le falta soporte ideológico y líderes indiscutibles. Le faltaba de todo... hasta que Trump irrumpía de nuevo en Twitter.

El presidente de EE.UU. otorgaba, en media docena de tuits , un inesperado liderazgo a Antifa. Una organización tan pequeña como activa y desconocida a la que le será difícil lograr que sea declarada como organización terrorista por carecer de militantes, estructura y líderes. Además la declaración podría ir contra la Primera Enmiemda (que trata de la libertad de expresión y derecho de reunión).

Ni se sabe cuantos miembros tiene ni quien la dirige. Se compone de pequeñas células autónomas que luchan contra el racismo y el sexismo.

No pretenden ninguna cuota de poder y son enemigos a ultranza de los supremacistas y la ultraderecha. Se declaran anticapitalistas y van contra la propiedad privada. Tienen nexos con algunos grupos antifascistas europeos.

Si carecen de liderazgo para ellos mismos, difícil lo tienen para liderar una explosión social de esta magnitud. Aunque en el otro lado, un Trump que ha perdido los papeles en esta crisis, con la huida hacia el bunker mientras reclamaba violencia contra las protestas, está llamando, sin ser muy consciente de ello, a la extensión del caos por todo el país.