la reciente prohibición de escalar en algunos lugares de referencia como Ipar Arista de Txindoki, Aitzegi en Amezketa o Artzateko Haitza (basoa) en Ataun ha supuesto un duro golpe para los escaladores guipuzcoanos, que en los últimos dos años conviven con una nueva realidad: la regulación por parte de la Diputación de Gipuzkoa de los puntos sensibles en los que anidan especies protegidas, principalmente aves necrógafas.
Los técnicos del Ejecutivo foral llevan analizando desde 2014, en colaboración con la Federación Guipuzcoana de Montaña, los 77 puntos de escalada que existen en el territorio y han limitado esta práctica en 36 de ellos. En 22 queda terminantemente prohibida la escalada, mientras que en otros catorce puntos se limita la actividad a determinadas fechas, permitiéndola normalmente solo de agosto a diciembre.
En la última década ha cobrado gran importancia el bienestar de especies protegidas como los buitres leonados, alimoches, halcones peregrinos, búhos reales y sobre todo del quebrantahuesos, en vías de extinción. En Gipuzkoa solo hay uno instalado de forma permanente (Kiriku le llaman). Habita desde hace una década en Aralar, donde en el último año se han avistado otros “cuatro o cinco” ejemplares.
La preservación de estos animales es una de las máximas de la Ley vasca de Conservación de la Naturaleza, modificada en 2013 y cada vez más presente en el día a día de los guardas forestales. Los escaladores acatan esta realidad, pero temen que un exceso de proteccionismo les eche de unas paredes que llevan explorando desde hace décadas.
Administración y escaladores, de la mano de la Federación de Montaña, que hace un llamamiento a la “escalada sostenible”, llevan meses estrechando lazos con el objetivo de encontrar un punto de equilibrio: la convivencia perfecta entre los deportistas y los animales. Este mes ha habido sendos encuentros en Araotz (Oñati) y Ordizia.
SIN MULTAS AÚN Las limitaciones no son nuevas. Comenzaron antes en Aragón, Catalunya y Navarra, donde hubo polémica al prohibir la escalada en Etxauri, un santuario de escaladores, al considerarse que era un hábitat ideal para que anidara el águila perdicera e introducir así esta especie. Las limitaciones llegaron también a Bizkaia en 2010 y llevan instaladas en Gipuzkoa desde abril de 2016, fecha en la que se elaboró un inventario con vías de tres colores: verdes, amarillas y rojas.
Este nuevo “semáforo” indica las zonas que están abiertas (verde) toda la temporada; las limitadas (amarillas) a unos pocos meses del año; y unas últimas (rojas) terminantemente prohibidas: 22 en la actualidad en este mapa que se renueva cada mes de abril.
Por el momento, según confirman desde la Diputación de Gipuzkoa, la sensibilidad mostrada por el colectivo de escaladores es “buena” y las zonas limitadas se respetan. “No se ha puesto ninguna multa; no ha hecho falta”, asegura Ibai Aizpuru, biólogo y técnico de Fauna Silvestre de la Diputación de Gipuzkoa. Sin embargo, acogiéndose a la Ley vasca de Conservación de la Naturaleza, los guardas pueden sancionar a los infractores.
FRENO EN PLENO AUGE La escalada está en pleno auge. En Araotz, Oñati, la “bandera” de la escalada guipuzcoana, hay deportistas “a diario”. Años atrás, la creciente afluencia de personas llegó a generar tensiones con los vecinos de la zona. “Problemas ya superados tras reuniones, encuentros y acuerdos”, recuerda Josean Mulas, un veterano de 54 años con casi 40 de experiencia colgándose de las paredes.
“En nuestra zona, cuando empezamos a abrir sobre los 80 la zona de Araotz, éramos unos adelantados y ya nos pusimos en contacto con el grupo Pol Pol-Mendiak Bizirik de Bergara, para temas de conservación de la naturaleza. Siempre hemos tenido muy presente a estas aves y nos hemos autorregulado. Han pasado 30 años y se ha repoblado de buitres. Así que tan mal no lo hemos hecho”, argumenta. Mulas pide que se tenga eso en cuenta.
“Nosotros somos los primeros ecologistas”, añade, pero siente que la presión para retirarles de las paredes es cada vez mayor. “Ahora todo lo bueno es zona amarilla o roja; las zonas más altas se están prohibiendo, y en muchos casos es por si acaso”, lamenta. “Hace dos años, los clubes de Debagoiena hicimos una petición por escrito a la Diputación para que nos dejasen un poquito más porque ese semáforo rojo nos está haciendo daño”.
Mulas asegura que “la escalada es convivencia con los animales”: “Vemos que ellos crecen y nosotros también y es necesaria una regulación, sobre todo cuando están anidando. Pero ahora hay buitres en ciertos sitios que nosotros estamos asustados. Vienen a nuestras zonas y si se sigue esta política nos van a terminar echando de todas partes”, lamenta.
¿EXCESIVO PROTECCIONISMO? Mikel Saez de Urabain es otro referente de la escalada en la zona de Goierri. Ordiziarra de 49 años, reside en Zaldibia, a los pies de Aralar y el monte Txindoki, uno de los espacios más protegidos en este nuevo inventario. Es terreno de Kiriku, el ejemplar de quebrantahuesos llegado hace varios años a Gipuzkoa. Este experto en escalada tradicional admite que hay un “choque” entre la nueva actuación de la Diputación y los escaladores, un “colectivo pequeño, sin fuerza”, lamenta. Temen quedarse apartados de las montañas.
Lo cierto es que la mayoría de las 17 escuelas que existen en Gipuzkoa están catalogadas como zona verde, como son Araotz, en Oñati o Santa Bárbara, en Hernani. Y por tanto no tienen limitación. Son las que más gente atraen. Sin embargo, en las zonas más altas las trabas son mayores. “En Aralar, por ejemplo, somos pocos. Por eso decimos que tenemos poco impacto. De hecho, aunque se ha seguido escalando durante años ha aumentado el número de estas aves. Son zonas sin masificar”, continúa Saez de Urabain.
“Siempre hemos sido cuidadosos, hemos puesto carteles para nuestros compañeros cuando nos hemos encontrado nidos de estas especies. Eso no es una novedad. Está bien que se establezcan unas medidas, pero no tan duras como la prohibición. Yo creo que es más perjudicial el bullicio para estas aves, que no la presencia de un escalador cerca. Tiene más que ver con las aglomeraciones”, asegura.
“Los escaladores entendemos los argumentos que se nos dan, pero al principio las formas no fueron adecuadas y la limitación se hizo sin contar con el colectivo”, lamenta. Por eso valora los encuentros que se están llevando a cabo ahora. En esa interlocución, Saez de Urabain considera fundamental “debatir” dónde se ponen los límites.
UNA LEY VASCA En el otro extremo está la visión de los biólogos y la Administración. Ibai Aizpuru es técnico del servicio de Fauna Silvestre de la Diputación Foral de Gipuzkoa y explica que el listado se renueva cada año en el mes de abril. “No es una lista estanca, sino que vamos revisando cada punto para conocer su situación. El problema son las especies protegidas, no cualquier ave. Si vemos una zona de gaviotas, por ejemplo, no pasa nada, por mucho que estén anidando o criando”.
Aizpuru admite que “los buitres han aumentado mucho en número en los últimos quince años”, pero asegura que siguen figurando en el catálogo de especies protegidas de la Ley de Conservación de la Naturaleza. Existen cuatro grados de protección, la máxima para aves en peligro de extinción, como el quebrantahuesos; y después las categorías de “vulnerables, raras y de interés especial”, explica.
“Nuestro criterio está basado en el principio de precaución. Los escaladores dicen que la presencia de unos pocos deportistas no afecta a determinadas especies, pero se ha demostrado que esas molestias estresan a los animales y hacen que pierdan más crías o que no hagan los nidos bien. Y en casos de duda, tenemos que tirar hacia la protección de la naturaleza. No podemos tener otro criterio. En temas de conservación no nos podemos arriesgar”, concluye.