Donostia - Apenas pasan veinte minutos del mediodía de un martes y el bar Luis está lleno de vida y movimiento. Conversaciones de todo tipo inundan tanto la terraza como el interior del establecimiento. Al otro lado de la barra, un hombre con paso presto y una sonrisa se dedica a servir bebidas y pintxos a los presentes al tiempo que les brinda conversación.

El que escribe estas líneas se acerca al tabernero para presentarse con cierta timidez; interrumpir a un trabajador en plena faena nunca es plato de buen gusto. Sin embargo, a Iñaki Etxeberria, el atareado en cuestión, no parece incomodarle en absoluto la situación. Es más, se muestra más que dispuesto a atender a un servidor al tiempo que dice: “Tranquilo, solo es un golpe de trabajo”. Y efectivamente, al cabo de unos pocos minutos, muchos de los clientes ya han salido del bar; un corto espacio de tiempo en el que Etxeberria ha servido y cobrado bebidas, ha recogido vasos y platos usados de la barra, y ha saludado a varios habituales del establecimiento mientras respondía a las preguntas que le lanzaba con una eficiencia que, aunque pudiera parecer fríamente calculada, solo puede ser fruto de décadas de experiencia y un profundo conocimiento de su trabajo. Todo ello sin perder el hilo de la conversación ni la sonrisa.

Y es que el bar Luis es un establecimiento que prácticamente ha alcanzado el estatus de leyenda en El Antiguo, siendo el bar que más tiempo lleva abierto del barrio. Eso no se consigue sin hacer las cosas muy bien.

Desde el primer momento en el que uno entra al Luis, es fácil percatarse de que no es un bar al uso. La cercanía y el servicio amable son una de sus grandes bazas. “A mí me gusta pensar que somos un bar de servicios, nos gusta ir un poco más allá en la relación con nuestros clientes. Dar los buenos días y mantener una conversación amable no cuesta nada y, aun así, no suele ser lo habitual en muchos sitios”, comenta Etxeberria.

A excepción de un televisor de pantalla plana, el bar Luis sigue exactamente igual que hace 27 años, cuando Etxeberria entró a trabajar en él por primera vez. El primer dueño del bar, Luis Jiménez, falleció repentinamente y la viuda de Jiménez, Catalina Aparicio, contrató en 1990 a Iñaki, quien desde entonces siempre ha estado al frente del bar.

El local de los ‘gaupaseros’ Históricamente, el bar Luis ha sido siempre la última parada de las fiestas nocturnas de El Antiguo. Así lo constata Etxeberria cuando afirma que “muchas veces ya hay gente esperando a que abra cuando llego a las cinco de la madrugada, aunque ya no tanta como antes. Incluso nos hicieron una canción y nos la coreaban mientras abríamos. Aquí hemos trabajado muchísimo de madrugada y había un ambiente muy bueno, un ambiente sano. Pero con el tiempo empezó a venir gente de Illunbe y de otros sitios y generaron muchos conflictos. Hasta en un par de ocasiones tuve que quitar cuchillos”.

Hace ocho años ya que las tabernas de la zona llegaron a un acuerdo para no vender alcohol entre las seis y las diez de la mañana y la situación ha mejorado mucho. “Económicamente sí que nos ha afectado un poco, pero lo importante es que el ambiente por las mañanas vuelve a ser bueno y que los clientes se sienten cómodos otra vez”, continúa Etxeberria.

Como en casa “Para mí, y creo que para muchos clientes también, este bar es como un segundo hogar, donde sabes que vas a recibir un buen trato y a pasar un rato agradable. Al final es una cuestión de confianza con la gente del barrio. Si un cliente me pregunta si puede dejar las bolsas de la compra en el bar mientras hace un recado, a mí no me cuesta nada hacerle el favor. Y situaciones como esa, mil. Y me parece que eso es lo más bonito de mi trabajo, el ofrecer ese servicio al barrio, más allá de las funciones del bar”, concluye Etxeberria.