Durante el siglo XIX se extendió por Europa una moda arquitectónica que pronto caló en las principales capitales: la de las galerías comerciales cubiertas. Es decir, calles con establecimientos protegidos por techos de cristal. Posiblemente fueron las antecesoras de los modernos almacenes, y se convirtieron en símbolos de esplendor donde se asentaron las firmas más cotizadas del mercado internacional. Las de Londres, Bruselas, Milán, San Petersburgo y hasta Valladolid, siguen teniendo un encanto indiscutible y una enorme utilidad social.

A pesar de su antigüedad, el Bazar de Estambul constituye el antecedente por excelencia de las galerías comerciales cubiertas que se han ido construyendo a lo largo de los siglos posteriores en algunas capitales de la Europa occidental como símbolo de modernidad. El mercado turco es todo un laberinto de calles y pasadizos donde se asientan más de 4.000 tiendas plenas de tipismo y colorido, que son atendidas por hábiles vendedores que atienden en todos los idiomas del mundo. Es gente que utiliza su innata verborrea y simpatía como sistema de acercamiento hacia el posible futuro cliente, sabedora siempre de que a la menor atención que se le preste ya tiene ganada la partida.

Cada gremio comercial tiene su zona, toda una ventaja si vas tras un producto concreto. Así, los joyeros tienen su calle, los vendedores de alfombras la suya? Todo este conglomerado comercial construido en 1461 ha resistido a los incendios de 1701, 1894 y 1954. ¡Y lo que todavía le queda de vida! “Cada vez que se ha quemado se ha reconstruido con un estilo aún más bello”, me dijo en cierta ocasión uno de los tallistas de cobre y latón mientras se dejaba la vista en su trabajo.

¿Y qué decir del Bazar Egipcio? No tiene el tirón turístico del anterior, posiblemente porque está especializado en alimentación y especias. Se le llama así desde su construcción en 1660, porque la mayor parte de los productos que vende proceden del país africano. En realidad, su verdadero nombre es Bazar de la Pimienta.

Londres y París, pioneras

Adaptar el modelo Estambul en la Europa Occidental del siglo XIX fue todo un éxito. Claro que los arquitectos sustituyeron las viejas y oscuras arcadas turcas por techos de cristal sobre estructuras metálicas que permitían la entrada de luz natural sobre los comercios. Estos carecían del tipismo de los orientales, porque la iniciativa original estaba enfocada hacia una clientela muy selecta, llegando a recibir, como en el caso de Bruselas, el apelativo de reales.

Posiblemente las galerías más antiguas de la Europa Occidental sean las denominadas Burlington Arcade, de Londres, que se inauguraron en 1819 gracias a Lord George Cavendish, un nombre que tiene un innegable peso social en el Reino Unido de las últimas centurias. Cavendish tenía un terreno en el centro de la city al que los vecinos había convertido en un estercolero. Para acabar con aquella inmundicia decidió hacer un mercado de unas características fuera de lo común.

Su arquitecto, Samuel Ware, siguió las instrucciones del propietario y construyó un pasillo recto dotado de un tejado acristalado que protegía a la clientela y permitía ver claramente los productos que se exhibían, todos ellos destinados a un público de élite que no dudaba en fardar en torno a la procedencia de sus compras, especialmente calzado, ropas y obras de arte. “Me viste Cavendish” solo lo podían decir el exquisito Beau Brummel y pocos más.

Unos años más tarde, en 1823, se inauguró en el centro de París la Galerie Vivienne, que a diferencia de la londinense tiene acceso por tres puertas. Se distingue principalmente por los bellos mosaicos del suelo y por el arriesgado sistema de su cielo acristalado. Y entre uno y otro se ubican establecimientos comerciales de élite, bares y cafeterías donde puedes disfrutar de esa tranquilidad que, de vez en cuando, viene bien para relajarte? siempre que lleves el talonario cubierto. En 1974, la República Francesa la declaró merecidamente Monumento Nacional.

Bruselas: Galerías Reales

Cuando el 6 de mayo de 1846 se puso la primera piedra de las Galerías Reales de Saint Hubert, en Bruselas, su creador, J. A. de Mot, le indicó a su socio, el arquitecto Jean-Pierre Cluysemaar, que tenía que superar todo lo que se conocía hasta entonces en este tipo de construcciones. En año y pico se levantó un edificio que hoy constituye uno de los atractivos turísticos principales de la capital belga. Todo un complejo inmediato a la Grand Place compuesto por el Gran Hotel, accesos a un cine, un teatro y, por supuesto, la presencia de firmas universales para una clientela de alto poder adquisitivo.

Bajo las arcadas de las Galerías Reales de Saint Hubert nació Neuhaus, posiblemente la principal firma de chocolate del país del chocolate por excelencia, puerta con puerta con las principales firmas de relojería y complementos del mundo. En las terrazas de sus restaurantes, a la vista de todos los viandantes, se consumen ostras con champagne como quien se toma una gilda con txakoli.

De estas galerías lo mismo parte el Tour de France que se organizan homenajes a la icónica actriz Audrey Hepburn y al emblemático cantautor Jacques Brel, ambos belgas ilustres. Todo lujo y esplendor para las posiblemente más significativas galerías europeas. Y eso que Bruselas dispone también el Pasagge du Nord, otra maravilla arquitectónica, y la pequeña Galerie Bortier, próxima a la St. Hubert, ocupada prácticamente al completo por la Librería Vander Elst, el paraíso de los coleccionistas de joyas literarias.

Incomparable Milán

Las Galerías Victor Manuel II no pueden estar mejor situadas: en el centro de Milán, entre las plazas del Duomo y de la Scala. ¿Cabe un emplazamiento con mejor pedigrí? Tienen forma de cruz y la nave central una longitud de 196 metros. La cúpula central, asentada sobre base octogonal, es todo un espectáculo. Fueron concebidas en 1864, su construcción comenzó al año siguiente y la labor duró hasta 1877. Quiero decir con esto que cuando Giuseppe Mengoni se puso manos a la obra ya tenía a un lado el marco incomparable de la catedral con una amplia la plaza situada frente a la fachada principal. En el otro se ubicaba desde un siglo atrás el templo máximo de los amantes de la ópera, el Teatro de la Scala.

Próximo a la Scala se sitúa el Palacio Marino, una de las construcciones más bellas de la ciudad y que, por cierto, tiene su pequeña historia. Lo construyó Tommaso Marino, duque de Terranova, un emblemático personaje que no reparó en gastos cuando comenzó las obras en 1557. Una sobrina suya, Marianna de Leyva, le sirvió de inspiración a Alessandro Manzoni para que escribiera y publicara en 1827 su obra máxima, Los novios, basada en unos amoríos que tenían como escenario la Lombardía de comienzos del siglo XVII, en el tiempo de la dominación española.

Las galerías de Mengoni se convirtieron pronto en lugar de cita de la alta sociedad milanesa. No eras nadie en la ciudad si no te dejabas ver en aquel lugar tan confortable, donde podías ir de tiendas sin la incomodidad del paraguas y evitando portar aquellas capas que protegían de la lluvia, pero escondían los refinados vestidos de la época. No tenía sentido salir a mostrarte en aquel tontódromo si no podías enseñar los últimos trapitos mientras se ojeaban los escaparates más caros de la ciudad.

Cafés, librerías, comercios de élite? Poco han cambiado las galerías desde entonces en este sentido. Bajo sus grandes arcadas se encuentran similares establecimientos que presumen de ser los más selectos de la ciudad por eso de que te permiten confesar su exquisita procedencia. ¡Cómo resistirse a los pasteles y helados de Fratelli Freni! Los aficionados a la música saben que aquí está Ricordi Mediastore, establecimiento heredero de aquella histórica Casa Ricordi que editó las grandes obras de la lírica italiana. Es lógico encontrar aquí las grabaciones emblemáticas de la Scala, así como libros y vídeos de lo más variados relacionados con la temática operística. Los precios están en consonancia con el lugar donde nos encontramos. Les advierto que otro tanto ocurre si se toman un refrigerio en el legendario Café Biffi o se sientan para degustar el menú del Restaurante Savini.

La Galería Umberto I, ya en Nápoles, tardó tres años en quedar finalizada. Se inauguró en 1891 con una asombrosa fachada principal que da a la Via San Carlo. Las dos calles principales de su interior se cruzan formando una cruz con una bóveda impresionante en el punto de confluencia. Posiblemente sea el rival más claro que tiene el Pasaje Galería Comercial de San Petersburgo, cuyos orígenes se sitúan en la época de máximo esplendor de esta ciudad como capital del imperio ruso.

Valladolid con encanto

A años luz de magnificencia, pero con su punto especial, se encuentra, y mucho más próximo, el Pasaje Gutiérrez, uno de los puntos más entrañables de la vida vallisoletana. Tiene forma de ángulo obtuso y está situado entre las calles Castelar y Fray Luis de León, muy cerca de la plaza El Salvador, en plena zona antigua de la ciudad. Lo construyó Jerónimo Ortiz de Urbina en 1886, según se indica en sus accesos, con tejado de armadura de hierro y cerramiento de cristal siguiendo los cánones de las galerías comerciales anteriormente citadas.

La obra obedece al interés de modernización de la ciudad que tuvieron en aquella época alcaldes que dejaron su impronta en la historia de la ciudad. Me refiero a Manuel Íscar Juárez y Ramiro Velarde de la Mota, bajo cuyo mandato se levantó esta joya arquitectónica que también cumple con la necesidad de crear un ambiente cálido y en cierto modo entrañable en las frías jornadas del invierno castellano.

El pasaje tiene dos niveles, salvados junto a uno de los accesos por tres o cuatro escalones sobre los que se encuentra una balconada en la que un niño y una niña sostienen un viejo reloj redondo que hace muchos años dejó de marcar las horas. Frente a ella, y en el ángulo que forman los dos pasillos iluminados por farolas de tulipas redondas, la figura de un Apolo que sujeta una tulipa que, como dice uno de los tertulianos del Café & Copas, unos días luce y otros desluce.

Café & Copas está situado junto a la salida de Fray Luis de León. La vieja puerta de madera que da al pasadizo habla sin palabras de la longevidad del establecimiento, uno de esos cafés de toda la vida, con mesas desgastadas por innumerables jornadas de tutes, briscas, cuando no de dominó, que sirven para matar el tiempo al calor de la tacita que aporta al cuerpo energía.

El Pasaje Gutiérrez es lugar de cita de coleccionistas que encuentran en Model Tren todo lo que imaginarse pueda en torno a raíles. O las mil curiosidades que se localizan a dos pasos, bajo ese techo de hierro y vidrio que amparan también a los clientes de La Sastrería, donde preparan con esmero eventos y servicios a medida.

Son mundos acristalados que marcaron un estilo arquitectónico y que en algunas ciudades vuelven a resurgir esperando que la Historia les acompañe.

Curiosidades

* El cine belga nace en St. Hubert. El 1 de marzo de 1896 tuvo lugar en uno de los locales de las Galerías Reales de St. Hubert la primera sesión pública del cine de los Hermanos Lumière que se ofreció en Bruselas, una ciudad que dio al Séptimo Arte a uno de sus pioneros más ilustres, Joseph Plateau. En 1956, y por iniciativa del Comité Nacional de Trabajadores del Cine y con la colaboración de la Corporación Cinematográfica de Bélgica, se colocó la placa conmemorativa que se puede ver en la actualidad.

* Indiana Jones, Delon y Belmondo visten en Milán. Casi todos los curiosos que asoman por las Galerías Víctor Manuel II se paran cuando llegan ante la fachada de Borsalino, nombre que, de inmediato, los aficionados al cine asocian con la imagen de Alain Delon y Jean-Paul Belmondo en la película homónima, en la que ambos actores franceses lucen un determinado sombrero de filtro de ala ancha que fue muy popular en la década de los años 30. O el mismísimo Indiana Jones cuando se va de aventuras. Bien, pues los borsalinos son los elementos más solicitados de este establecimiento, aunque también llaman la atención los guantes, pañuelos y todo tipo de complementos con destino a la jet society.