Bastarden, título original de La tierra prometida, cuenta la historia de Ludwig von Kahlen, hijo bastardo de un miembro de la aristocracia danesa convertido a militar en el siglo XVIII que se propuso demostrar que el páramo de Jutlandia podía ser fértil, en contra de los intereses de un terrateniente local que deseaba hacerse con dichas tierras. Mads Mikkelsen interpreta a Von Kahlen, un hombre obsesionado con su propósito agrícola en este largometraje dirigido por Nikolaj Arcel, cineasta europeo que, tras más de una década en Hollywood, ha decidido volver a rodar en Dinamarca.
Llevaba más de una década sin rodar en Dinamarca. ¿Cómo fue el retorno a casa?
Es estupendo. La realidad es que llevo en casa desde hace tiempo. Fui padre hace cuatro años, ahora tengo un segundo hijo, luego llegó el covid, tuve que cuidar a mis padres... Pero es cierto que esta película ha sido la primera en mucho tiempo que he querido hacer en Dinamarca; era su momento. Además, los tiempos de producción son largos y cuesta levantar una película. Hace unos cinco años que llevábamos intentando hacerla.
En Hollywood rodó superproducciones como ‘La torre oscura’ (2017). ¿Cómo fue su experiencia?
Trabajar en Hollywood fue muy estresante, no fue nada divertido. Como director danés sé que en Europa un realizador tiene el control sobre la película. En Estados Unidos, en cambio, ese control no existe, lo tienen quienes ponen el dinero. No me sentía cómodo con ello. Esa fue la lección que aprendí. Soy un cineasta europeo y para hacer las películas que quiero hacer tengo que permanecer en Europa. Puedes hacer una película de Marvel y seguro que será divertido, pero no será tu película, sino la suya.
La película está protagonizada por Mads Mikkelsen. ¿Es más fácil que una película europea se consuma teniendo a estrellas así como reclamo?
Mads Mikkelsen es una de las cuatro o cinco estrellas europeas más importantes de la actualidad. Hemos tenido mucha suerte de que participase en la película porque tiene muchísimo talento. En Europa, a diferencia de en Hollywood, no es tan importante, porque aquí hacemos muy buen cine. El cine español, por ejemplo, vende en Europa sin que sus estrellas sean conocidas. Una película con Mads Mikkelsen puede tener éxito, pero una buena película con él tiene el éxito asegurado.
‘La tierra prometida’ habla de una historia fundacional de Dinamarca, sin ocultar la violencia que siempre ha estado implícita en estos relatos.
Fue una decisión muy consciente. Es una película violenta pero, en muchas ocasiones, no es algo que se vea, sino que se infiere. Sentimos la violencia sin verla. Es cierto que en las cinco últimas películas que he hecho la violencia estaba más pulida, pero en este caso he querido enseñar que aquel mundo era mucho más peligroso que violento.
La violencia está ahí, pero también retrata una especie de familia disfuncional que resuena muy bien con la actualidad.
Uno de los temas centrales de la película es la familia. Hablamos de alguien que es tan ambicioso que es ciego al amor y a la familia. Mads Mikkelsen interpreta a un hombre que durante gran parte de la película no es muy emocional y el amor le llega por accidente. Es una historia atemporal y que también puede ser moderna.
También prevalece otra idea, que en la vida no se puede conseguir todo lo que se desea. ¿Puede aplicarse eso al cine?
Sí. Esa es la idea principal de la película. Tú no controlas tu vida, esa es la cuestión. Hay un proverbio judío que dice que cada vez que haces planes, Dios se ríe de ellos. Eso lo podemos aplicar, no sólo al cine y a Hollywood, sino a la vida en general: no siempre puedes conseguir lo que deseas. Cuanto antes lo asumas, más feliz serás.
Teniendo en cuenta que es un drama histórico, ¿fue difícil encontrar el equilibrio entre lo históricamente riguroso y lo políticamente correcto?
Hay que buscar el equilibrio: debes ser históricamente correcto y, a la vez, no serlo demasiado. Si fuésemos históricamente rigurosos, todos los personajes hablarían de forma rimbombante y aburriríamos al público. Todas las películas históricas deben modernizar su lenguaje y también las emociones. En este caso, lo que era verdaderamente importante era mostrar las diferencias entre las clases sociales de la época.