astigarraga - En el exterior los termómetros superan los 30 grados; dentro del invernadero el calor, mezclado con la humedad, es prácticamente insoportable. Pero a Rashid no le molestan ni el uniforme ni los guantes que lleva puestos para manipular las plantas con las que, desde comienzos de mayo, trabaja a diario. “Estoy feliz. Hago lo que me gusta y vengo feliz cada día a trabajar. Esta es la oportunidad que llevaba años esperando”, reconoce con timidez.
Rashid lleva año y medio viviendo en Gipuzkoa, pero su salida de Marruecos se remonta ocho años atrás. Entonces, se dio cuenta que con su profesión como pintor iba a ser complicado tener una vida estable en su país, por lo que decidió emigrar a Europa. Una decisión en un mal momento. Rashid aterrizó en el viejo continente en un contexto de grave recesión económica, por lo que encontrar trabajo le resultó “muy difícil”. Primero probó suerte en Bélgica, pero tras seis años “de acá para allá”, llegó a Euskadi hace año y medio, casi por casualidad. Se asentó en Irura y tras varios meses subsistiendo como buenamente pudo, con importantes problemas para comunicarse por no hablar el idioma y con otros obstáculos como la diferencia cultural, finalmente encontró la oportunidad que tantos años llevaba esperando.
Rashid es una de las tres personas que han logrado empleo en los tres primeros meses que el programa piloto Landuz lleva en marcha. Se trata de una iniciativa de inclusión que se enmarca dentro del programa Elkar Ekin de la Diputación, que persigue facilitar la entrada en el mundo laboral a personas en situación de exclusión social o riesgo de padecerla. Concretamente, Landuz desarrolla su actividad en colaboración con Gureak Inklusio Fundazioa y la entidad Sutargi, que gestionan a día de hoy 34 plazas. Rashid ocupa un puesto en los invernaderos Loraldi de Astigarraga, donde manipula plantas de todo tipo. “Quito malas hierbas, planto diferentes flores, las cuidamos...”, cuenta. Pero para Rashid encontrar cierta estabilidad en Gipuzkoa no ha estado exenta de dificultades
Fue precisamente en los talleres ocupacionales que Gureak tiene en Tolosa donde Rashid inició su andadura laboral en el territorio. Tras unos meses sin una ocupación determinada, en Tolosa permaneció un año en un entorno que los especialistas denominan “controlado”, desarrollando labores vinculadas con la industria y la automoción.
“En ese tiempo, lo que se hace es darles una serie de pautas relacionadas con la adquisición de los hábitos de trabajo, competencias técnicas y tareas relacionadas con la actividad productiva. Además, se les refuerza en otros aspectos como el idioma”, precisa Maori Escudero, supervisora de Rashid.
Pasado ese tiempo y, siempre que la evaluación sea positiva, se trata de buscar un lugar para el participante del programa en función de sus gustos. “Es el caso de Rashid, que con el trabajo más de tipo industrial no estaba tan contento y quería algo más relacionado con el medio ambiente”, explica Escudero. “Sí. A mí me gusta mucho el medio ambiente, me levanto feliz para venir a trabajar”, confirma Rashid, encantado con su labor en los invernaderos. “Trabajamos de ocho a dos y los lunes de ocho a cuatro. Vengo en tren desde Tolosa. Estoy muy agradecido porque es una oportunidad muy buena para mí”, afirma. “Se da la circunstancia, además, de que desde aquí, luego va a ser más sencillo que pueda encontrar un trabajo más estable”, asevera Escudero.
En principio, su trabajo en los invernaderos de Loraldi se prolongará un año, tiempo en el cual Rashid irá adquiriendo una mayor destreza en este campo, además de continuar con apoyos de profesionales en terapias grupales. Como él, otras siete personas en riesgo de exclusión se suman al personal propio de Gureak. Un grupo variopinto en el que “el mayor hándicap es la barrera del idioma, pero están funcionando sin mayores problemas, es un grupo muy bueno con muchas ganas de trabajar”, asegura la responsable del grupo.