- Ya quisiera yo ver a tanto apóstol local de la libertad de prensa y/o expresión jugársela como lo ha hecho una periodista rusa llamada Marina Ovsyannikova. Es (o, por desgracia, era) la jefa de la sección de Internacional del principal canal de televisión del imperio putinesco. Con un par de narices, mientras la presentadora daba cuenta de la actualidad capada en la hora de máxima audiencia, Marina se plantó detrás de ella portando un cartel en el que se leía "No a la guerra. Parad la guerra. No creáis la propaganda. Te están mintiendo". Ella misma coreó las consignas haciendo que la locutora alzara la voz, hasta que el realizador pinchó un vídeo, momento en que aprovecharon para sacar a la valiente Ovsyannikova del plató para llevársela directamente a dependencias policiales. No hay que ser adivino para imaginar el trato que estará recibiendo allí. Probablemente uno muy parecido, por cierto (y creo que es justo y necesario denunciarlo), al que las autoridades polacas estarán dispensando al periodista vasco Pablo González, del que seguimos sin noticias dos semanas después de su detención.

- Aprovecho para reclamar la inmediata liberación de González e instar a todos nuestros gobiernos competentes a exigirla y a poner todos los medios para procurarla. No sé de qué se le acusa ni a qué pena se expone. En el caso de Marina, sí están claros tanto los cargos como la pena. De acuerdo con una ley "contra la desinformación" (hay que tenerlos de alabastro) aprobada poco antes de la invasión de Ucrania, además de una multa y la imposibilidad de volver a ejercer su profesión, le pueden caer entre tres y quince años de cárcel. Este es el minuto en el que no veo a los campeones siderales de las denuncias de injusticias, empezando por la que está padeciendo Pablo, arquear una puñetera ceja.

- Tampoco me haré el sorprendido. La mayoría de los mismos que cito en las líneas de arriba corrieron a calificar como bulo el despiadado ataque al hospital materno-infantil de Mariúpol. Se apoyaban en la vergonzante propaganda rusa que señalaba a una de las embarazadas que apareció en las imágenes como una influencer ucraniana. Como si por ser alguien reconocido, no se pudiera estar embarazada y a punto de parir. Por fortuna, esta mujer consiguió alumbrar una vida. No fue el caso de la otra mujer que vimos sacar del edificio arrasado. Anteayer supimos que tanto ella como el bebé que albergaba en su seno murieron horas después del rescate desesperado. Pero los tontos requetetontos insisten en que fue un montaje. Y si no, que se lo buscó.