Los golpes secos en el suelo acompañan las voces de quienes participan en los coros de Santa Águeda, que salieron ayer a la calle como manda la tradición.
Y es que ya lo dice la canción: “Zorion etxe hontako denoi oles egitera gatoz, aterik ate ohitura zaharrak aurten berritzeko asmoz” (Felicidad para los habitantes de esta casa, venimos a saludaros puerta a puerta para renovar este año las tradiciones).
Con sábanas para recoger donativos o por amor al arte, son muchas las personas que gustan de salir cada año a cantar la coplas al ritmo que marcan las makilas con cuyos golpes se llama a la primavera a que despierte y llegue llena de frutos.
Porque con anterioridad a que en Euskal Herria se comenzara a rendir homenaje a la santa de origen siciliano, a la que el tirano Ouinciano torturó y mando cortar los pechos, ya en tierras vascas se celebraban ritos paganos que en mitad del invierno invocaban a la primavera.
Además, son varias las ermitas dedicadas a la santa en el territorio, como las de Bidania, Soraluze o An- tzuola, a las que las que se acercaban mujeres con problemas para amamantar a su hijos o aquellas que le rezaban para tener un buen parto.
todas las edades El 4 de febrero a Santa Águeda se le homenajea cantando y son pocos los municipios en los que por la tarde-noche no se oyen las voces acompasadas de los coros. La tradición ha llegado incluso a los centros escolares y ya por la mañana se podía ver a los txikis armados con sus palos y vestidos con los trajes de baserritarra cantando en los patios de las escuelas o en las calles colindantes.
Venturando suerte para quienes les escuchan, los coros volvieron fieles a su cita anual integrados, muy frecuentemente por más mujeres que hombres. Esta realidad contrarresta a la que se vivió en otra época en la que solo se permitía tomar parte en los mismos a varones mayores de 14 años. La participación de las mujeres se garantizó en la década de los 60 y la popularidad de los coros ganó enteros.
Pero no es este el único cambio que esta tradición ha conocido con el discurrir de los años, dado que antaño más que donativos se recogían alimentos varios que, después, los integrantes de los coros consumían en una merienda o cena.
Lo cierto es que a la llamada de los coros acudieron ayer miles de personas en los distintos municipios de Euskal Herria. Voces graves o más finas, jóvenes o más veteranas volvieron a unirse para entonar unas piezas que forman parte de las costumbres vascas más enraizadas y que terminan, siempre, con un golpe más fuerte en el suelo. Al frío se le combatió ayer con la música y el buen humor.