El periodista Juan Vicente Boo llegó a Roma con la misión de seguir el estado de salud de Juan Pablo II en 1998. El Papa se había deteriorado mucho y la mayoría pensaba que su final estaba cerca. Boo fue para seis meses, pero milagrosamente la salud del máximo responsable de la Iglesia Católica mejoró. Él habló con su director, quien le pidió que siguiera como corresponsal (de ABC). Han pasado 22 años desde entonces y ha viajado por más de sesenta países con los tres últimos Papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Es duro en lo concerniente a las acusaciones de pederastia; opina que se ha ido muy lento y que las víctimas de este tipo de delitos necesitan el apoyo de la institución donde se han producido. También comenta el papel de la mujer en la Iglesia y cómo el actual Papa está tratando de corregir todos los desequilibrios que se han producido hasta ahora.

Lo del Vaticano por dentro y por fuera es una idea muy sugerente. ¿Nos sirve un viaje al morbo religioso en bandeja?

El Vaticano solo se entiende cuando se mira desde estos dos por aspectos, por dentro y por fuera. No se pueden separar si quieres sacar alguna conclusión que tenga certezas. Es necesario conocerlo por dentro y resulta muy sorprendente, pero muchas veces el término Vaticano es demasiado referencial. Por eso es necesario saber mirarlo también desde fuera.

El Vaticano recuerda a un gran plató de cine con muchas tramas palaciegas sucediendo a la vez. Nos provoca más un interés morboso que religioso.

La Iglesia Católica es la institución más longeva de este planeta, y el Vaticano también es el Estado más antiguo del planeta. También atrae su opacidad. La Iglesia Católica está bien considerada desde fuera en cuanto al mensaje que predica, y opaca en su modo de funcionar. La mayor parte de los Estados son mucho más transparentes de lo que lo es el Estado del Vaticano.

¿Por qué?

Porque muchos de los temas que trata el Papa afectan a personas concretas. Si te has fijado, no hay concurso público para convertirse en obispo, ¿qué te parece?

Que nunca hubiera imaginado un obispo por oposición...

Pues quizá por eso, y por cómo se mueven las cosas dentro, por lo poco que transciende, se da una curiosidad morbosa entre los ciudadanos del mundo, católicos y no católicos.

¿A cuántos Papas ha conocido usted?

A los tres últimos, y cada uno es genial a su manera. Conocí a Juan Pablo II en un encuentro de universitarios en Roma. Después me fui encontrando con él por mi trabajo de periodista. En 1982 volví a estar con él en su viaje a España. Y después, cuando fui corresponsal en Bruselas también estuve con ese Papa.

¿Quién es su Papa preferido? Igual le suena un poco frívola la pregunta.

No. Digamos que el primer Papa de mi vida es Juan Pablo II y el Papa de mi corazón es Francisco. Es un elemento muy simpático que se hace querer por todos.

¿Es un hombre accesible?

Sí y no. Es de un trato muy amable, pero el acceso no es fácil por las numerosas personas que quieren hablar con él. Aun así, es un Papa que responde a muchísimas cartas y muchísimas llamadas telefónicas. Hasta que comenzó la pandemia recibía a mucha gente en Casa Santa Marta, su residencia. En su momento recibía a miles de personas al mes.

¿Esconde el Vaticano tantos secretos como pensamos?

Esconde algunas cosas que no se conocen. Lo que ocurre es que la realidad es a veces menos fascinante de lo que parece. Estoy seguro de que en la Biblioteca Vaticana, que tiene los escritos más antiguos del mundo, seguirán apareciendo nuevos textos. Algunos pergaminos están reescritos. Ahora, antes no, ya se puede leer el texto que estuvo por debajo. En cuanto a los secretos más recientes, Francisco ha desclasificado todos los documentos del pontificado de Pío XII con siete años de adelanto sobre su fecha prevista, y en esos documentos hay secretos.

¿Jugosos?

Ja, ja, ja€ Supongo que habrá de todo, pero no va a ser fácil encontrar esos secretos porque hay dos millones de documentos. Es un trabajo ímprobo para los investigadores y estudiosos que trabajan años y años en esa montaña de informaciones.

Veintidós años como corresponsal en el Vaticano. ¿No se aburre en un Estado tan pequeño?

Pues estoy desconcertado. Yo me encargaba de misiones especiales y lo que me pidió en su día el periódico fue que marchara seis meses a Roma en el año 1998 porque la salud del Papa Juan Pablo II declinaba rápidamente y necesitaban un corresponsal veterano. Pero su salud se estabilizó, mejoró en algunos aspectos, y estuve con este Papa hasta el año 2005. Desde que llegué hasta ese año empezó a hacer viajes increíbles: viajes a países del Pacto de Varsovia, a países de la antigua Unión Soviética, incluso a India, así que nunca he llegado a aburrirme.

Y llegó Benedicto VXI.

Y yo le dije al director de mi periódico: Misión cumplida. Me dijo: Si pudieras seguir, nos interesaría mucho que estuvieras allí. Y hasta hoy. Se me ha pasado el tiempo volando, sin darme cuenta.

Una misma religión, el mismo cargo y muchas diferencias, supongo.

Son enormemente diferentes los tres en cuanto a sus personalidades y sus formas de ser. No llegué a conocer los primeros años de Juan Pablo II, en los que era bastante parecido a Francisco en cuanto a la capacidad de comunicarse y en cuanto a moverse por el avión durante los viajes. Por ejemplo, Francisco nos viene a saludar uno por uno en los vuelos y a veces tarda una hora y media en hacerlo. Después tenemos las conferencias de prensa a tumba abierta, sin ninguna pregunta tabú.

Más o menos como los políticos.

Ja, ja, ja€ No hay preguntas tabúes ni respuestas tabúes. Esto es con Francisco. Juan Pablo II era así al principio. Yo le conocí en 1998 y ya no se podía mover.

Supongo que estas actitudes no rezan con Benedicto XVI.

Era más reservado y nunca tuvimos el acceso y la enorme confianza que tenemos con Francisco. La pandemia ha limitado muchas cosas, pero Francisco sigue siendo un hombre bastante cercano y accesible.

Hay temas que la Iglesia tiene pendientes por solucionar y sobre los que se han levantado muros de silencio: las mujeres, la pederastia€

Son dos de los grandes temas en los que se está trabajando, y me gustaría que fueran más rápido. El tema de los abusos sexuales a menores es imperdonable, un escándalo absoluto. Se empezó a solucionar cuando Juan Pablo II lo indicó en 1993.

Pues parece que hay demasiado por destapar, porque el goteo es incesante y el dolor sufrido no se va a superar tan fácil.

Se sabía que la limpieza no iba a ser fácil. Se pensaba que se podía acabar con el tema, pero se ha ido retrasando por razones que son de sobra conocidas.

Los encubrimientos.

Exacto. Muchos obispos siguieron encubriendo a esos delincuentes que cometieron delitos de pederastia. En los temas de abusos se ha tardado mucho tiempo en cortar la cadena del mal. Se puede decir que ahora apenas hay abusos nuevos, pero en muchos lugares está sin hacer todo el trabajo de pedir perdón, reparar y ayudar a las víctimas. Según la gravedad y el tiempo que haya durado el abuso, las secuelas pueden estar toda la vida en las personas que lo han sufrido. La tarea de ayudar a las víctimas sigue sin hacerse en algunos países, y sin reparación no habrá paz.

¿Y habrá paz algún día?

Esperemos que sí. Sería mentir presentarse como personas justas y santas cuando hay otras personas que están sufriendo por males cometidos en el pasado por miembros de una institución que tiene la responsabilidad permanente. La intención de Francisco es que la Iglesia sea ejemplar en ayudar a víctimas en cualquier ámbito.

Los temas de pederastia no se pueden conjugar en pasado, también existen en el presente.

Hoy hay muy poca, aunque no se puede excluir que cualquier idiota pueda cometer delitos en cualquier momento. El país en el que esto está mejor documentado es Estados Unidos. También lo está en Alemania, Francia y Reino Unido. Las denuncias fueron numerosas en casos del pasado y las actuales han ido bajando.

Pero siguen produciéndose.

Sí. Pero en este tipo de delitos, las víctimas no son capaces de hablar hasta que pasan diez, veinte o treinta años. Es por eso que en determinados países se ha cambiado la legislación para que este tipo de delitos no prescriban.

¿Y qué dice del papel que juegan las mujeres en la Iglesia Católica?

En eso también hay mucho retraso. Francisco va al ritmo que puede y tiene que lidiar con personas que no comparten sus puntos de vista. Él está nombrado mujeres en todos los cargos del Vaticano. De hecho, la mayor parte de los cargos en las diócesis están ocupados por mujeres.

Se ha acusado en muchas ocasiones a la Iglesia Católica de utilizar a las mujeres como siervas...

En muchas diócesis la mujer ocupa los segundos puestos, pero también hay lugares en los que está al mando de las finanzas. El Papa Francisco ha puesto a muchas mujeres en cargos muy destacados. Va nombrando todo lo que puede. Hay muchas teólogas, rectoras de universidades pontificias... Él va a su paso, aunque sea cierto que no siempre ha sido así, pero eso es volver de nuevo al pasado. Lo importante son los cambios que ahora se están produciendo en el Vaticano.

¿Sigue usted interesado en continuar como corresponsal en el Vaticano?

Nunca se sabe. Estoy a gusto y todos los que hemos estado en el Vaticano notamos el cambio radical con Francisco. En 2019 hizo siete viajes internacionales, el récord que tenía Juan Pablo II en sus años jóvenes. Date cuenta de que fue elegido con 58 años.

Parece que le gusta viajar, ¿no?

Le gusta estar allá donde cree que su presencia puede ser necesaria. Fueron 83.000 kilómetros, dos vueltas al mundo.

PERSONAL

Edad: 67 años.

Lugar de nacimiento: A Pobra do Caramiñal (A Coruña).

Trayectoria: Es corresponsal en el Vaticano desde hace más de veintidós años. Llegó a Roma en 1998 después de haber pasado por las corresponsalías de ABC en Bruselas, Nueva York y Hong Kong. Ha estado con los tres últimos Papas. Primero fue Juan Pablo II, después llegó Benedicto XVI y más tarde Francisco. Con los tres ha realizado más de sesenta viajes internacionales. En su trayectoria profesional ha trabajado en setenta países. Ha publicado tres libros: El Papa de la alegría; 33 claves del Papa Francisco; y Descifrando el Vaticano: desde dentro y desde fuera.