irun - Entre nueces, cáscaras de plátano, galletas y mucho desconcierto, Soubana Traoré se lleva la mano derecha al pecho, como acostumbran los musulmanes en señal de saludo o afecto. “Hasta ayer nadie nos ha prestado atención. Es como si fuéramos invisibles”, dice en francés este joven de 25 años. Junto a él hay una decena de compatriotas, algunos en cuclillas, otros con la mirada perdida, todos procedentes de Guinea Conakry.

Bien podría parecer que acaban de ser rescatados de una patera en el Estrecho de Gibraltar, pero nada más lejos de la realidad. Animados por varias organizaciones sociales, desayunaron en la mañana de ayer en los soportales del ayuntamiento de Irun, como medida de protesta ante la situación de abandono que denuncian por parte de las instituciones.

Fue un acto casi improvisado. Todo se precipitó ayer a primera hora de la mañana después de que varias organizaciones sociales consultaran a los migrantes si estaban de acuerdo en plantarse frente al ayuntamiento. Se lo pensaron y dijeron que adelante.

Denuncian que no tienen cabida en el nuevo centro de acogida para inmigrantes. Traoré y sus amigos no portan ninguna documentación, ni fotografía que les identifique, lo que les convierte poco menos que en parias en medio de la nada. “Los recursos que han creado las instituciones solo atiende a las personas que pueden identificarse, pero nosotros no podemos hacerlo. ¿Qué pasa entonces con nosotros?”.

Ninguno quiere quedarse en Gipuzkoa. Todos tienen la mirada puesta en Francia, Alemania e Italia. Asumen que son personas en tránsito que han intentado una y otra vez cruzar la frontera, pero que en la medida que sus expectativas se ven frustradas no les queda más remedio que aguardar al momento oportuno y, mientras tanto, reclaman ser tratados como personas y dejar de ser invisibles. “Solo pedimos lavarnos, y algo de comer”. Traoré dejó su país hace mes y medio. Toma algo de fruta mientras se limita a decir que la travesía “fue muy dura”. A partir de ahí deja de sonreír y se sume en el silencio.

Todo se precipitó ayer tras constatar organizaciones sociales que durante la noche del jueves se encontraban desatendidas más de una veintena de personas durmiendo en la calle. “Apenas se han podido gestionar, y después de múltiples llamadas, solo se han conseguido cinco plazas de acogida en Donostia, mientras que el resto permanecerá en la calle y no sabemos cuántas más han pasado o pasarán por esta situación”. La denuncia de SOS Racismo se correspondía con la imagen que ayer ofrecía la fachada del ayuntamiento de Irun, adonde una decena de musulmanes acudieron con lo puesto. Traoré hablaba mientras otros compañeros se desperezaban, tratando de ponerse en contacto con otros compatriotas a través del móvil.

deseo de trabajar Todos son jóvenes que rondan la veintena. A.K.S ni eso. Tiene 18 años. Acaba de dar su nombre y apellidos pero a renglón seguido se arrepiente y pide que solo figuren sus iniciales porque teme posibles represalias. El chaval también se lleva la mano al pecho mientras explica que su calvario comenzó tras la muerte de sus padres. “Mi único deseo es trabajar para conseguir dinero y recuperar la casa familiar”. A partir de ahí se pierde su mirada. Añora a sus tres hermanos menores que ha tenido que dejar en Guinea Conakry.

Solo él sabe las penalidades por las que atravesó para llegar a Nigeria, distancia que en avión se cubre en tres horas, tres días en coche y ni se sabe cuánto tiempo cuando solo dispones de dos piernas y el cielo como techo. “Conseguí alcanzar Marruecos, donde estuve once meses trabajando para conseguir el dinero suficiente para cruzar el Estrecho. Estuve durante mucho tiempo durmiendo en la calle, comiendo pan. Tenía que llegar a Algeciras como fuera, y lo intenté varias veces en patera. Las mafias me engañaron y no lo conseguí hasta la quinta intentona”.

El joven relata su calvario a la entrada del ayuntamiento de Irun donde, salvo las organizaciones sociales como SOS Racismo y algunos concejales de la oposición, nadie parece mostrar mayor preocupación por unas personas que en esos momentos solo están pidiendo una prenda y algo de alimento.

Han transcurrido dos semanas desde que el joven guineano consiguió llegar a Almería donde, según fuentes de la Comisaría, en lo que va de año los agentes de la Policía Nacional han trabajado con 4.819 migrantes rescatados de 147 pateras. A.K.S prosigue su relato. Dice que tras ser atendido en el puerto y someterse a las actuaciones judiciales fue derivado al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), donde la situación es poco menos que caótica.

La propia Policía reconoce que hay madres en calabozos y menores no acompañados en celdas, y los módulos del puerto se encuentran en un estado “lamentable”. Ante tanto caos, salvo migrantes de origen marroquí o argelino, la repatriación no suele producirse por lo que las personas de origen subsahariano quedan en manos de Cruz Roja u otras ONG. “Han pasado dos semanas desde que estuve allí”, dice el chaval, que lleva la misma ropa de entonces. “El boca a boca funciona mucho entre nosotros. Si estás en Almería y te dicen que hay alguna posibilidad de seguir adelante en Bilbao, vienes como se pueda. Lo hacemos en autobús. Yo he llegado en dos semanas”. Cuenta todo ello el subsahariano mientras sus compatriotas no dejan de utilizar el móvil. “Es una herramienta que utilizamos mucho, aunque a mí me lo robaron en un bosque con el poco dinero que tenía”.

Esta veintena de jóvenes musulmanes que deambulan desde hace una semana por las calles de Irun tienen su propio código interno. Durante el día, según explican, cada uno se busca la vida como puede. “Hemos intentado cruzar la frontera, pero te detienen y vuelves. Cada uno nos movemos como podemos, y a la noche nos juntamos para dormir en la zona del parking de la estación de Renfe”.

Hay compañeros que escuchan su relato. Hay caras alegres, pero también miradas apagadas y tristes. “Nuestro objetivo es buscar la manera de ir a Francia como sea. Muchos de nosotros buscamos ese destino. Hay otros que tienen familiares y amigos en Bélgica y Alemania”. El joven guineano quiere fijar su residencia en Francia, donde tiene intención de seguir formándose, como le recomendó su padre antes de morir. Estudió en la universidad Sociología de las organizaciones, y quiere seguir haciéndolo en Francia, aunque también sueña con ser futbolista. “Cristiano Ronaldo, Cristiano Ronaldo”, repite alegre cuando se le pregunta por su estrella favorita.

Al cabo de una hora, con la plaza de San Juan desierta, como si nada hubiera ocurrido, los guineanos reciben la noticia de que, por fin, después de una semana sin recibir la más mínima atención, van a poder asearse en el centro de día municipal.

SOS Racismo denunció que la reacción por parte del área de bienestar del Ayuntamiento de Irun solo tuvo lugar tras el acto de protesta, pero que durante los próximos días “volverán a estar en situación de desatención, no pudiendo utilizar los servicios básicos del Ayuntamiento por no tener un documento identificativo con foto”.

El Ayuntamiento de Irun emitió un comunicado en el que confirmó que el jueves por la noche tuvo constancia de la situación irregular de un grupo de jóvenes que, “por carecer de documentación, no podían ser atendidos en los recursos oficiales y habían llegado a nuestra ciudad con intención de cruzar la frontera”.

El Consistorio ha puesto en conocimiento de las instituciones y entidades sociales que trabajan con el colectivo la situación de estas personas “para que se les busque una pronta solución”. El Ayuntamiento recordó que desde hace semanas forma parte de un dispositivo institucional de emergencia que se reunió a iniciativa del Gobierno Vasco. Desde ese momento, “el Ayuntamiento puso a disposición, en la medida de sus posibilidades, la ayuda que fuera precisa”. Una de las decisiones adoptadas en el marco de este protocolo ha sido abrir centros de acogida para estas personas en las capitales vascas. Uno de esos centros se ubica en el barrio donostiarra de Amara.