LA pasada semana comí con dos buenos amigos, de esos con los que se nota el mutuo cariño.

A lo largo de la charla uno de ellos me reprochó -sin enfado- mi estilo de articulista descriptor de su estado de ánimo, sus cuitas y las tabernarias búsquedas de alcohol.

En su afectuoso reproche señalaba que, en mi posible futura vida pública, me espetarán ese depresivo alcoholismo.

Sorprendido, pensé que podría tener razón, al tiempo que averiguaba si yo era sincero, si el que soy y el descrito en mis artículos son el mismo. Reflexioné sobre la posibilidad de haber creado un personaje que se ha ido liberando de la persona. Es posible que, al ponerme frente al ordenador, olvide lo que soy y transmute mi personalidad en quien me apetece ser.

En este pensamiento irrelevante estaba, cuando recordé los candidatos a las elecciones recién finalizadas.

Es probable que Mintegi-candidata esté alejada de quien defendió el mundo de HB en la época más dura de la violencia en Euskadi; puede ser que López-candidato no sea el mismo que pactó con el PP contra su propia afirmación. También puede ser que en ambos casos el cambio no se deba a una mutación intelectual, sino a la adaptación al medio electoral, a una necesidad, como el articulista se adapta a sus lectores y a sí mismo.

Por el contrario, creo que Urkullu mantiene un discurso más coherente con lo que piensa y con lo que es, pero solo es una creencia y puede que afinidad jamás disimulada, que nunca se sabe.

Lo de Basagoiti también es coherente, dice lo que piensa o lo primero que se le ocurre, que es lo mismo. Así le va.

En unas elecciones, además de candidatos hay electores, ciudadanos que depositan su voto al confiar en un partido, en un candidato. Aunque algunos, disciplinadamente apoyan al grupo del que son simpatizantes, la mayoría decide coyunturalmente en función de confianzas, oportunidades, castigos o capacidades.

Estas últimas elecciones han venido a mostrar un poco de todo. Así, Urkullu se ha llevado, además de a los fieles, a quienes confían en su palabra y capacidad de gestión.

BILDU se ha llevado menos votos emotivos y algunos castigadores de su falta de gestión o de su atez ate.

López, pues eso, ha pagado su mentira, su pacto con el PP y haber gestionado un País a golpe de ocurrencia.

Por último, Basagoiti y los suyos, nada, que son muy pocos.

Los candidatos proclaman ideas en función del tipo de elección y de la coyuntura, los electores votan según la experiencia pasada, el posible futuro y sus expectativas personales o grupales. Urkullu ha sido aceptado, el resto, en diferente grado, contrariados.

Del mismo modo, yo escribo según me apetezca para ser transigido cada día, optando por personalidades mutantes que nada tengan que ver con mi realidad, que es lo que ocurre? ¿o no?