donostia - Hacen falta más acogedores profesionales. Gipuzkoa acaba de aumentar el número de plazas para atender a menores que, por diferentes motivos, no han tenido suerte en su corta vida y se han topado con un contexto adverso. Los chavales necesitan atención específica mientras son separados temporalmente de su familia de origen. “Necesitamos a cuatro personas, y gracias a ello podrán salir cuanto antes cuatro menores de los pisos de acogida en que se encuentran”, adelanta a NOTICIAS DE GIPUZKOA Elia Millán, coordinadora de formación de la Fundación Eudes.

Lo ideal para el desarrollo de un crío siempre es un ambiente cálido en el seno de su familia, algo que no siempre es posible. Vivencias difíciles, transtornos de conducta, déficit cognitivos, emocionales, negativas experiencias del pasado... es una mochila demasiado pesada cuya carga solo puede aliviar el acogimiento familiar profesionalizado.

La Fundación Eudes trabaja desde 2007 para el Ejecutivo foral. Durante esta andadura han sido atendidos un total de 75 menores, pero las necesidades no cesan. “Se puede decir que toda la red de protección de la infancia está respondiendo actualmente a una amplia demanda”, asegura Millán, responsable de selección de las familias que abren sus puertas y su corazón a unos chavales que han tropezado en la vida demasiadas veces.

Actualmente hay en Gipuzkoa trece acogedores profesionales que atienden a 22 menores. Otros 17 chavales continúan en pisos, a la espera de que se habiliten nuevas plazas de personal profesionalizado. Por el momento, se han creado nuevos recursos para esas cuatro personas acogedoras, cada una de las cuales deberá asumir el compromiso de atender a dos chavales, según exige este modelo de atención, subcontratado por la Diputación, único servicio de estas características en Gipuzkoa.

IMPLICACION TOTAL A pesar de que el acogedor recibe una retribución económica, Bakartxo Etxeberria tiene muy claro que nadie da el paso adelante pensando en el dinero. “Hay que estar dispuesto a integrar al menor en la vida familiar, y la implicación debe ser total. Es un trabajo que requiere exclusividad”. Esta goierritarra, de 60 años, es una de las acogedoras más noveles, al menos en relación al resto de profesionales, con los que se reúne una vez por semana para evaluar la situación de cada uno de los chavales.

Se redactan informes técnicos, se hace un seguimiento exhaustivo pero, sobre todo, se ofrece mucho cariño. Etxeberria convive desde hace seis meses con un chaval de 14 años. No es demasiado tiempo, pero sí suficiente para observar ciertos cambios. “Para él veo que soy básica. Tiene a sus padres, a los que vamos a visitar, y cuyo contacto fomento, pero valora mucho vivir en una familia normalizada”.

Cuenta Etxeberria que el menor, que ha pasado por varios centros de acogida y se vio obligado a llevar una vida demasiado precoz, “empieza a permitir cierto contacto, que le dé pequeños abrazos”.

Continuará con ella al menos hasta que alcance la mayoría de edad y, entretanto, Bakartxo le ayuda con las tareas escolares, y le acompaña al psicólogo y al psiquiatra. Dice que al principio mostraba temor a que le abandonara, pero el calor de esta mujer ha acabado surtiendo efecto. “Yo le digo que él no es un trabajo para mí, que está dentro de mi vida. Le insisto en que él es de casa”.

Y de este modo ha sido surgiendo poco a poco una complicidad que va dejando atrás aquella sensación extraña de los primeros días. “Es un niño dañado, con grandes dificultades, como las han tenido sus hermanos. De algún modo sabe ahora que todos están protegidos, y eso es algo que le tranquiliza”, cuenta la acogedora.

BEBÉS EN CASA La casa de Mari Mateo está algo más concurrida. La familia aumenta conforme pasan los días, ya que a sus dos hijos biológicos, de 11 y 7 años, se les ha sumado un tercer menor de cuatro años en acogida permanente (hasta los 18), y un bebé de seis meses, que permanecerá temporalmente hasta que se valore la situación de su familia biológica y se tome una decisión al respecto. “Siempre me he dedicado a la Educación Infantil, y veía en la acogida un modo de combinar ambas facetas. Además, siempre les había dicho a mis hijos que hay niños con problemas, y la verdad es que este es el mejor modo de abrirles los ojos a esas otras realidades”, explica.

Lo que más le preocupaba a esta donostiarra de 38 años era la imagen que podrían llevarse sus chavales con la acogida temporal de bebés. “Pensábamos que sería duro para ellos, pero estamos encantados. Una vez que son derivados, nos facilitan fotos y vemos que están bien. El duelo siempre lo pasamos, pero sin llantos ni dramas”, detalla.

A la pequeña de la familia tanto le ha gustado el plan, que incluso le dice a su madre que de mayor quiere trabajar como ella. Los hijos biológicos se van acostumbrando a compartir los besos y abrazos de los padres, y ahora el cariño se reparte a partes iguales. “No se trata de suplantar a nadie, sino de darles todas las necesidades, como lo hacemos con un hijo propio. Todos estamos aprendiendo mucho de ello: el apego, el vínculo...”.

Reconoce la donostiarra que también hay momentos de crisis, como ocurre en el seno de cualquier otra familia. “Por supuesto que vivimos situaciones tensas, pero me quedo con la mayor parte de los momentos, que son muy satisfactorios. Resulta muy reconfortante ver cómo esos menores que mostraban conductas disruptivas van dando cariño, es algo que compensa”. Y todo ello no sería posible sin el apoyo familiar con el que cuenta. “Somos la figura de referencia, pero se necesita mucho apoyo. Nuestros hijos están muy implicados, pero también la familia extensa, los hermanos, los padres...”.

Bakartxo también se siente reconfortada en la medida que “va sanando internamente” la herida del chaval que tiene en acogida. Agradece no estar sola. “Siento que tengo un equipo conmigo. Es muy importante saber que puedes llamar a una red de profesionales para consultar cualquier duda que se plantee”, agradece esta mujer de dilata trayectoria en trabajo social, convencida de que Gipuzkoa “va muy adelantada en este campo con respecto a otros territorios”.

Acogimiento profesionalizado. Se trata de una medida legal que otorga a una persona la guarda de un niño, niña o adolescente que ha sido separado de su familia de origen. El acogimiento conlleva la obligación de darle afecto, cuidarle, alimentarle y educarle por un tiempo.

Qué no es. No se trata ni de una adopción ni de un paso hacia ella. Los interesados deben tener claro que en ningún caso se pretende sustituir a la familia de origen, que debe ser respetada y tenida en cuenta en todo momento.

Quién puede acoger. No existe un perfil predefinido para las personas que pueden ser acogedoras profesionales. Así, puede tratarse de personas solas o que vivan en pareja, con hijos propios o sin ellos, e incluso con algún menor acogido. Eso sí, el acogedor tiene que tener conocimientos técnicos, debe acoger a dos menores, y mantener un compromiso de permanencia durante siete años.

Para más información. Las personas interesadas en ampliar información sobre este programa, pueden llamar al 943 466 116. También se puede escribir a la siguiente dirección: pafp@fundacioneudes.eu