Pocas cosas pueden ser más enriquecedoras para el ser humano que aprender, compartir y crecer. Ese es el objetivo de la iniciativa Bizilagunak, que reúne en torno a una mesa a gentes de procedencia y cultura diversa a los que, al menos por un día, solo les separan las fronteras obligadas por el hecho de que a uno le guste la comida salada y al de al lado más sosa o que no coman cerdo o sean celíacos.
Con el respeto por bandera, las familias que ofician de anfitrionas para los nuevos ciudadanos vascos saben que en el menú hay límites. Ayer, Unai, Ainhoa , Amets y Oihan, compartieron mesa y mantel con Abdul, Mame, Saliou y Faliou. Los dos últimos son hernaniarras de nacimiento aunque con raíces en Senegal y Saliou, de dos años y medio, ya ha empezado en la ikastola. Faliou, con sus dos meses, mama del pecho de su amatxo a la espera de que comience la comida.
No hay más receta que el buen rollo. La alegría la ponen los más pequeños que ayer contaban con la inestimable aportación de Badredin, el amigo de origen marroquí de Amets. Su madre no ha podido dejar que vaya a casa de sus amigos con las manos vacías, y llega con un delicioso y dulce postre árabe, que Ainhoa pone sobre la mesa.
Abdul, llegó al Estado español hace once años y los últimos tres los ha pasado en Hernani junto a su compañera Mame. En Hernani han nacido sus hijos y en este municipio, donde también trabaja, antes incluso de que ellos nacieran, ya había participado en una iniciativa cuyo ingrediente principal es compartir.
alegría “La experiencia ha sido muy buena, me ha ayudado a conocer a mucha gente”, asegura Abdul, mientras Saliou corre por toda la casa sin parar con los txikis de la familia. Los niños, que se comunican con la mirada, con alegría y con naturalidad, casi no dejan iniciar una conversación. Abdul lo reconoce: “este no para”.
Abdul recuerda que en su Senegal natal el pescado y el arroz son la base del menú diario. Y Unai y Ainhoa lo incluyen en el suyo. Ayer en esta hogar de Hernani se comió bonito, pollo, ensalada y pasta por si a los más pequeños no les apetecía el resto.
Las comidas interculturales de Bizilagunak reunieron ayer a 2.542 personas de 58 nacionalidades en distintos municipios de Euskadi. Este iniciativa, que cumple ya siete años, es coordinada en Gipuzkoa por SOS Racismo, que ayer contribuyó a organizar 127 comidas en diversos municipios.
Ainhoa Makatzaga y Unai Agirre tienen muy claro que esta es una experiencia más que positiva. Se animaron, entre otras razones, porque en la clase de su hijo mayor, Amets, había un niño llegado de Uzbekistan. “Eran amigos y queríamos conocer a su familia. Vinieron a comer y la verdad es que hemos estrechando mucho los lazos y es muy importante, aunque este año no ha sido posible repetir por motivos de salud”, explican Unai y Ainhoa.
Así las cosas, ayer conocieron a una familia senegalesa-hernaniarra a la que quisieron agasajar como es debido. “No hemos podido hablar antes con ellos pero sabíamos que no comen cerdo y les hemos querido ofrecer un poco de todo: carne y pescado”.
“Es una experiencia muy enriquecedora. Nos ha dado mucho, amistad con las familias y un mayor conocimiento de la realidad que viven en sus países”, añade Ainhoa.
“Es muy bonita experiencia para los niños. Vemos que llegan y ya está, comienza a jugar sin más”. Y ya en la mesa, tampoco hay problemas, la conversación fluye. Ayer la sobremesa se prolongó hasta las 19.00 horas de la tarde.
Badredin, ya con la confianza de hallarse en la casa de un amigo, cuenta, en perfecto euskera, que nació en Murcia y que llego a Hernani hace un par de años con su padre y su madre, de origen marroquí, y que en pocos días cumplirá nueve años.
Mientras los mayores hablan los más pequeños saltan sobre las camas y se acercan a mirar si la comida esta ya en la mesa. Saliou, según explica su padre, va contento a la ikastola Urumea, en su primer año. “Siempre está contento es muy abierto y no tiene problemas allá donde va”.
Para no fallar y para que no haya disgustos, Unai ha estado mirando en Internet qué es lo que se come en Senegal. Se lo dice a Abdul: “en Senegal se come muy bien, lo he estado mirando, espero que os guste lo que hemos preparado”. Mientras, el joven senegalés asentía convencido de que así sería.
Lo que es claro es que nadie iba a a quedarse ayer con hambre, no hacía falta más que ver el tamaño de los pucheros entre los que se manejaba Unai. “Siempre ponemos mucha cantidad, mejor que sobre que no que falte”.
Este joven bertsolari y su alegre familia se sumó ayer a una propuesta que, según sus promotores -entre los que están SOS Racismo y Cear- se plantea como “una forma de abrir las puertas de algo muy íntimo, nuestros hogares. Estas comidas son, en ese sentido, un gesto ciudadano colectivo, con el que las personas participantes abren las puertas de sus casas o txokos a la diversidad cultural y las cierran a los mensajes populistas que generan rechazo a las personas migrantes y refugiadas”.
Cada vez son más los lugares que aparecen en la lista de una iniciativa que sí pone barreras y fronteras, pero a la xenofobia
Lo que quedó claro en casa de Ainhoa y de Unai y en tantas otras en Euskadi es que alrededor de una mesa lo que importa, siempre, es estar bien acompañado. Y ayer lo estuvieron.