Hay que encontrarse con este territorio caminándolo para sentir de verdad esta idea de la frontera absurda, de aquella división ficticia que alguien hizo sobre un viejo mapa, pero que nunca rompió con la vecindad de los que habitan la tierra.

Esto sucede entre dos localidades reconocidas entre las más bellas de Iparralde, lo que es bueno porque nos garantiza visitas de interés en cada uno de los extremos del recorrido que vamos a trazar. Y allá vamos echando pie a tierra, de momento sobre asfalto, en la localidad de Sara. Como si fuéramos contrabandistas cabalgando la muga, iremos en busca del balizaje de ese largo sendero GR-10 que viaja desde Hendaia hasta el Mediterráneo a través del Pirineo.

Atravesando el casco urbano de Sara, pasaremos sobre la plaza ante el templo parroquial para avanzar al norte. Enseguida pisaremos una vieja calzada, mientras bajamos hacia las afueras del pueblo por el camino a las cuevas. Un horizonte de montañas se abre a nuestra vista y luego cruzamos el arroyo de Uharka, ascendiendo después una escalinata junto a la ermita de San Miguel primero, luego pasamos ante el santutxo de Donipetri, y, una vez en el alto, tenemos que girar a la izquierda sobre asfalto entre chalés y algún caserío. Vamos a tomar después un sendero que camina entre pastizales en dirección al río Lizuniaga, que alcanzamos junto a la carretera que enfila hacia Bera de Bidasoa.

La orilla de la ruta nos lleva con el balizaje del GR al lado del río, pasaremos junto al camping y luego dejamos el asfalto para tomar una pista de tierra. Por ella y siguiendo el balizaje, alcanzamos en un paraje insólito, situado justo en la raya de frontera, la enorme Venta du Carrelage. La misma línea de muga nos lleva alternando tramos de asfalto con atajos, pero más lejos cruzamos la ruta local para entrar en las riberas escondidas del Urdazuri, por fin.

Una brecha en el terreno nos deja bajar junto a la vieja Zori-Venta, que vendió todo lo imaginable a un paso de los gendarmes aduaneros. Seguimos en un bosque amable, llaneando hacia las orillas del Urdazuri ?en francés el Nivelle?, que progresa entre robles vetustos.

El arroyo discurre suavemente y lo acompañamos zigzagueando luego por una cómoda pista sobre la que cruzamos varias veces el cauce, siempre dentro del bosque. La carretera local D-4 nos sale al paso con Ainhoa a la vista; cruzamos entonces el río entre caseríos para terminar ascendiendo hacia la bella y rojiblanca Ainhoa.

El Urdazuri ha quedado atrás, Ainhoa es ahora protagonista y nos pide cruzar su calle histórica. Hagámoslo, es un paraíso.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar: La ruta del Urdazuri se desarrolla en el sur de Lapurdi y arranca en la localidad de Sara. La ruta más eficaz viene por Nafarroa para llegar rápidamente por Urdax y el paso de la muga de Dantxarinea. Desde Irun nos acercaremos por la ruta N-121A hasta la rotonda de Etxalar, donde se girará hacia la NA 4400 que remonta el puerto y desciende a Sara.

El recorrido del GR entre Sara y Ainhoa es de 11 kilómetros, que se recorren en unas tres horas. En Ainhoa podremos tomar una autobús de regreso o desandar el camino de nuevo.

Qué visitar: En Ainhoa hay que caminar esa magnífica calle alineada entre casas, edificadas todas con ocasión de la reconstrucción del pueblo tras su completa destrucción en la Guerra de los Treinta Años, comenzada en 1618. Los ejércitos ingleses incendiaron el pueblo arrasándolo todo salvo una única casa ?Machitorenea? y la iglesia. La supervivencia solo se aseguró tras una cuidada reconstrucción de la bastida que había constituido su centro en el camino a la frontera. La localidad creció curiosamente como una vicaría de la orden premostratense establecida en el priorato de Urdazubi, fundado en el año 1281 al costado del Camino de Santiago.

El templo parroquial de Ainhoa se levantó al tiempo que su bastida en sillería labrada y se restauró en los siglos XVI y XVII, levantándose la torre ya en el siglo XIX.