La historia del Monasterio de Montserrat comienza en el año 880 con el hallazgo de la imagen de la Virgen. Es a partir de ese momento cuando comienza su culto, materializándose en cuatro ermitas: Santa María, San Acisclo, San Pedro y San Martín. Años después, alrededor de 1011, un abad, de nombre Oliba y procedente del monasterio de Santa María de Ripoll, en Girona, llegó a estos parajes para encargarse del cenobio de Santa Cecilia, quedando así la abadía bajo las órdenes del monje.
Santa Cecilia no aceptó esta nueva situación, por lo que el abad decidió fundar, en 1025, el monasterio de Santa María en el lugar donde se encontraba la antigua ermita del mismo nombre. Entre los siglos XII y XIII se construyó la iglesia románica y se realizó la talla de la Virgen que se venera en la actualidad. En 1476, se construyó el claustro gótico y en 1592 fue consagrada la actual iglesia.
La Virgen de Montserrat
Cuenta la leyenda que la primera imagen de la Virgen la encontraron unos pastorcillos en el año 880. Tras ver una luz en la montaña, los niños encontraron la talla en el interior de una cueva. Al enterarse de la noticia, el obispo del lugar intentó trasladar la imagen hasta Manresa, pero fue imposible ya que pesaba demasiado. El clérigo lo interpretó como el deseo de María de permanecer en el lugar en el que se la había encontrado y ordenó la construcción de la ermita de Santa María, origen del actual monasterio.
La talla que se venera actualmente es románica del siglo XII y realizada en madera de álamo. Con excepción de la cara y de las manos de María y el Niño, la imagen es dorada. La Virgen, sin embargo, es de color negro, lo que le ha dado el apelativo popular de La Moreneta (“La Morenita”). Aunque en ocasiones se ha afirmado que el origen de este ennegrecimiento se encuentra en el humo de las velas que durante siglos se han colocado a sus pies, lo cierto es que en toda Europa se veneran vírgenes que no son blancas. En septiembre de 1881, el papa León XIII declaró a la Virgen de Montserrat como patrona de Cataluña. Su festividad se celebra el 27 de abril.
El siglo XIX, por su parte, fue especialmente trágico para el cenobio ya que fue saqueado e incendiado dos veces por las tropas napoleónicas perdiéndose muchos de sus tesoros.
A mediados de siglo, en 1835, la abadía sufrió la exclaustración debido a la desamortización de Mendizábal. Unos años después, en 1844, volvieron los monjes y comenzaron a restaurarla. Durante la guerra civil española, el monasterio volvió a ser cerrado y pasó a depender de la Generalitat de Cataluña. En 1940, recibió la visita del líder de las SS alemanas, Heinrich Himmler. En 1947, se celebró la ceremonia de entronización de la Virgen, en 1958 se consagró el altar mayor y en 1968 se finalizó la nueva fachada.
La comunidad actual está formada por alrededor de sesenta monjes benedictinos que basan su vida siguiendo el lema Ora et Labora. También, residen aquí los niños de la Escolanía de Montserrat, considerada la escuela de canto más antigua de Occidente, ya que fue fundada en el siglo XIII.
Paisaje exterior
El exterior de la abadía cuenta con varias plazas llenas de obras escultóricas que sirven para ordenar el conjunto de edificios en la orografía escarpada de la montaña. La plaza de santa María es la principal y la que da acceso al cenobio. A la izquierda se pueden ver los restos del antiguo claustro gótico. También, en un lateral, se halla el baptisterio, de 1958, acompañado de una escultura de san Ignacio de Loyola. En el interior, se pueden ver unos mosaicos y un dibujo del bautismo de Jesús. En la plaza del abad Oliva se encuentran los edificios que dan albergue a los peregrinos. El lugar está presidido por una estatua, realizada en bronce en 1933, dedicada al fundador.
En la zona montañosa, tras esta plaza, se halla el Vía Crucis, así como la capilla de san Miguel. En la plaza de la santa Cruz, dedicada a san Miguel, se encuentra la estación del tren cremallera. Siguiendo el paseo de la Escolanía se halla la plaza de los Apóstoles, en la parte posterior del monasterio, donde se sitúan los ábsides de la iglesia. Aquí se encuentra un triforio correspondiente al tercer piso del ábside central de la antigua iglesia. Bajo la plaza de los Apóstoles se halla el monumento a Ramón Llull, realizado en 1976.
De aquí parte el camino a la santa Cueva, el lugar en el que apareció la Virgen. Al inicio de la ruta se encuentra la imagen de santo Domingo y posteriormente el camino lleva al Rosario Monumental, un itinerario a lo largo del cual se encuentran quince conjuntos escultóricos.
Hay que remarcar que en el entorno de la montaña se sitúan quince ermitas, habitadas hasta la invasión francesa en 1811, fecha en que fueron temporalmente abandonadas. Pasado el dominio francés, algunas fueron ocupadas nuevamente, aunque con el tiempo se fueron abandonando y hoy en día de algunas solo quedan unos cuantos muros.
La basílica
La basílica se comenzó a construir en el siglo XVI y fue restaurada por completo en el siglo XIX, después de su destrucción en la guerra de la Independencia. La fachada se realizó en 1901 en estilo neoplateresco.
Después de la guerra civil española se rehízo el frontis con piedra de la propia montaña y se decoró con relieves escultóricos. Al pie del friso se puede leer la frase “Cataluña será cristiana o no será”. Esta fachada antecede a la iglesia propiamente dicha, de una sola nave, y a la que se accede a través de un atrio.
Aquí se encuentran los sepulcros de Juan II de Ribagorza y de Bernat II de Vilamarí, ambos del siglo XVI, así como esculturas de san Juan Bautista, san José y san Benito y pinturas como la Visita a Montserrat de los reyes católicos y la Visita a Montserrat de don Juan de Austria.
En la cabecera, se encuentra situado el altar mayor decorado con esmaltes. El cimborrio es de forma octogonal y la cruz es del siglo XVI.
A continuación, viene la sala del Trono. El trono es de plata repujada con dos relieves que representan la Natividad y la Visitación y una imagen de san Miguel. Además, en un lateral de la nave, como es tradición en Cataluña, se encuentra el órgano que data de 2010. El anterior, de 1896, se trasladó en 1957 al presbiterio debido a su mal estado.
El claustro
El claustro lo conforman dos pisos sostenidos por columnas de piedra. El piso inferior se comunica con el jardín y dispone de una fuente. Es muy extenso, e incluye la capilla de Sant Iscle y Santa Victoria, románica, accesos a los edificios del noviciado y la escolanía y varias esculturas. En algunas columnas del claustro llaman la atención figuras fantásticas antropomórficas, con cabeza humana y cuerpo de dragón alado, animales fantásticos o el escudo de Montserrat sostenido por ángeles.
El refectorio, por su parte, es del siglo XVII y fue reformado en 1925. La parte central cuenta con un mosaico que representa a Cristo mientras que en la zona opuesta se puede ver un tríptico con escenas de la vida de san Benedicto.
El museo
Finalmente, el monasterio alberga un museo dividido en tres secciones. En la primera área, centrada en la pintura moderna, se exhiben obras de artistas catalanes como Rusiñol, Dalí, Miró o Tàpies, así como de pintores no catalanes como Picasso o Darío de Regoyos, y representantes del impresionismo francés como Renoir o Degas.
La segunda sala contiene artefactos arqueológicos del Oriente bíblico, con objetos provenientes de Egipto, Chipre, Mesopotamia y Tierra Santa.
Por último, la tercera estancia está dedicada a la pintura antigua, con obras de El Greco, Caravaggio o Berruguete. Además de estas colecciones, los visitantes pueden disfrutar de otras exposiciones, como iconografía de Montserrat, orfebrería religiosa, entre otras.