Es de bien nacidos ser agradecidos, aunque ello conlleve vivir una infancia de mierda, pero también la oportunidad de engordar tu cuenta bancaria con decenas de millones de euros. Éxito, fama, dinero y reconocimiento internacional. Una realidad (elegida) que ha significado la cara y la cruz para decenas de niños y niñas Disney en los Estados Unidos. Esos proyectos de artistas que, tras un exhaustivo proceso de casting y sin metro y medio de estatura, pasaron a engrosar en su día la lista de actores y actrices de la compañía. Algunos, los menos talentosos, sucumbieron al estrellato. Pero otros, como los Jonas Brothers, Britney Spears, Justin Timberlake, Miley Cyrus, Demi Lovato o Selena Gómez, por citar a media docena, pronto se alzaron durante años como verdaderas estrellas mundiales del pop, el rock y la actuación. Referentes para la adolescencia púber de medio mundo, y junto con los Harrys (Potter y el príncipe de Gales), los menores de edad más ricos del mundo.

Especialmente exitosa resultó esa última hornada millenial que encabezó Cyrus con Hannah Montana y remató Gómez con Los magos de Waverly Place. Precisamente esta última inició su carrera como actriz a los diez años con el papel secundario de Gianna en la serie infantil Barney & Friends. Y de ahí, suertuda, saltó a una multinacional a la que ahora no para de criticar. Pues la cantante, compositora, actriz, productora de televisión, filántropa y empresaria estadounidense (según su propia descripción) parece tener solo reproches para con la conocida fábrica de sueños. "Renuncié a mi vida en favor de Disney siendo muy joven, y no sabía lo que estaba haciendo. Simplemente, me dedicaba a correr en el set de rodaje", declaraba la pasada semana la artista a los medios estadounidenses.

Con esa misma rabia e ingratitud que también han mostrado otros ex Disney, quienes jamás -por cierto- han hecho la más mínima autocrítica a sus desmesurados sueldos (19.600 euros por capítulo llegó a llevarse Gómez por arte de magia), a sus jugosos extras promocionando marcas comerciales, o al papel de sus progenitores ante tantas horas y excesos laborales.