irura - Elena, su esposa, llevaba tiempo diciéndole que tenían que plantarse y negarse a trabajar en esas condiciones. “Siempre venía quejándose de lo mismo, de que algún día les iban a matar, que no se cumplían las medidas de seguridad y yo le decía, ¡pues negaos! Esa era nuestra pelea”, explica a NOTICIAS DE GIPUZKOA.
El próximo 4 de marzo se cumplirán tres años desde que un vehículo arrolló a Koldo Díez Alonso, un trabajador del servicio foral de mantenimiento de carreteras, y, junto a él, a dos ertzainas. Los lanzó doce metros por los aires. “Yo no me acuerdo de nada, no lo vi porque estaba de espaldas”, explica. Le comenzaron a contar lo ocurrido a los “seis o siete meses”, afirma su esposa, que le acompaña durante la entrevista. Koldo sabe que no volverá a andar.
Los médicos le daban por muerto. El vehículo le destrozó la pelvis, la cadera y la pala ilíaca y le seccionó las cuatro arterias y venas de la zona y la vejiga. “No nos dieron ninguna esperanza; le daban por muerto y un médico vascular que estaba en un congreso en Donostia, cuando le contaron el caso, se ofreció a operarle con una técnica nueva. No nos dio ninguna garantía pero salió bien y, después de todo, ahora está bastante bien”, cuenta Elena. En silla de ruedas casi todo el día y con el taca-taca a veces.
En días como estos, tras la muerte de un ertzaina atropellado por un vehículo en Irura el pasado lunes, a escasos 200 metros de su casa, los recuerdos se agolpan en la cabeza de Koldo. Se enteró por la televisión de la noticia y luego oyó comentarios en la calle. “Es lo mismo que me pasó a mí”, lamenta. “Se me hace duro, porque una persona que va a socorrer otra persona y se la llevan por delante... ¿Por qué? porque no se han puesto los medios de seguridad”, afirma. Para colmo, dice, los conductores pocas veces respetan las señales y la velocidad máxima permitida.
Los trabajadores de mantenimiento de carreteras y los agentes de policía trabajan de manera conjunta en muchas incidencias de tráfico. Koldo sabe bien en qué condiciones se opera y conoce la teoría de cómo deberían hacerlo. “Él no tenía que haber ido solo a esa actuación, tenía que haber dos vehículos de la Ertzaintza y, por lógica pura, en la primera salida de Irura, la Ertzaintza debería estar mandando la circulación a la izquierda; y otra patrulla, aquí abajo, pidiendo la circulación más lenta. Y hasta que no lleguen otros compañeros, no bajas del vehículo”, añade.
“Aunque se supone que no va a haber ningún problema, porque estás fuera de la calzada, mi caso es la prueba de que hay que ser escrupuloso con las medidas de seguridad. Yo estaba fuera de la calzada. Viene un coche, pega en la bionda de la izquierda y, de rebote, viene a la derecha y nos lleva a mí y a dos ertzainas. Estaba lloviendo a tope, se suponía que debería ir más lento”, lamenta.
“Fue en Idiazabal, en la salida del Carrefour de Olaberria; había un accidente y estaba la Ertzaintza allí, en el lado derecho; nosotros íbamos de paso, causalidad; paré, bajé con todos los papeles...”. El resto se lo contaron.
“A mí me han destrozado la vida”, lamenta el protagonista de este drama. Elena escucha. Koldo se ausenta un momento y nos quedamos con ella. ¿Se le da la vuelta a algo así?, le preguntamos. Es rotunda: “No”.
dos años con el psiquiatra “Ocurrió tres días después de casarse nuestro hijo. Estaba de viaje de novios y tuvo que volver nada más aterrizar, porque nos dijeron que se iba a morir. Yo estaba trabajando cuando me avisaron....”, rememora Elena. Han sido meses, años, de psicólogos y psiquiatras. “Tiene días, pero ahora está mejor”, cuenta Elena, aunque aún sigue en tratamiento. Van juntos por las mañanas a aprender euskera al euskaltegi. Está contento.
Al regresar, Koldo retoma la conversación. Ahora incluso él se ve bien, feliz con sus tres hijos y tres nietas, entre los tres y los seis años. Él, natural de Andoain, aunque lleva 21 años residiendo en Irura, admite que el primer año “no tenía ganas de salir de casa; no quería cruzarme con nadie. Estuvimos en casa de mi hija un buen tiempo. Se te cae el mundo encima”, lamenta.
Y como él, más compañeros han tenido “sustos muchísimas veces”. El último, el pasado agosto, cuando “Diego” fue atropellado por un coche que le rompió la pierna. “Estaba de compañero Andrés, el mismo que estaba el día que me pillaron a mí. Y mientras quede en un susto... La empresa lo da por hecho, como un gaje del oficio”, cuenta. Pero en su opinión se producen situaciones imperdonables.
“de espaldas a la circulación” Koldo se destapa. “Te voy a poner ejemplos: Un domingo a las 7 de la mañana, desde el kilómetro 416, dirección Vitoria, hasta el 412, dos personas hasta las 13 horas, lloviendo a bocajarro, sin mandar la circulación a ningún lado, limpiando todas las rejillas de la mediana, 54 en total. Y de espaldas a la circulación. Sin respetar ningún protocolo de seguridad. Pues eso hemos hecho”, confiesa.
“O irme de madrugada, a las 2.30 horas, de la carretera que va desde Idiazabal a Zerain...; yo personalmente he ido solito por la carretera a cortar un árbol. Si a eso le llamas protocolo de seguridad, que baje Dios y lo vea. O retirar solo un corte de carretera y decirme: Me da igual el tiempo que me tardes, vas marchas atrás, recoges todos los conos y tumbas las señales. Dos kilómetros y medio de carretera. No hay derecho”, explota.
“¿Sabes qué ocurre? Que cuando tú te enfrentas, vas a ver las consecuencias y te dicen: vas a ir a Etzegarate y me vas a limpiar las arquetas, que están a seis o siete metros de altura. Metido con una pala y un cubo y subiendo la mierda arriba”.
Asegura que cuando empezó en este trabajo, hace ocho años, había más recursos. Ahora ve que los protocolos de seguridad son “papel mojado” y “lo que prima es sacar trabajo”: La de veces que yo les he dicho a mis compañeros: nos estamos jugando la vida, nos van a matar”.