Karol Nawrocki asumió este miércoles oficialmente la presidencia de Polonia en una ceremonia celebrada en el Parlamento, con lo que se inicia un nuevo ciclo político en el país que estará marcado por las diferencias entre el nuevo presidente, de ideología conservadora, y el Gobierno liberal dirigido por Donald Tusk.
La llegada de Nawrocki al Palacio Presidencial representa un giro nacionalista y euroescéptico en la política polaca, con expectativas de nuevos roces tanto a nivel interno como con las instituciones europeas.
Nacido en 1983 en Gdánsk (norte), de Nawrocki se espera que recurra a su veto presidencial y a su potestad de impulsar proyectos de ley para obstaculizar en la medida de lo posible la acción del Gobierno de Tusk
De historiador a hacer historia
A finales del año pasado, cuando fue nominado candidato a presidente por el partido opositor Ley y Justicia (PiS), dirigía el Instituto de la Memoria Nacional (IPN).
A pesar de que Rusia hubiese dictado contra él una orden de búsqueda por su papel en la retirada de monumentos al Ejército Rojo en territorio polaco, una encuesta reveló que casi la mitad del público (46 %) no sabía quién era.
Durante la campaña, el entorno de Nawrocki creó y difundió la imagen de un ciudadano modesto, entregado a su familia y al deporte (fue campeón juvenil de boxeo de Polonia), apasionado por la historia y que consiguió sacar un máster en Humanidades estudiando por las noches mientras trabajaba duro por el día.
Sin embargo, la luz de la atención pública ha iluminado algunas partes del pasado de Nawrocki que completan una estampa más turbia.
Un recién llegado a la política
Técnicamente un candidato independiente, Nawrocki fue respaldado por el PiS, que encabezara el anterior Gobierno, y bajo cuya batuta se entregó a una maratoniana campaña con 262 mítines e incontables apariciones públicas.
Presentado como una nueva cara en la que podrían reconocerse los polacos de clase media, Nawrocki planteó las elecciones como un "referéndum para echar a Donald Tusk", y apeló tanto al descontento del electorado conservador, como al de los propios seguidores del primer ministro, frustrados por las promesas de cambios que aún no han llegado.
Que Nawrocki fuese un desconocido permitió, por un lado la creación de un personaje conveniente que encarnase la fortaleza necesaria para los "tiempos difíciles, decisivos" -en sus propias palabras- que vive Europa, pero ese desconocimiento también propició el descubrimiento de las facetas más polémicas de su vida en plena campaña.
Controversias en torno a su pasado
A pesar de haber declarado que solo tenía un pequeño apartamento en su ciudad natal, Nawrocki se vio forzado a admitir que poseía un segundo inmueble que adquirió de manera irregular a cambio de cuidar a un vecino enfermo al que dijo haber ayudado de forma desinteresada, y finalmente acabó donando el piso a la beneficencia.
También se hizo público que había participado en al menos una pelea de ultras de fútbol en su juventud, y fue criticado por sus fotos con un miembro de una banda de proxenetas y otros delincuentes, pero negó ser amigo de esos individuos.
Durante el debate electoral emitido por televisión, fue captado usando un inhalador de nicotina de un tipo prohibido en Polonia, después de lo cual se sometió voluntariamente a un análisis antidrogas.
Tras publicar bajo pseudónimo un libro sobre la vida de un gángster, Nawrocki llamó a un programa de televisión camuflando su voz para recomendar su propio libro, pero fue descubierto.
Todos estos hechos, lejos de perjudicarle, hicieron que el público le percibiese como una persona común y corriente, capaz de admitir sus errores y de enmendarlos.
Ideas, más que ideología
Nawrocki es un conservador declarado, un defensor de los valores tradicionales y cristianos, y se presenta como un partidario a ultranza de la soberanía nacional frente a las imposiciones de Bruselas.
Su programa de 21 puntos se centra en el bienestar ciudadano, "volver a tener un Estado normal y seguro", y medidas sociales basadas en los subsidios y el fomento de la natalidad.
La presidencia de Karol Nawrocki representa un importante revés para el Gobierno de Tusk, ya que el nuevo presidente, con una postura beligerante y ultraconservadora, actuará como un contrapeso institucional y no titubeará a la hora de usar el veto presidencial para boicotear en lo posible el proyecto liberal de Tusk.