Nunca lo sospecharon. Su hermano murió a los dos días de nacer y no había por qué darle vueltas a nada. ¿Con qué sentido? ¿Con qué razón? Esas cosas, pensaban, no se explican. Se saben y se conllevan. Se conocen. Y ellas sabían que era así. Que Jesús había muerto tras un parto con ventosa en el que habían tenido que anestesiar a su madre, que sólo su abuela había podido verlo y que su cuerpo descansaba en el cementerio de la Línea de la Concepción (Cádiz). Poco importaba que la única foto que tenían mostrara más a un niño de varios meses que a un recién nacido, que no hubiera síntoma alguno de que el parto se hubiera llevado a cabo con ventosa o que nunca hubieran comprobado que los restos de Jesús reposaban, efectivamente, bajo la lápida que así lo indicaba. La verdad era la que era y no iba a cambiar. Dura, pero incuestionable. Al menos así lo creían.

el principio

De la sospecha a la certeza

Porque hace cuatro años todo cambió. La única foto que tenían ya no reflejaba aquella verdad, los síntomas de que no había habido ventosa en el parto comenzaron a ser mucho más evidentes y el mensaje de la lápida había dejado de ser real. La historia no era la que les habían contado. Es más, estaba muy lejos de serlo. Porque Jesús nunca había estado allí, bajo aquella tapia. No había constancia de su entierro y, lo que resultó mucho más impactante, no la había de su muerte. Ningún escrito que la certificara. Nada. Por ningún sitio. Ni rastro. La única constancia desde aquel momento, lo único que parecía empezar a ajustarse a la verdad, era que su hermano había sido uno más de los niños robados durante el franquismo. Otra víctima. Una sensación que comenzó siendo sospecha pero que ahora, para ellas, ya es una certeza.

"No tenemos ninguna duda. Ninguna. ¿Dónde está el cuerpo? ¿Por qué constaba en una tumba que estaba enterrado en ella cuando no lo estaba?", asegura Cristina Díaz Carrasco (40 años), una de las cinco hermanas que hoy, si viviera con la que ellas dicen que es su familia biológica, tendría Jesús. "Hubo tres casos similares en el mismo hospital. Y muchos más en toda España. No estamos ante un hecho aislado ni ante un escándalo pequeño, sino ante una red organizada que pervivió durante muchos años y que funcionaba como una mafia. Hoy en día ya no hay dudas de aquello", le acompañan en su relato Amadeli (49 años) y Flor (47 años).

el parto

Noviembre de 1967

Las tres recuerdan con detalle y sin reparo la historia que, muy a su pesar, se han visto obligadas a protagonizar. Aquella de la que sólo fueron conscientes hace cuatro años pero que, sin embargo, tuvo su inicio mucho antes. En noviembre de 1967. Entonces, su madre, Adela Carrasco, dio a luz al cuarto de sus hijos en La Línea de la Concepción. A Jesús. Pero nunca lo vio. No llegó a saber cómo era. "La anestesiaron por completo y, para cuando se despertó, ya se habían llevado al niño. No pudo verlo. Y tampoco nuestro padre, que era camionero y estaba, en aquel momento, fuera", comenta Amadeli. Según relata, la única persona que sí estuvo con el bebé fue Joaquina, su abuela paterna. "Insistió y la llevaron a la morgue", subrayan las tres.

Y lo hacen, en la casa de Cristina en Irun (años después de casarse sus padres, andaluces, se asentaron en Euskadi), mientras observan la imagen que recoge aquel momento. Porque, aunque no saben cómo consiguió hacerlo, su abuela logró fotografiarse con el presunto cadáver de su nieto. Un cuerpo que hoy ofrece más dudas que nunca. O, todo lo contrario, que no ofrece ninguna. "Entonces nadie podía imaginar algo así. ¿Quién iba a sospechar algo parecido? Pero ahora... Tenemos claro que aquel niño no era nuestro hermano", señala Cristina. Incluso, reconocen, se preguntan si el bebé muerto que le enseñaron a Joaquina no fue "el mismo" que les enseñaron a las otras tres familias de su localidad víctimas de la misma tragedia. "Porque todos fueron con la misma matrona, en el mismo hospital y en el mismo cementerio. Ellos se hacían cargo de todo. Del entierro, de poner el nombre en la lápida...", advierten sobre los sucesos del municipio gaditano.

el hallazgo

Sin rastro de Jesús

La pesadilla de las hermanas Díaz Carrasco comenzó a tomar forma hace cuatro años cuando, tras fallecer Adela, quisieron poner en su tumba el nombre de Jesús y las fechas exactas de su nacimiento y muerte. Como la lápida del pequeño había desaparecido durante la remodelación del camposanto en 1981 (ellas pensaron que los restos se habrían perdido después de no haber podido contactar con la familia), acudieron a los archivos. Y allí empezó la sorpresa. Primero en el cementerio y más tarde en el hospital y en el registro civil, constataron que no había ningún testimonio del nacimiento o muerte de Jesús. Nada.

Fue la primera sospecha. La primera de muchas. "Buscamos en Internet y comprobamos -a través de la página www.quiensabedonde.es- que había mucha gente en la misma situación. Una autopsia que no existe, una tumba que no está llena y muchos indicios que llevan a pensar en el secuestro y compra de niños recién nacidos. Contactamos con algunas de esas personas y empezamos a ver que aquello era un poco más gordo de lo que podía parecer", recuerdan las hermanas, que aseguran que esa "red" que organizaba las desapariciones incluía "tanto a monjas como a médicos, notarios y hospitales" y que, por lo que han podido saber, llegaban a pagarse hasta 200.000 pesetas por la entrega de un niño.

inscritos como biológicos

Casi imposible de demostrar

Desde aquellas dudas iniciales, las sensaciones han cambiado mucho. Ahora ya no sospechan. Ahora aseveran. Han leído mucho, han oído mucho y han hablado mucho. Y todo ello les ha llevado a tener claro que hubo una red de secuestro de niños durante el franquismo. Y que ésta se llevó por delante a Jesús. "Mucha gente está igual. Lo que ocurre es que, salvo que lo reconozcan los padres adoptivos, es muy difícil que salgan los casos a la luz. La mayoría de esos niños están inscritos como hijos biológicos y así es imposible", lamentan.

Pero el caso de Jesús no es el único que podría afectar a esta misma familia. Hace poco más de un par de años, Flor obtuvo del Museo Histórico de La Línea de la Concepción (dependiente del ayuntamiento) una copia de su partida de nacimiento. Y en ella, para su sorpresa, se encontró con indicios -el documento incluye las siglas HV, correspondientes al nacimiento de una hembra (H) y de un varón (V)- que apuntan a un hermano gemelo. "No puedo asegurar que fuera así, pero claro que tenemos sospechas. De hecho, mi madre ya nos dijo que durante el embarazo había tenido mucha tripa y que incluso le habían advertido de un posible parto doble", explica ella misma, que no obstante insiste en que en este caso la certeza es menor que en el otro.

pilar diego ballesteros

"Me lo quitaron de los brazos"

Y menor, también, que en la de algunas otras situaciones similares. Como la de Pilar Diego Ballesteros. Esta navarra, que desde hace bastantes años vive en Jaén, sufrió un episodio parecido cuando residía, en 1971, en Vitoria. En su caso, no obstante, el componente trágico fue incluso mayor que el de otros, porque ella sí llegó a ver al niño -con vida- y ella sí sospechó del supuesto secuestro casi desde su mismo día. Y tuvo, por lo tanto, que vivir con él.

"La tuve en mis brazos. Una niña. Preciosa. Con mucha energía... Pero al rato se la llevaron. Me la quitaron. Y, al volver, me dijeron que había muerto", relata Pilar, de 61 años, que recuerda que le pidieron 800 pesetas para el entierro y que le dijeron que a su hija iban a sepultarla en una caja de zapatos. En un principio, dice, se quedó "hundida", pero pensó que el fallecimiento era real porque creía que su marido había visto el cuerpo sin vida de la niña. Pero luego supo que no.

Y empezó a pensar cosas raras. "La familia con la que vivía -compartían un piso- me había advertido en más de una ocasión de que me quitarían al bebé cuando naciera. Yo me lo tomaba a broma pero, con el tiempo, comencé a sospechar. Ellos tenían una cuñada que estaba viuda, era mayor y no podía tener hijos. Y, de la noche a la mañana, me comentaron que estaba embarazada y no podía salir de casa. Algo, además, que me desmintieron otras personas", cuenta.

esperanza

Al menos, saber la verdad

Era su primera hija. Luego tuvo varios más, pero nunca ha dejado de pensar en ella. "Ahora ya no tengo ninguna duda", confiesa. Eso sí, mantiene cierta esperanza en saber con certeza lo ocurrido. "Si está viva o muerta no lo sé. Y si está viva es lógico que a estas alturas no me meta en su vida. Pero si al menos pudiera saber lo que pasó...".

Y, aunque ven muy difícil conseguir algo, tampoco pierden toda la esperanza Amadeli, Flor y Cristina. "Es muy difícil que nosotras lleguemos a Jesús, pero si él nos ve a través de los medios de comunicación... Al fin y al cabo, todas las hermanas -cinco- estamos cortadas por el mismo patrón". Para ello, no obstante, apelan a la reivindicación en grupo. Han recibido un "no" y una no contestación en muchas puertas a las que han llamado y hacen un llamamiento al resto de víctimas para no dejar pasar el tren que lleva a la verdad que se les ha negado durante tantos años. "Cuantos más seamos, mejor", dicen.

mejor juntos que dispersos

Denuncia a denuncia

Y piden, a quienes quieran contactar con ellas, que lo hagan. Que, a través del correo electrónico cris.diaz2009@hotmail.es, les comenten su caso (en las últimas semanas lo han hecho ya dos personas). Si es necesario, opinan, habrá que llevar el tema "a la ONU (Organización de Naciones Unidas)", aunque para ello haya que ir "denuncia sobre denuncia". Pero, en conjunto, insisten, la presión será mayor. Al fin y al cabo, no piden más que justicia. Porque la verdad sólo es eso, la justicia de saber cómo fueron los hechos.